De eso trata el libro de Andrew Doig, que hace un repaso por los tipos de muerte más comunes que ha padecido el ser humano a través de su historia. Y resulta realmente estremecedor el terrible sufrimiento que provocaban estos males que eran entendidos como castigos divinos y los distintos tipos de epidemias o enfermedades ordinarias que eran capaces de diezmar a las poblaciones. Desde luego, las formas de morir han cambiado radicalmente desde los siglos pretéritos hasta nuestros días:
"La Peste, el Hambre y la Guerra, junto con la propia Muerte, fueron los cuatro jinetes del Apocalipsis medieval. Hoy en día, nuestras principales causas de muerte son totalmente diferentes: insuficiencia cardiaca, cáncer, accidente neurovascular y demencia. Hemos pasado de un mundo en el que era probable que la muerte por enfermedad o violencia golpease a cualquier persona a cualquier edad, y en el que bastaban una o dos malas cosechas para sumir a una sociedad entera en la hambruna, a un mundo en el que en muchos países el exceso de alimentos se ha convertido en un problema serio y morir antes de los 60 se considera un fallecimiento precoz."
Ese tráfago mortal acaba interpelando directamente al lector, pues se siente implicado en la narración como parte de la historia humana que es. Entre tantas formas de muerte, algunas verdaderamente atroces, hemos tenido la suerte de caer en una época en las que muchas de las más terribles están erradicadas, pero eso no nos evita pensar que tarde o temprano acabaremos cayendo en alguna de ellas y nos veremos obligados a experimentar ese amargo tránsito. No saber cuándo será ni cómo será es una auténtica bendición. Este libro no hace más que recordarnos nuestra condición formando parte, después de todo, de una especie que ha logrado sobrevivir a las peores catástrofes.
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