Ante todo Mi Rusia es un libro de denuncia, una denuncia directa y en tono muy duro del cautiverio de una población entera que está acostumbrada a ser esclava de sus dirigentes y no concibe siquiera la esperanza de poder vivir algún día en un Estado democrático como los de Europa Occidental. En realidad sí que existe oposición en Rusia, pero la represión contra ésta es tan brutal que muchos optan por abandonar el país:
"Al cabo de pocas generaciones, estas palabras provocaron la transformación sociopolítica más importante hasta el momento, convirtiendo la nación en un siamés con un cuerpo en común pero dos cabezas que no se entendían mutuamente. Desde entonces, en Rusia se produce una situación única donde dos naciones totalmente distintas en términos intelectuales y culturales comparten un mismo territorio. Tanto los unos como los otros son rusos que hablan la misma lengua, pero están mentalmente en las antípodas. Una de las cabezas está salpicada por una educación europea, el amor a la libertad y la idea de que Rusia pertenece a la civilización humana universal. Ve toda la historia rusa como una ciénaga sanguinaria de la que hay que sacar al país y conducirlo a un orden social liberal europeo. Esta cabeza se niega a vivir bajo una dictadura patriarcal y exige libertad, derechos y una constitución. La otra cabeza tiene una visión tradicional del mundo. Piensa que la sagrada Rus es una isla rodeada de un océano hostil y que el padre del Kremlin es el único capaz de salvar a este país y su pueblo y conservar el orden con mano de hierro."
Lo correcto en Rusia es ser patriota, sacrificar el pensamiento individual en favor del presunto bien de la nación, lo cual incluye exponer la propia vida por el capricho imperial del líder supremo, un líder, heredero de los zares, que guía con mano firme a sus ciudadanos en pos de la restitución de la grandeza del imperio. Los rusos viven bajo el peso de su espantosa historia y no pueden librarse de ella. Shishkin cuenta la vicisitudes de su familia, los engaños que han tenido que soportar por parte del Estado - como tantas otras familias rusas - y la resignación que hay que afrontar como única respuesta. La nostalgia rusa no es la de la libertad y la democracia, sino la de la claridad, el orden y las directrices de la autoridad.
La denuncia de Shishkin es la de la esclavitud de sus compatriotas respecto a un Estado en guerra permanente contra sus propios ciudadanos. Buenas parte de los rusos tienen bien interiorizado que la democracia occidental es el caos, el enemigo frente a la pureza de su patria. La lectura de Mi Rusia es impresionante, puesto que es un libro escrito desde la desesperación, desde las entrañas de los pensamientos más oscuros, puesto que el autor renuncia a cualquier atisbo de esperanza respecto a que su país pueda cambiar. Hubo una esperanza de que esto se produjera en los años noventa, pero el caos que produjo la caída del comunismo deslegitimó la democracia para siempre. ¿Qué va a suceder en el futuro inmediato? ¿se extenderá la guerra? No lo sabemos, pero el libro de Shishkin nos aclara muchas ideas y nos hace ver quien es el verdadero villano en estas circunstancias históricas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario