Hace unos años pude ver el magnífico documental que Jordi Rovira y Xavier Baig dedicaron a uno de los humoristas más icónicos de nuestro país, todavía recordado por varias generaciones que disfrutamos de su forma tan particular de hacer algo tan aparentemente sencillo como contar chistes. El documental incidía en el lado oscuro de Eugenio, en esos últimos años de autodestrucción en una espiral de alcohol y drogas en los que la fama acabó consumiendo al personaje. Saben aquell está dedicado a los comienzos y a los años triunfales del humorista, incidiendo en la importancia que tuvo su primera mujer en su arranque. Eugenio era un tipo muy tímido, que sufría mucho antes de subirse a un escenario, pero, tal y como se muestra en Saben aquell fue la influencia de Conchita la que pulió su estilo y consiguió que se convirtiera en un fenómeno pocas veces visto a nivel nacional. Eugenio se sabía miles de chistes, pero esto hubiera servido de poco si no los hubiera aprendido a contarlos de manera única, estableciendo una complicidad con su público y midiendo los tiempos de una manera muy precisa. Aunque Saben aquell es una película plenamente satisfactoria, se echa de menos en la misma el retrato de los últimos años de su protagonista, esa decadencia desenfrenada que hubiera funcionado muy bien a nivel cinematográfico. Quizá el respeto por el personaje, derivado de la implicación de la familia de Eugenio en su producción, ha derivado en que se reflejen solo sus años dorados.
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