Basada en una novela de Juan José Millás, Que nadie duerma empieza como una película costumbrista y social, con un personaje principal que pierde su trabajo como informática y tiene que reinventarse como taxista, pero poco a poco va derivando a una historia más psicológica. Es una lástima que bien pronto el espectador deje de otorgar credibilidad a lo que está sucediendo en pantalla, empezando por diálogos absurdos y al propio comportamiento de la protagonista. Al final todo deriva en una especie de Taxi Driver a la española que se mueve entre la ensoñación y la realidad, sin que sepamos muy bien dónde empieza una y acaba la otra. Madrid es retratada como una especie de jungla inmensa donde la taxista va recogiendo a pasajeros que siempre tienen algo que ocultar y dónde ni siquiera las amistades que parecen más francas son verdaderas. El principal lastre de Que nadie duerma - un mal que afecta bastante al cine de nuestros días - es su larga duración, sobre todo para la historia que tiene que contar. En su haber, cuenta con una solvente actuación de Malena Alterio, justamente premiada con un Goya.
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La novela es apasionante, la disfruté mucho. Si la interperetación es tan buena, el film se salva un poco, imagino.
ResponderEliminarUn abrazo, y gracias por compartir.
No he leído la novela, porque reconozco que no me acerco lo suficiente a Juan José Millás. Algún día de estos leeré alguna suya. Un abrazo.
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