Algo así sintió Andrés Trapiello la primera vez que llegó a Madrid, huyendo de su familia en un intento de que la capital lo acogiera y le proporcionara una vida próspera. Tras varios intentos lo consiguió y después de varias décadas se ha convertido en un amante y en un experto en Madrid, conocimientos y pasión que transmite perfectamente en las páginas de este volumen. Porque las ciudades no son solo un conjunto de edificios y de calles, son también su ambiente, sus habitantes e incluso su clima. Según se vislumbra de su texto, el autor ha debido leer centenares de libros acerca de la ciudad - durante muchos años - antes de emprender este proyecto, muchos de ellos conseguidos en el Rastro, auténtico bazar de hallazgos inesperados al que Trapiello acude puntualmente cada domingo desde hace décadas con espíritu de buscador de tesoros.
Además, Madrid también es un reflexión medio melancólica, medio resignada, acerca del paso del tiempo, no solo para los seres humanos, sino también para las ciudades. Pocas urbes como Madrid han sabido resistir tan bien, sin mudar su personalidad, los numerosos destrozos arquitectónicos que ha sufrido, la cantidad de edificios singulares que ha perdido y algunas remodelaciones no siempre afortunadas de sus calles. La capital siempre ha sabido adaptarse a esas mudas de piel tan traumáticas en ocasiones y ofrecer algo nuevo al visitante para no perder su atractivo. Así Trapiello describe ese fenómeno como algo inevitable, algo que quizá trata de conjurar con su gusto por conservar reliquias del pasado madrileño en forma de libros u otros objetos:
"Uno ha tendido a vivir rodeado de cosas viejas y usadas, heredadas o adquiridas en el Rastro. La mayor parte de los libros que he leído y que están hoy en nuestra casa los leyeron antes o pertenecieron a personas para mí desconocidas, casi todas muertas ya cuando yo los compré. A veces más que una biblioteca parece una necrópolis. Y no me importa.
Este libro ha sido fruto de cuarenta años de vida madrileña y de muchos derribos. Durante los cuatro años que he trabajado en él he ido tomando notas de lecturas, paseos e impresiones, y aprovechando las que ido guardando en unas libretas de hule negro, encontradas, cómo no, en el Rastro y procedentes de viejas papelerías cerradas por defunción o quiebra. Las notas y papeletas son literalmente miles, de las cuales la mayoría no sirven (...)"
Leído esto da la impresión de que el libro de Trapiello podía haber sido casi infinito y que su más ingente tarea a la hora de escribirlo ha sido ponerle límites y ofrecer lo más importante de sus impresiones de la ciudad. Leer Madrid es como pasear por la ciudad con un buen amigo que hace de cicerone de la misma y que te descubre sus más recónditos secretos. Una crónica que está impregnada en todo momento por amor y gratitud a una ciudad que para él ha sido finalmente más que acogedora y que además está repleta de un gran número de fotografías realmente magníficas.
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