Mentiras arriesgadas comienza, sin complejos, con un claro homenaje a la serie Bond y, más en concreto, a Goldfinger. Vemos a Schwarzenegger salir del agua para infiltrarse en una fiesta que se celebra en una mansión. Se quita su traje de hombre rana y bajo él lleva un impoluto smoking que le permitirá no llamar la atención entre el resto de invitados. Pero cuando termina la acción podemos ver que Harry Tasker no es James Bond. A diferencia de él, tiene una familia a la que oculta su condición de agente secreto usando de tapadera un aburrido puesto como agente de ventas. Con esta premisa, James Cameron filmó una película espectacular y muy divertida cuya vocación no es precisamente la de ser verosímil, sino la de hacer pasar un buen rato al espectador con escenas cada vez más aparatosas rodadas por el mejor especialista en acción. Hay que decir que a Schwarzenegger el papel le viene como anillo al dedo, pues se trata de un actor bastante dotado para la comedia. Su personaje a veces recuerda a esa parodia de Los Simpsons, McBain, aunque con mucha más tridimensionalidad, a lo que ayuda la química que tiene con Jamie Lee Curtis. Lo cierto es que sus dos horas y media pasan en un suspiro, sobre todo cuando asistimos en su tramo final a una de las escenas más espectaculares jamás rodadas, la de la persecución del Harriet por los cayos de Florida. Cosas de los noventa.
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