Rodada poco después del final de esa pesadilla que supuso el gobierno de los militares en Argentina, la película de Luis Puenzo hurga profundamente en la herida del siniestro legado de ese periodo. Un régimen repleto de exiliados, represaliados, torturados y niños robados. Y también de gente como la protagonista, una ingenua profesora que cree estar casada con un santo varón y que la adopción de su hijo se realizó cumpliendo todos los trámites legales. Poco a poco irá descubriendo una realidad terrible que ha estado durante los años precedentes ante sus ojos, pero ella no ha querido ver. Ni siquiera cuando una amiga íntima vuelve del exilio y le cuenta su espantosa historia de torturas y vejaciones que motivaron su huida al extranjero puede ella dejar de ofrecer una reacción candorosa. En todo caso, la venda se va a acabar cayendo y Alicia va a experimentar un doloroso baño de realidad que se contrapone radicalmente a la historia oficial, esa en la que ella siempre creyó como inocente profesora. La película cuenta con un guion extraordinario que sirve a la vez como perfecto retrato de personajes y como denuncia de una época cuya vileza debe ser puesta ante los ojos del espectador a través de las evocaciones y descubrimientos de esos mismos personajes. Que ganara el Oscar a la mejor película extranjera fue un reconocimiento muy merecido.
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