A pesar de las discrepancias con falangistas y monárquicos, el bando sublevado logró pronto una mayor coherencia interna otorgando todos los poderes en la figura de Francisco Franco, un general mediocre en la aplicación de las doctrinas militares modernas, pero muy astuto a la hora de ir acumulando poder, actuando con una mezcla de prudencia y amenazas veladas a todo el que se le opusiera - además de contar con la suerte de la desaparición de sus rivales directos en la candidatura al mando absoluto -. Los Republicanos jamás consiguieron esa estabilidad y llegaron a sufrir una Guerra Civil dentro de la Guerra Civil en Cataluña, además de las tensiones permanentes entre comunistas, socialistas, republicanos, nacionalistas y anarquistas entre otras facciones que formaban el llamado bando Republicano. Además, la estrategia militar de la República jamás fue realista y se basó, a pesar de los fracasos acumulados al respecto, en lanzar ofensivas directas contra las fuerzas nacionales que en la mayoría de los casos terminaron en desastres que fulminaban a las mejores fuerzas sobre el terreno. La República no supo ver que su esperanza de victoria pasaba únicamente por el mantenimiento de una defensa regular, constante y firme, como sucedió en la batalla de Madrid, junto con la organización de guerrillas bien abastecidas detrás de las líneas de las tropas franquistas que hostigaran constantemente al enemigo. La República fue quizá víctima de su moral de victoria en los primeros meses que llevaba a sus generales a la creencia de que luchar por unos ideales bastaba para obtenerla, frente a la profesionalidad de las tropas que tenían enfrente, en muchos casos veteranos de las guerras africanas.
Casi tan importante como el frente interno era el frente internacional. La República intentaba que la comunidad internacional de países democráticos se implicase en su defensa y les suministrara armas (algo muy parecido a lo que sucede hoy con Ucrania), mientras que los rebeldes llegaban a un rápido acuerdo con Alemania e Italia que resultó decisivo para su victoria militar. El cinismo con el que se justificaba el embargo de armas al gobierno legítimo mientras se miraba a otro lado respecto al descaro con el que las potencias fascistas colaboraban con Franco, obligó a la Unión Soviética a intervenir en favor de la República, aunque su ayuda militar, con ser importante, no llegó al nivel de eficacia de la alemana. A pesar de todo, gracias ella se pudo armar a las famosas Brigadas Internacionales. Mientras tanto, los gobernantes republicanos no cejaron hasta el último momento en su empeño de presentar la tragedia española como una advertencia, que acabaría materializándose pocos meses después, de lo que iba a suceder en Europa de manera inminente:
"Los argumentos de la República eran simples, quizá demasiado simples: su gobierno, que había sido elegido democráticamente en febrero de 1936, había sufrido un golpe de estado a cargo de generales reaccionarios apoyados por las dictaduras del Eje. La República luchaba por la causa de la democracia, la libertad y la ilustración contra el fascismo. Aunque entonces y más tarde todos estos argumentos se defendieron con vehemencia, las propias credenciales democráticas de la izquierda dejaban mucho que desear, como había demostrado palmariamente su rebelión contra un gobierno legal en octubre de 1934. Los partidarios de la República no constataron tampoco lo que era obvio, es decir que la derecha, amenazada por la extinción por la izquierda y por una situación prerrevolucionaria en la primera mitad de 1936, tenía que reaccionar. Los indecibles horrores de la guerra civil rusa y el sistema soviético de opresión que surgió de ella - la dictadura del proletariado que había pedido Largo Caballero - constituían una lección difícil de olvidar."
Pero los verdaderos perdedores de la contienda fueron los civiles. Ambos bandos fueron responsables de matanzas injustificables, pero la República al menos podía alegar que en su caso las habían protagonizado elementos fuera de su control, porque en este aspecto la actuación de los franquistas fue infinitamente más cruel y sistemática, prolongándose muchos años después de finalizados los combates. Esta realidad alejó todavía más la posibilidad de llegar a un acuerdo entre dos bandos absolutamente irreconciliables que solo podían sobrevivir si aniquilaban al contrario, por lo que los combates fueron absolutamente crueles y con pocas muestras de piedad por ambas partes. Como si de una maldición se tratara un conflicto ya tan distante en el tiempo sigue presidiendo muchos de nuestros debates políticos, como si fuera una historia que jamás va a estar definitvamente escrita, puesto que fue alimentada por infinitas cantidades de odio que todavía hoy no se han disipado del todo.
Con el precedente de otras revoluciones sangrientas, como en Rusia y en México, era difícil que las democracias apoyaran a la República. Aunque Manuel Azaña tuviera cierto prestigio como humanista liberal, la realidad era que el terror practicado por las milicias de la república durante meses se había hecho inevitable y parecía difícil que una victoria republicana diera lugar a una reconstitución de los ideales democráticos de 1931.
ResponderEliminarPor otra parte, no se menciona en la reseña un factor importante de la victoria franquista: los mercenarios marroquíes que usó Franco, que eran más numerosos que todas las Brigadas Internacionales y suponían una infantería de asalto muy eficaz. A estos marroquíes había que sumar las tropas italianas -no tan ineficientes como se suele decir-, la Legión Condor y voluntarios fascistoides de muy variado origen que, todos juntos, https://en.wikipedia.org/wiki/International_response_to_the_Spanish_Civil_War parece que sumaban casi 20.000 hombres, es decir, casi la mitad que todas las Brigadas Internacionales en apoyo a la república.