El gran mérito de En busca del arca perdida es la recuperación de ese cine de aventuras de las sesiones matinates - en nuestro caso, de las películas que podía emitir Tve los sábados por la tarde - y presentarnos al héroe definitivo de las mismas, un personaje que parece salido de los mejores sueños de los amantes del cómic de tiras de prensa. Indiana Jones es una especie de Superman que se transforma en un tímido intelectual cuando se pone sus gafas de profesor, pero que esconde un alma intrépida que da todo de sí cuando se encuentra a la búsqueda de alguna reliquia arqueológica. Ésta, su carta de presentación, es una película maravillosamente dotada de un ritmo frenético de principio a fin. No importa que muchas de sus escenas sean absolutamente inverosímiles, la magia de Spielberg consiste en que nos dé exactamente igual y que pidamos más espectáculo. Ahora uno no puede imaginarse a otro intérprete mejor para el protagonista que Harrison Ford, aunque Tom Selleck fuera la primera elección de los productores. Indy estaba hecho para Ford y Ford para Indy, hasta el punto de que ahora, con casi ochenta años a sus espaldas, está a punto de estrenar su última interpretación del aventurero. No obstante, para mí la película verdaderamente redonda de la trilogía no es ésta, sino la tercera, en la que se ahonda en el pasado de Jones y la coprotagoniza con su propio padre. Ver En busca del arca perdida es asomarse al origen de uno de los grandes mitos de la historia del cine, que sigue aglutinando a hordas de seguidores.
P: 9
No hay comentarios:
Publicar un comentario