Lo primero que va a sentir Hiroshi en esta nueva-antigua realidad es el calor de su familia, un sentimiento que permanecía olvidado en lo más profundo de su alma y que ahora renace con fuerza, haciéndole comprender lo feliz que fue en aquella época. Aunque desconcertado al principio, creyendo que es víctima de un extraño sueño, el protagonista no tiene más remedio que aceptar lo que le ha sucedido y tratar de disfrutar de la situación. En cierto modo para él es un alivio no tener más responsabilidades que las derivadas del curso escolar. Como es lógico, el cambio de personalidad de Hiroshi va a ser captado por sus compañeros, convirtiéndose así a sus ojos en una especie de ser extraño, poseedor de una experiencia vital que no corresponde con un joven de su edad.
La lectura de esta obra maestra de Taniguchi constituye una auténtica delicia accesible también a cualquier lector que no esté acostumbrado al cómic. Se trata de de una historia muy emotiva que, aunque transcurra en Japón y a veces esté influida por valores propios de aquel país, apela a sentimientos universales: la sencilla felicidad de la rutina familiar, las oportunidades perdidas del pasado y, por encima de todo ello, el sentido de nuestro lugar en el mundo frente a la tentación de considerar la existencia como un absurdo. Además, cualquiera que se acerque a Barrio lejano, además de sentirse plenamente identificado con el protagonista, va a disfrutar de la deliciosa armonía entre un guión perfecto y un dibujo a la vez sublime y delicado.
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