sábado, 30 de noviembre de 2013

MI PLANTA DE NARANJA LIMA (1968), DE JOSÉ MAURO DE VASCONCELOS. SANGRE, INOCENCIA Y LÁGRIMAS.

José Mauro de Vasconcelos y sobre todo Mi planta de naranja lima, su obra más conocida, han tomado nuevo impulso en España gracias al éxito de la edición de la misma que ha realizado recientemente Libros del Asteroide. La vida del protanista de la novela y la del escritor brasileño tienen muchos puntos en común. Una infancia pobre es algo que deja marcado para toda la vida, pero Vasconcelos no escribe, ni mucho menos, para ajustar cuentas con el pasado, sino que lo evoca de una manera casi poética, aunque dejando atisbar al lector las zonas más umbrías de la miseria.

Porque hay mucho de idealización de la pobreza en Mi planta de naranja lima, una pobreza vivida por gente noble y trabajadora, muy alejada de la idea que tenemos hoy día de la vida en las favelas brasileñas, marcada por el tráfico de drogas y la violencia. Zezé lo pasa mal, asume responsabilidades que no corresponden a un niño de cinco años, pero asiste a la escuela y puede soñar con una mejora futura de su situación, ya que quienes le rodean son en general gente honesta y que intenta salir adelante con su trabajo. La de Vasconcelos es una visión muy digna de la pobreza, a veces casi paternalista. Nunca habla de injusticias sociales, porque tampoco casarían con el punto de vista un chiquillo.

Y es que es Zezé y su visión del mundo los que asumen el peso del relato. Zezé es un chiquillo muy vivo, noble y de buen corazón, pero que no puede evitar que a veces se le meta dentro el demonio, como él mismo dice y organizar travesuras que suelen terminar peor para él (por las tremendas palizas que recibe) que para sus víctimas. Pero la principal característica del protagonista es la dulzura de su discurso, derivada de su inocencia incorruptible. Porque Zezé no es más que un niño al que le falta una pizca de cariño para ser feliz, algo que va a encontrar en su amigo el Portugués, un adulto que hará durante un tiempo de sustituto de su padre. 

Así pues, añadiendo algunas pinceladas de sordidez, Mi planta de naranja lima es un relato muy edulcorado, que no llega a los límites de lo empalagoso gracias al oficio literario de Vasconcelos. Un retrato amable de la pobreza en el que no hace falta escarbar mucho para encontrar dosis de crueldad. A mí me parece que lo más triste de todo es que hoy día sería muy difícil escribir una novela así ambientada en las favelas. 

1 comentario:

  1. me parece una excelente reflexion me ayudo realmente una gran pagina!!! :)

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