lunes, 16 de septiembre de 2013
LA MUJER QUE LLORA (2013), DE ZOÉ VALDÉS. SOBREVIVIR A PICASSO.
Viviendo en Málaga uno no puede sustraerse a la influencia de Picasso, que nació aquí como por accidente, ya que nunca mostró especial amor o vinculación a esta ciudad. A veces parece que la programación cultural malagueña esté diseñada casi en exclusiva para rendir pleitesía al gran genio. Ciertamente, la creación de su museo ha dado buenos réditos a la ciudad, pero por contra, desplazó al limbo a la más que digna colección del Museo de Bellas Artes que le precedió en el edificio del Palacio de Buenavista, como si el pintor malagueño eliminara con su sola presencia cualquier atisbo de competencia artística.
La novela de Zoé Valdés, con la que seguramente mantendremos un encuentro enmarcado en los actos del Octubre picassiano, se centra en la relación de Picasso con Dora Maar, fotógrafa y pintura surrealista que mantuvo una relación casi masoquista con el artista, que la dejó marcada de por vida:
"Pablo Picasso era más grande que Dios. ¿Cómo podía ella no ofrendarle toda su fe? Le dio su vida. Y él hizo con su vida lo único que sabía hacer, la desangró y con su sangre la pintó. La mujer que llora, que llora, que llora... Con letanía... la palabra "llora" retumbó en el techo morisco calado y repujado en rojo y dorado."
El discurso de Dora Maar que se inserta constantemente en la narración de la novelista cubana parece una letanía de justificaciones, una eterna tortura en el alma de la artista, que intenta dar sentido a sus años de amor y odio pasados junto al malagueño. Un Picasso que, al parecer, disfrutaba haciendo sufrir a su amante, despreciando su talento, organizando orgías en las que ella solo podía mirar, no participar, haciéndole regalos envenenados... Pero ella, como todos los que se acercaron a Picasso, no podía sino aguantar los continuos desaires en pos del intenso amor que decía sentir - aún años después de haber sido abandonada por él - por quien, después de todo, consideraba un genio más allá de lo divino o lo humano.
Así les sucede también a los otros dos personajes, James Lord y Bernard Minoret, que realizan un extraño viaje a Venecia junto a Dora Maar en el que la sombra de Picasso parece seguirles, burlona, a cada paso que dan. Un Picasso evocado como un ser superior, una fuerza de la naturaleza en lo artístico y un minotauro cuando descarga su energía sexual. Zoé Valdés consigue su objetivo de reivindicar a la artista parisina, aunque en ningún momento logra que el lector sienta que fue algo más que un mero apéndice del universo picassiano, un juguete roto en manos de un artista que la moldeó a su gusto para finalmente arrojar los restos a la basura.
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En la novela uno no se entera mucho de por qué Picasso era tan genial, sólo se habla del sufrimiento de la tal Dora, de cuya personalidad tampoco sacamos mucho en claro, y unos personajes secundarios que tampoco tienen mucha sustancia.
ResponderEliminarAsí que la cosa queda como una incoherente relación de anécdotas propias de la mitomanía y el famoseo. Malo malo. No recomendable.
Bastante de acuerdo con tus apreciaciones. No aporta gran cosa la novela de Valdés, más bien son un par de días que se reiteran durante muchas páginas...
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