No soy aficionado a la Fórmula 1. No sé quien lidera el Mundial en este momento ni me importa si Fernando Alonso hace o no podio. Pero, como amante del cine, me llamó la atención que Ron Howard (del que recientemente disfruté la magnífica El desafío, Frost contra Nixon) hubiera filmado una película acerca de la rivalidad entre dos grandes pilotos en la edad de oro de la Fórmula 1: los años setenta, cuando correr era un deporte de alto riesgo y no era raro que se produjeran accidentes mortales, lo que, supongo, era muy morboso para cualquier seguidor de este deporte.
Lo que cuenta Rush - y lo hace de manera magistral - es la relación amor-odio que se estableció en los circuitos entre el austriaco Niki Lauda y el inglés James Hunt. Sus personalidades no pueden ser más antagónicas. El inglés era un tipo extrovertido, mujeriego, de comportamiento frívolo, que parecía correr más por diversión que por otra cosa. Niki Lauda era un hombre calculador, antipático y poco sociable. Él corría porque se consideraba a sí mismo el mejor y quería demostrárselo al mundo (demostrárselo a sí mismo no le hacía ninguna falta). Para Lauda las carreras eran un reto contínuo y una forma de vida, una forma de ganar dinero. Por eso consideraba que la felicidad vital era un obstáculo para sus objetivos, por lo que intentaba evitarla. Su entera existencia estaba consagrada a diseñar el mejor vehículo y a entrenar obsesivamente. Su momento más dramático, el famoso accidente que casi le cuesta la vida, fue para él una especie de incidencia molesta, cuya consecuencia más grave no fue quedar deforme para el resto de su vida, sino perderse algunas carreras y dejar que Hunt se le acercara en la clasificación. La escena en la que Lauda vuelve a correr, tan solo mes y medio después del accidente resulta realmente inquietante. ¿Qué es lo que hace que este hombre continúe como si nada donde cualquier otra persona hubiera tirado la toalla? Realmente la temporada de 1976 fue un acontecimiento épico y esto Howard lo sabe transmitir muy bien.
Rush es una película con muchos aspectos destacables. El primero de ellos, la dirección de Howard, que transmite toda la emoción y el peligro de las carreras filmando este deporte de una manera absolutamente espectacular. El segundo, el guión de Peter Morgan, muy equilibrado a la hora de retratar la intimidad y la personalidad de ambos corredores, no tomando partido por ninguno. Los mejores momentos son los breves instantes en los que ambos contendientes se miran, conversan y se insultan. Parece que hay una actitud hostil entre ambos, pero en realidad se trata de respeto y reconocimiento. El tercer aspecto a destacar es la soberbia interpretación de Chris Hemsworth y Daniel Brühl, que se apropian de sus personajes (y no solo por el parecido físico de ambos) y saben otorgarles la necesaria profundidad para que el espectador se interese por ellos. Quizá estemos ante la película definitiva sobre el mundo de la Fórmula 1 y las carreras en general.
La estrecha línea entre el amor y el odio, la admiración y la envidia son evidentes en esta película... me enamora...
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