Se trata de una película que yo andaba esperando desde hace tiempo. Desde siempre he sido un devoto de la obra de Hergé. Los álbumes de Tintín tienen la peculiaridad de que se dejan leer muchas veces sin perder ni un ápice de su calidad original. Que los haya adaptado alguien como Steven Spielberg, de quien dijo Hergé que era el más indicado para hacerlo, constituye toda una garantía. Yo disfruté anoche como un niño. Aquí el artículo:
Como sucede con tantas series y personajes que han terminado haciéndose mundialmente famosas, las aventuras de Tintín comenzaron en 1929 de la manera más humilde: se trataba de un serial en forma de cómic que se iría publicando por entregas en el suplemento infantil del periódico Le Vingtième Siècle. En Tintín en el país de los soviets, primera aventura del reportero, Georges Remí Hergé improvisaba una serie de peripecias de un joven periodista que viajaba a la joven Unión Soviética y terminaba desenmascarando sus males. Se trataba, en comparación con obras maestras posteriores, de un dibujo y narrativa todavía muy primitivas.
Con el tiempo, y ante el éxito de Tintín, Hergé iría afinando los argumentos, documentándose profusamente acerca de los lugares que visitaba el protagonista y desarrollando una serie de estupendos secundarios, factores que serían clave para hacer de Tintín una serie modélica. También se ha hecho famoso el peculiar estilo de dibujo de Hergé, que creó escuela en el cómic francobelga: la línea clara, que se caracteriza por la perfecta definición de sus figuras.
Todavia los primeros álbunes de Tintín adolecen de argumentos demasiado simples e inverosímiles, donde el reportero es una especie de superhéroe que a base de tesón y voluntad resuelve los más intrincados problemas. Además, sigue de actualidad la polémica acerca de la ideología de Hergé, del racismo y elogio del colonialismo de Tintín en el Congo a las acusaciones de colaboracionismo con el invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial. De todo ello se arrepentiría Hergé posteriormente. Un libro imprescindible para conocer la trayectoria de este autor es Conversaciones con Hergé, de Numa Sadoul.
Llevar las aventuras de Tintín al cine ha sido el sueño de directores tan variopintos como Alain Resnais, Philippe de Broca, Roman Polanski o Jean-Pierre Jeunet, pero ya el mismo Hergé había dejado dicho, poco antes de su muerte, que consideraba a Steven Spielberg como el único director que podía hacer justicia a su criatura. Antes de la película que comentamos, hubo un par de intentos dirigidos por el francés Jean-Jacques Vierne El misterio del Toisón de oro y Tintín y el misterio de las naranjas azules (ambientado en Valencia) que resultaron francamente penosos. El personaje parecía no tener el mismo magnetismo cuando se traspasaba a la pantalla grande.
La solución que ha adoptado Spielberg, en colaboración con Peter Jackson, es acogerse a las más modernas técnicas de animación por ordenador, capturando los movimientos de actores reales. Así, para el delicado papel de Tintín el elegido fue el joven actor Jamie Bell y para hacer de capitán Haddock, el actor más curtido en este tipo de cine: Andy Serkis. Los títulos de crédito son toda una declaración de amor y respeto al cómic original, donde el espectador puede observar, entre sombras y luces, la que ha sido la vida de Tintín hasta el momento de comenzar la película: un joven aventurero que arriesga continuamente su vida, junto a su perro Milú y que ha adquirido fama entre sus conciudadanos gracias a los reportajes que escribe acerca de sus propias viviencias.
Tintín es presentado en la misma situación que el comienzo del álbum El secreto del Unicornio: visitando un mercadillo de antigüedades donde comprará la reproducción del barco que disparará los resortes de la aventura. Pero antes hemos tenido ocasión de contemplar otro homenaje de Spielberg a Hergé: el artista que dibuja un retrato a Tintín es su mismo creador. A partir de ahí el personaje traspasa las fronteras del cómic, pero inmerso en el mundo irreal de la animación por ordenador. Casi como si los personajes cobraran vida.
Hay que decir que la película de Spielberg ha logrado captar casi plenamente el espíritu de los cómics. El protagonista se mueve en una conseguida atmósfera por la Bruselas de los años cuarenta-cincuenta y se mantiene el sentido del humor del original. Se ha realizado una inteligente adaptación de los álbumes El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, tomando lo mejor de cada uno de ellos para hilvanar una historia que mantiene pegado a la butaca en todo momento al espectador. Quizá en algunas escenas el director ha abusado de un dinamismo más propio de la serie de Indiana Jones que de la Hergé, pero tampoco desentona demasiado en el resultado final.
Uno de los puntos que menos puede gustar a los amantes del cine es el poco desarrollo de personajes que encontramos en esta película. En realidad, Tintín ha sido siempre un protagonista bastante extraño, en el sentido de que se trata de una criatura demasiado perfecta, lo cual puede repeler a algunos espectadores. En Tintín en el Tíbet los lamas se dirigen a él como Corazón puro. Sólo en su última aventura, Tintín y los pícaros, encontramos a un Tintín diferente, un personaje hastiado de viajar que, en principio, se niega a acompañar al capitán Haddock a un destino que él considera una trampa.
Los secundarios son otra cosa. Aunque este papel lo ejercía hasta entonces Milú, la irrupción de Haddock en las aventuras supuso una auténtica revolución, pues el héroe podía tener a partir de entonces un contrapunto en este capitán alcohólico, pedenciero y poseedor de la colección de insultos más amplia de la historia del cómic, pero cuya amistad con Tintín será inquebrantable desde primera hora. Aún realizando su aparición estelar los imprescindibles Hernández y Fernández, se echa de menos al profesor Tornasol, prototipo del científico distraido, al que seguramente se verá en la segunda parte.
En síntesis, la película de Spielberg, ha hecho justicia al universo de Tintín y constituye un perfecto espectáculo muy respetuoso con el cómic y repleto de guiños que harán las delicias de los que conocen ya la fuente original. El espectador, al final de la cinta, siente que se ha vivido durante dos horas en un cómic de Hergé y queda emplazado para seguir a Tintín en nuevas aventuras en el futuro.
Como sucede con tantas series y personajes que han terminado haciéndose mundialmente famosas, las aventuras de Tintín comenzaron en 1929 de la manera más humilde: se trataba de un serial en forma de cómic que se iría publicando por entregas en el suplemento infantil del periódico Le Vingtième Siècle. En Tintín en el país de los soviets, primera aventura del reportero, Georges Remí Hergé improvisaba una serie de peripecias de un joven periodista que viajaba a la joven Unión Soviética y terminaba desenmascarando sus males. Se trataba, en comparación con obras maestras posteriores, de un dibujo y narrativa todavía muy primitivas.
Con el tiempo, y ante el éxito de Tintín, Hergé iría afinando los argumentos, documentándose profusamente acerca de los lugares que visitaba el protagonista y desarrollando una serie de estupendos secundarios, factores que serían clave para hacer de Tintín una serie modélica. También se ha hecho famoso el peculiar estilo de dibujo de Hergé, que creó escuela en el cómic francobelga: la línea clara, que se caracteriza por la perfecta definición de sus figuras.
Todavia los primeros álbunes de Tintín adolecen de argumentos demasiado simples e inverosímiles, donde el reportero es una especie de superhéroe que a base de tesón y voluntad resuelve los más intrincados problemas. Además, sigue de actualidad la polémica acerca de la ideología de Hergé, del racismo y elogio del colonialismo de Tintín en el Congo a las acusaciones de colaboracionismo con el invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial. De todo ello se arrepentiría Hergé posteriormente. Un libro imprescindible para conocer la trayectoria de este autor es Conversaciones con Hergé, de Numa Sadoul.
Llevar las aventuras de Tintín al cine ha sido el sueño de directores tan variopintos como Alain Resnais, Philippe de Broca, Roman Polanski o Jean-Pierre Jeunet, pero ya el mismo Hergé había dejado dicho, poco antes de su muerte, que consideraba a Steven Spielberg como el único director que podía hacer justicia a su criatura. Antes de la película que comentamos, hubo un par de intentos dirigidos por el francés Jean-Jacques Vierne El misterio del Toisón de oro y Tintín y el misterio de las naranjas azules (ambientado en Valencia) que resultaron francamente penosos. El personaje parecía no tener el mismo magnetismo cuando se traspasaba a la pantalla grande.
La solución que ha adoptado Spielberg, en colaboración con Peter Jackson, es acogerse a las más modernas técnicas de animación por ordenador, capturando los movimientos de actores reales. Así, para el delicado papel de Tintín el elegido fue el joven actor Jamie Bell y para hacer de capitán Haddock, el actor más curtido en este tipo de cine: Andy Serkis. Los títulos de crédito son toda una declaración de amor y respeto al cómic original, donde el espectador puede observar, entre sombras y luces, la que ha sido la vida de Tintín hasta el momento de comenzar la película: un joven aventurero que arriesga continuamente su vida, junto a su perro Milú y que ha adquirido fama entre sus conciudadanos gracias a los reportajes que escribe acerca de sus propias viviencias.
Tintín es presentado en la misma situación que el comienzo del álbum El secreto del Unicornio: visitando un mercadillo de antigüedades donde comprará la reproducción del barco que disparará los resortes de la aventura. Pero antes hemos tenido ocasión de contemplar otro homenaje de Spielberg a Hergé: el artista que dibuja un retrato a Tintín es su mismo creador. A partir de ahí el personaje traspasa las fronteras del cómic, pero inmerso en el mundo irreal de la animación por ordenador. Casi como si los personajes cobraran vida.
Hay que decir que la película de Spielberg ha logrado captar casi plenamente el espíritu de los cómics. El protagonista se mueve en una conseguida atmósfera por la Bruselas de los años cuarenta-cincuenta y se mantiene el sentido del humor del original. Se ha realizado una inteligente adaptación de los álbumes El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del Unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo, tomando lo mejor de cada uno de ellos para hilvanar una historia que mantiene pegado a la butaca en todo momento al espectador. Quizá en algunas escenas el director ha abusado de un dinamismo más propio de la serie de Indiana Jones que de la Hergé, pero tampoco desentona demasiado en el resultado final.
Uno de los puntos que menos puede gustar a los amantes del cine es el poco desarrollo de personajes que encontramos en esta película. En realidad, Tintín ha sido siempre un protagonista bastante extraño, en el sentido de que se trata de una criatura demasiado perfecta, lo cual puede repeler a algunos espectadores. En Tintín en el Tíbet los lamas se dirigen a él como Corazón puro. Sólo en su última aventura, Tintín y los pícaros, encontramos a un Tintín diferente, un personaje hastiado de viajar que, en principio, se niega a acompañar al capitán Haddock a un destino que él considera una trampa.
Los secundarios son otra cosa. Aunque este papel lo ejercía hasta entonces Milú, la irrupción de Haddock en las aventuras supuso una auténtica revolución, pues el héroe podía tener a partir de entonces un contrapunto en este capitán alcohólico, pedenciero y poseedor de la colección de insultos más amplia de la historia del cómic, pero cuya amistad con Tintín será inquebrantable desde primera hora. Aún realizando su aparición estelar los imprescindibles Hernández y Fernández, se echa de menos al profesor Tornasol, prototipo del científico distraido, al que seguramente se verá en la segunda parte.
En síntesis, la película de Spielberg, ha hecho justicia al universo de Tintín y constituye un perfecto espectáculo muy respetuoso con el cómic y repleto de guiños que harán las delicias de los que conocen ya la fuente original. El espectador, al final de la cinta, siente que se ha vivido durante dos horas en un cómic de Hergé y queda emplazado para seguir a Tintín en nuevas aventuras en el futuro.
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