En 1996 el profesor de Harvard Daniel Jonah Goldhagen publicó su estudio "Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto", que sembró una gran polémica al responsabilizar a buena parte del pueblo alemán de lo que sucedió bajo el gobierno de Hitler, ya sea por activa o por pasiva. Es muy difícil llevar a cabo un crimen de esas dimensiones a las espaldas de todo el mundo. Posteriormente otro libro "Yo no. El rechazo del nazismo como actitud moral", de Joachim Fest, en el que reivindicaba la honradez de muchas personas y familias que no se dejaron seducir por el nazismo y sufrieron represalias por ello.
Yo me temo que hubo más individuos pertenecientes al primer grupo que al segundo. El poder siempre es muy seductor y más cuando dicta que eres miembro de una raza superior y te concede inmensos privilegios por ello. Esto es lo que le sucede al protagonista de esta película, un profesor de literatura que, agobiado por su situación familiar escribe una novela que aboga por la eutanasia. La obra llega a manos de las más altas instancias, que se interesan por el escritor, un intelectual que puede dar prestigio a las ideas del nuevo régimen (esta clase de regímenes siempre ha gustado de tener a su lado a pensadores que fundamenten su doctrina). Lo que se le ofrece al escritor Halder, presentado como una persona bondadosa y afable, es un auténtico pacto con el diablo: vender su alma a cambio de fama y prosperidad personal, entrando en la intelectualidad de las SS.
Como no podía ser de otra manera, Halder tiene un amigo judío, representante de los perseguidos por el régimen, pero eso no le va a hacer renunciar a su pedacito de poder. La mente humana es manipulable y a veces se niega a ver la realidad cuando un entorno le favorece. Es muy difícil resistir cuando todo conspira para hacerte ver que la razón está entre quienes ostentan el poder, que se muestran ante el pueblo como los garantes de la ley y el orden. Pocos alemanes se opusieron y los que lo hicieron arriesgaban sus vidas en un entorno absolutamente hostil. Era más fácil dejarse llevar por la marea y dejar la moral individual para abrazar la de la masa.
Lo que sostiene a la película de Amorim, demasiado poco ambiciosa en su planteamiento, es la soberbia actuación de Viggo Mortensen, que es capaz de transmitir todos los matices de un papel muy difícil. A veces parece una realización más concebida para la televisión que para el cine, pero los temas que trata son tan interesantes (son los asuntos morales que han marcado el siglo XX) que merece la pena visionarla. ¿Qué hariamos nosotros en una situación similar a la del protagonista? Mejor no pensarlo.
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