Todavía, hasta enero, puede visitarse en Granada la muestra dedicada a este artista desconcertante, creador de realidades francamente inquietantes, como si estuviera en posesión del secreto de nuevas dimensiones.
La decoración de la Alhambra fue una de las grandes inspiraciones de Escher, lo que justifica la exposición en esta ciudad. Sin embargo, yo me atrevería a decir que al artista holandés el mundo entero le servía de motivo. Sus primeros grabados son más convencionales, paisajes y ciudades, pero poco a poco, mientras el visitante recorre la muestra, los dibujos se van haciendo más inverosímiles: pájaros que se transforman en peces, escaleras en las que no se puede dejar nunca de subir, manos que se dibujan a sí mismas, formas tridimensionales, arquitecturas imposibles...
Cuando era pequeño los grabados de este artista me producían la fascinación de lo que nunca se llega a comprender, aunque nos parezca que la solución está al alcance de la mano. Ahora he vuelto a sentirme un niño ante esta fantástica exhibición de imaginación y precisión en el trazo. Y el lugar de la muestra no puede ser mejor: el magnífico Parque de las Ciencias de Granada, un lugar donde uno puede perderse todo el día e imbuirse en la maravilla del conocimiento.
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