jueves, 18 de agosto de 2011
MARNIE LA LADRONA (1964), DE ALFRED HITHCOCK. MATRIMONIO ORIGINAL.
Esta es una de esas películas que ví hace muchos años de la que apenas me quedan recuerdos más allá de algunas imágenes (una aterrada Tippi Hedren viendo el mundo teñido de rojo) y que tenía muchas ganas de volver a visionar, ya que no lograba determinar si en aquellos años me gustó o no.
Entre otras cosas el llamativo cartel de la película promete sexo. Promesa engañosa pues sexo es precisamente lo que no va a encontrar Mark (Sean Connery) cuando se case con Marnie, aún a sabiendas de que se trata de una mujer extraña, una ladrona compulsiva que se encuentra en una huida permanente, tanto de los demás como de sí misma.
Lo que más me ha llamado la atención es la relación matrimonial que se establece entre estos dos seres tan distintos. Mark es un millonario que parece mimado por la vida. Su atracción por Marnie no puede derivar más que de un deseo de dominio sobre un ser del que conoce todas las debilidades y al que, además, encierra en una cárcel dorada, pues una palabra suya podría llevarla a la cárcel, pero a la de verdad.
Desde el principio está claro que Marnie es un ser atormentado. La respuesta a sus angustias está claramente, tratándose de Hitchcock, en las páginas de Freud. ¡Cuanto debe el genial cineasta a sus lecturas del vienés! Aunque para algunos críticos "Marnie la ladrona" comparte podio con algunas de las obras maestras del director británico como "La ventana indiscreta" o "Psicosis", para mí está un par de escalones por debajo, lo cual quiere decir que se trata de una maravillosa película, pero no alcanza la perfección, quizá por su excesiva duración o por la falta de momentos memorables como los que abundan en las dos obras anteriormente citadas. Aún así, "Marnie" sigue siendo una pieza imprescindible en la filmografía de uno de los mejores directores de la historia del cine.
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