miércoles, 17 de agosto de 2011

HOOLIGANS (2005), DE LEXI ALEXANDER. LOS FALSOS HÉROES.


Comencé a ver esta película estimulado por las buenas críticas que encontré en internet. Esperaba una especie de estudio sociológico de esa plaga que son los ultras futbolísticos, esos aspirantes a héroes que ahogan sus frustraciones diarias desahogándose los domingos en un estadio de fútbol, creyendo que sus gritos de energúmeno son vitales para dar aliento a su equipo y, lo que es peor, que tienen el deber sagrado de enfrentarse físicamente con sus equivalentes del equipo rival, no dándose cuenta de que los necesita para justificar su existencia.

Esta plaga es especialmente virulenta en Inglaterra, cuyos hooligans, enardecidos por litros y litros de cerveza son especialmente peligrosos. La película de Alexander nos presenta a su protagonista (Elijah Wood) cuando es expulsado injustamente de la prestigiosa Universidad de Harvard, donde le quedaba muy poco para graduarse en periodismo. El muchacho aprovecha entonces para visitar a su hermana en Londres y conoce al hermano de su cuñado, un líder hooligan, por el cual queda rápidamente fascinado.

Y este es el primer error de la película a mi modo de ver. Que un americano al que suponemos culto y civilizado se transforme de la noche a la mañana en un hooligan es algo demasiado radical como para ser creíble. Y menos creible aún es que el pequeño Wood se meta en las más violentas peleas entre hinchas y salga triunfante, apenas con un labio roto y enardecido por la experiencia.

La película acierta al retratar el fútbol, el deporte, como algo secundario para esta gente, como una mera excusa para tener enemigos y desahogar la violencia. Lo malo es que más que condenar esta actitud, "Hooligans" parece justificarla, presentando a los hinchas como defensores de una forma de vida basada en la lealtad absoluta al grupo, que a su vez se basa en el odio al enemigo. Una especie de pensamiento militar pero sin tanta disciplina, válido solo para los fines de semana, pues el resto del tiempo los miembros del clan se dedican a sus respetables oficios: profesores, pilotos...

Lo más gracioso de todo es que cuando alguien muere (lo más lógico del mundo en peleas tan brutales) se busque algún chivo expiatorio al que culpabilizar. El líder del clan rival perdió a su hijo de doce años en una de estas refriegas y el muy imbécil, en vez de darse cuenta de que su conducta ha sido criminal e irresponsable al implicar a su hijo en sus canalladas, se dedica a buscar venganza en la horda rival. El final, que no voy a desvelar aquí, es patético y confirma, para cualquier espectador con dos dedos de frente, que estos personajes no merecen ni siquiera el nombre de animales, pues estariamos desairando a los miembros del reino animal. Más bien se les podría llamar cabezas huecas, siendo el protagonista el más idiota de todos ellos pues, con todos los encantos que ofrece Londres para el visitante, elige la peor de las compañías para su estancia.

Pronto comenzará de nuevo la liga y la irracionalidad de los hinchas encontrará nuevas justificaciones para cometer desmanes. Por suerte en España el asunto parece últimamente más controlado, pero mejor no bajar la guardia. Ya sabemos que la esencia del pan y circo son las fieras.

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