Sin abandonar nunca los temas sociales que más le interesan, el incombustible Ken Loach sigue entregándonos películas con gran regularidad. Salvo excepciones como "Tierra y libertad", las realizaciones de Loach suelen retratar a individuos contemporáneos pertenecientes a los estratos obreros más humildes de Gran Bretraña en su lucha cotidiana por la supervivencia, personajes maltratados por la vida, hijos de un tatcherismo que les dejó un legado basado en la desaparición progresiva de sus derechos sociales.
El protagonista de esta historia vive en Manchester. Separado por dos veces, convive con los conflictivos hijos adolescentes de su anterior pareja, que le ningunean y se pasan por el forro su presunta autoridad en el hogar. Uno de estos muchachos le va a meter en graves problemas, relacionados con el chulo del barrio y una pistola homicida que debe guardar en su propia casa.
Una aclaración antes de continuar: los problemas cotidianos nos abruman a todos en mayor o menor medida y casi todos contamos con una válvula de escape para evadirnos e incluso dejar de ser nosotros mismos por un rato. En mi caso son los libros y películas. En el caso de Eric Bishop, como el de tantos otros, por cierto, es el fútbol. Tratándose de Manchester, su ídolo no podía ser otro que Cantona (Beckham no hubiera valido, es demasiado pijo como para hacerse cargo de los problemas de un proletario), así que, al igual que a Woody Allen en "Sueños de seductor" se le aparecía el mismísimo Humphrey Bogart para ofrecerle consejos amorosos, a Eric se le aparece Cantona para aconsejarle acerca de como hacer frente a sus graves problemas.
Y, contra todo pronóstico, Cantona resulta ser lo mejor de la función. Su fuerte presencia luce perfectamente en pantalla y se hace creible a través de su propio carisma. Sus frases, dignas de los más gastados manuales de autoayuda adquieren una extraña fuerza solo por ser él quien las pronuncia.
Loach ha conseguido en su película un perfecto equilibrio entre comedia y tragedia, además de permitirse un discurso acerca del fútbol como mitigador de tensiones (ciertamente, un estadio es prácticamente el único lugar donde uno puede gritar a pleno pulmón sin que le detengan por escándalo público) La resolución final resulta francamente sorprendente y divertida: es la única solución posible al conflicto del protagonista y un hermoso canto a la amistad.
Miguel, el artículo sobre la película está muy bien documentado. Estoy de acuerdo contigo en lo que cuentas al fina, que es un hermoso canto a la amistad.
ResponderEliminarSaludos
L;)
Sí, al final resulta que, como dice el refrán, la unión hace la fuerza. Me alegro de que te haya gustado.
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