jueves, 28 de abril de 2011

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS (1949), DE WILLIAM GOLDING. EL PENSAMIENTO SALVAJE.


La tercera vez que leo este clásico del siglo XX. Y son pocas, porque este libro admite muchas más. Esta ha sido la más interesante, con diferencia, por el debate que sostuvimos en el club de lectura de la Biblioteca Provincial. Gran parte del artículo se lo debo a las ideas de mis compañeros. A quien tenga esta laguna, le recomiendo encarecidamente la lectura de esta novela, uno de los retratos más certeros que se han escrito acerca de la naturaleza humana:

William Golding es uno de esos autores que es conocido sobre todo por una sola obra. "El señor de las moscas" es una fábula tan universal y ha seducido a tantas generaciones de lectores que ha eclipsado al resto de su interesante obra, siempre dominada por un acusado simbolismo y la batalla permanente entre el dualismo bien-mal, en la que suele imponerse este último, ya que toda las narraciones de Golding están impregnadas de un hondo pesimismo. Las razones por las que el autor británico fue merecedor del Premio Nobel fueron explicadas por el propio Comité en esta nota:

"Las novelas e historias de William Golding no son sólo sombrías enseñanzas morales u oscuros mitos sobre el mal y las fuerzas de traición y destrucción. También son relatos llenos de aventuras y color que pueden ser disfrutados como tales, por su alegre narrativa, inventiva y emoción. Sus obras, con la perspicacia de la narrativa realista, y la diversidad y universalidad del mito, iluminan la condición humana del mundo actual".

El planteamiento de "El señor de las moscas" no puede ser más cruel: un avión se estrella en una isla desierta. Los adultos fallecen y solo sobrevive un grupo de niños de diversas edades, pero no mayores de doce años, que deberán organizarse para sobrevivir. En una entrevista ofrecida a James Keating en 1962, Golding resume el punto de partida de sus personajes:

"Son inocentes por naturaleza. Ellos no entienden sus propias tendencias naturales y por lo tanto, cuando llegan a la isla, pueden esperar ilusionados un futuro brillante, porque no comprenden las cosas que los amenazan. Esto me parece a mí la inocencia: supongo que podría casi igualarlo con la ignorancia de los atributos básicos de los hombres, y esto es inevitable en algo que ha nacido y empieza a crecer. Obviamente, no entienden su propia naturaleza".

En este punto, el desarrollo de la novela podría adaptarse a dos soluciones. Por un lado, tendríamos la que postulaba Jean Jacques Rousseau, cuando aseguraba en "Emilio o la educación" que el hombre es bueno por naturaleza, pero es corrompido por la organización social existente. Como los personajes son niños, proyectos de hombre aún no contaminados por los usos sociales, esta podría haber sido la elección de William Golding. De hecho, Julio Verne lo hizo así cuando, setenta años antes, planteó una situación similar en su novela "Dos años de vacaciones". Los niños náufragos de Verne se adaptan perfectamente a la situación y, venciendo todas las dificultades físicas y morales, saben construir una pequeña sociedad para salir adelante con dignidad y salvarse como individuos.

Pero "El señor de las moscas" no es una novela decimonónica. Su autor había sido recientemente testigo de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, lo cual desmoronó su fe en el ser humano. La elección para su novela es la perspectiva de Thomas Hobbes, que en su "Leviatán" escribió que "el hombre es un lobo para el hombre". No hay frase que defina mejor lo que va a suceder en la pequeña comunidad democrática que intentarán organizar al principio los críos, que acabará derivando en el tribalismo más salvaje. El propio autor justifica su visión del ser humano en una entrevista que publicó El País el 25 de septiembre de 1988:

"Sí, yo soy hasta cierto punto un escritor simbolista, y eso me parece muy respetable. Pesimismo... Conozco la guerra: he visto a la humanidad cometer tales crímenes, que un marciano que aterrizase en este mundo se diría: 'Acabemos con esta peste'. Mis novelas se ocupan de eso, porque no creo que se trate de aberraciones exclusivas de mi generación, sino de la humanidad en su conjunto. El escritor debe descubrir la verdad sobre los seres humanos."

Este simbolismo predominante en la obra de Golding se hace patente en sus inolvidables personajes. Ralph representa el talante democrático, el ser racional que aspira a liderar una sociedad organizada cuya principal finalidad sea mantener viva una fogata que sea visible desde lejos para tener la opción de ser rescatados. Su antítesis es Jack, el líder carismático cuyo afán es ser jefe de una tribu de salvajes cuyo objetivo principal es la caza: la posibilidad de comer carne a diario es el principal atractivo de su oferta. Donde Ralph ofrece orden y esperanza, Jack va a ofrecer las ceremonias de iniciación propias del pensamiento salvaje y la falsa libertad que otorga la irresponsabilidad por los propios actos.

Mención aparte merece Piggy, quizá uno de los personajes más humanos de la literatura universal. Desde el principio es consciente de que, a pesar de ser el más inteligente del grupo, su debilidad y su físico le invalidan para liderarlo, por lo que se convierte en el consejero y en la conciencia de Ralph. Quizá es el personaje que más sufre de todos, porque es el más consciente de la deriva catastrófica de la situación en la isla y el más impotente para ponerle remedio. El lector no podrá evitar sentir simpatía y ternura hacia Piggy, el náufrago más inadaptado de todos. Si la caracola que sirve para llamar a las asambleas es una especie de tótem mágico que ha de ser respetado por todos, las gafas de Piggy son lo más parecido a un instrumento científico con que los chicos cuentan, por lo que su destino va a ser particularmente cruel, como restos de la civilización anterior que son.

La deriva del grupo de niños-náufragos hacia la amoralidad y el salvajismo se produce progresivamente. Al principio el más nimio acto de violencia, por lo que son incapaces de acuchillar a un jabalí cercado:

"Sabían muy bien por qué no lo habían hecho: hubiera sido tremendo ver descender la navaja y cortar carne viva; hubiese sido insoportable la vista de la sangre."

Pero bien pronto el instinto se sobrepone a las convenciones sociales, todavía no sólidamente arraigadas en personas tan jóvenes y los escrúpulos se transforman en alegría y orgullo al vencer una batalla en la lucha darwiniana por la supervivencia:

"Su alegría le hacía sentir un generoso deseo de hacerles compartir lo que había sucedido. Su mente estaba llena de recuerdos: los recuerdos de la revelación al acorralar a aquel jabalí combativo, la revelación de haber vencido a un ser vivo, de haberle impuesto su voluntad, de haberle arrancado la vida, con la satisfacción de quien sacia una larga sed."

La nueva sociedad salvaje que se impondrá en la isla estará fundada en un crimen, cuando la fina capa de nuestra cultura, de la que hablaba Freud, quede rasgada y los niños vuelvan a un cruel estado de naturaleza en el que una religión basada en el miedo va a tener suma importancia. La bestia que se oculta en la selva va a ser tan venerada como temida. No en vano el título de la novela hace referencia a Belcebú, uno de los demonios del infierno. Las necesidades quedan reducidas al mínimo indispensable: comida y seguridad:

"La tribu danzaba. En alguna parte, tras aquella rocosa muralla, habría un círculo oscuro, un fuego resplandeciente y carne. Estarían saboreando tanto el alimento como el sosiego de su seguridad."

William Golding escribió con "El señor de las moscas" una de las novelas fundamentales del siglo XX, pues no solo refleja su pesimismo existencial, sino que es un retrato completo de sus obsesiones, entre las que se encontraba sus pocas esperanzas en la evolución del hombre como ser racional.

lunes, 25 de abril de 2011

CAMPOS DE NÍJAR (1954), DE JUAN GOYTISOLO. VIAJE AL SURESTE PROFUNDO.


Leí "Campos de Níjar" la semana pasada, el día antes de viajar a Almería, donde he tenido la oportunidad de visitar los escenarios descritos magistralmente por Juan Goytisolo en esta crónica de la desdicha cotidiana de los habitantes de estas tierras en los años cincuenta: un auténtico tercer mundo desesperanzado y sin gusto por la vida, donde los seres humanos arrastran su existencia en un terreno yermo soñando con emigrar.

En la actualidad las cosas han cambiado mucho, pero en el mar de plásticos que son actualmente muchas zonas del campo almeriense siguen cometiéndose injusticias, esta vez con inmigrantes que vinieron buscando una vida mejor cuando cambiaron las tornas y Almería se convirtió en una tierra próspera.

Recomiendo realizar el viaje desde Granada. El contraste entre paisajes es único, desde la nieve de Sierra Nevada hasta el desierto de Tabernas. La capital almeriense también ha cambiado para mejor desde la última vez que la visité, hace algunos años. Se han rehabilitado edificios (aunque todavía quedan muchos solares y ruinas en el centro) y hay mucha actividad en la zona comercial en torno a la Puerta de Purchena. El paseo por el centro de Almería es muy agradable. Mientras llovía en el centro de Andalucía, allí ha hecho buen tiempo, solo perturbado levemente por las rachas de viento típicas de la zona. La foto es de una playa en los alrededores del Cabo de Gata. Aquí el artículo:


Desde siempre, la escritura de Juan Goytisolo se ha erigido como literatura de combate e ideas, de compromiso, en suma. Su literatura siempre ofrece un análisis nada complaciente de la realidad. Su defensa del oprimido, del inmigrante, su acercamiento a los pueblos del Magreb, sus crónicas como corresponsal de guerra en Bosnia, su rescate de escritores heterodoxos y casi olvidados o la sinceridad de sus libros autobiográficos. Un escritor que se define a sí mismo como apátrida, lo cual le permite mirar con distancia y objetividad la realidad española. Tal y como declaró en una entrevista concedida a la revista Espéculo en 1999:

"Yo diría entonces que mi nacionalidad es cervantina. Si miro hacia atrás en mi vida veo que he pasado la mayor parte de mi tiempo hablando otros idiomas. Así el castellano ha sido el objeto de mi trabajo. Normalmente cuando estoy en Marraquech hablo árabe, cuando estoy en París hablo francés, cuando estaba en los Estados Unidos hablaba inglés. El español no lo practico tanto. Por ejemplo, a veces, cuando estoy en Marraquech paso bastante tiempo sin hablar castellano. Esto lo vio muy bien Vicente Llorens en uno de sus ensayos, cuando dijo que para el exiliado, al perder la tierra y la sociedad en la que vive, la lengua adquiere para él un valor importantísimo. Esto explica que algunos escritores se hayan convertido en grandes escritores en el exilio. Este es el caso claro de Cernuda. Él era un poeta más de su grupo y en el exilio se convirtió en el gran poeta de su generación."

El viajero que llega a Almería en la actualidad va a encontrar una ciudad muy diferente a la que visitó Juan Goytisolo en los años cincuenta, aunque los paisajes que ha tenido que atravesar son muy similares a los que describe el escritor catalán.

Si el viaje se realiza siguiendo la carretera de la costa desde Málaga, se sufrirán muchos tramos de ausencia de autovía y el viajero descenderá a un pasado no tan remoto donde los trayectos duraban muchas más horas y había que atravesar el centro de las poblaciones, que formaban parte de la carretera. El automóvil avanzará cercado por dos mares: el Mediterráneo, siempre presente a su derecha y el mar de plásticos que inunda sus campos, que cubre los cultivos tropicales, una de las riquezas de Almería.

Si el viajero opta por realizar el trayecto desde Granada, por la autovía A-92, encontrará un paisaje lleno de contrastes: comenzará con campos de olivos, antes de llegar a la capital. Una vez sobrepasada esta podrá contemplar una vista magnífica de Sierra Nevada mientras sube por el puerto de la Mora. Después tocará atravesar los sobrecogedores paisajes lunares de Guadix, repletos de cuevas excavadas como viviendas por sus habitantes, para tomar posteriormente dirección al sur en medio de un paisaje serrano, repleto de pinos. Pasados algunos kilómetros de descenso hacia la costa el horizonte va cambiando paulatinamente hasta convertirse en un paraje desértico. Es la zona de Tabernas, con un clima, fauna y flora que lo emparentan con el Norte de África.

La Almería de "Campos de Níjar" es la tierra maltratada por la historia y particularmente por el franquismo. Para sus habitantes, Barcelona es la tierra prometida en la que sueñan instalarse algún día y se sorprenden de que el protagonista, que vive allí, dedique sus vacaciones a recorrer estas tierras resecas y poco agraciadas, cuya principal característica es un calor inmisericorde presente a casi todas horas y un viento que erosiona continuamente el paisaje. Precisamente uno de los problemas descritos por Goytisolo, que azotaba a los almerienses casi como una plaga bíblica, es el tracoma, enfermedad ocular que fue erradicada de la provincia en fechas muy recientes.

La vida de los habitantes de Níjar y sus alrededores hace medio siglo puede ser perfectamente definida como tercermundista. A la pobreza material, debido a sus condiciones geográficas, había que sumar la falta de instrucción y los alarmantemente bajos niveles de escolarización. La falta de control de natalidad era otro de los grandes problemas:

"Los niños se ocultan otra vez bajo sus faldas y ríen excitadamente.
- Son cuatro y otro que viene en camino - aclara José.
- Aquí las mujeres están siempre encintas - dice uno de sus camaradas.
- Toas las familias son de cuatro, cinco, seis chavales.
- Hay una mujé al final de la calle que tuvo hasta trece.
- Cuanto más pobres, más hijos.
- La noche es larga y la gente no tié distracción como en las capitales."

Quizá una de las mejores representaciones de un franquismo presuntamente paternalista y en realidad opresor sea la figura de don Ambrosio, una especie de cacique propietario de gran cantidad de casas en la costa del cabo de Gata, cuyo mayor anhelo es que el turismo comience a llegar a aquel lugar para que cuadrupliquen su valor. Los habitantes de los alrededores se dirigen a él con un inmenso respeto y temor, peticionarios en busca de un favor proveniente de un ser superior. Pero para don Ambrosio, los almerienses son gente despreciable que merece su destino:

"No son como nosotros, creáme. En Valladolid, por lo menos, la gente es de otra manera. Cuando alguno tiene algo contra usted, se lo dice abiertamente, a la cara. En esta tierra, no. Muchas alharacas, sonrisas y cuando uno se va, lo ponen como a un trapo. Son verdaderamente esclavos, se lo aseguro. Ganan cuatro cuartos y ya los tiene usted en la taberna, cantando y batiendo palmas. Se mantienen con una pizca de pimiento y sardinas y, viéndolos usted, creería que han comido pollo. Todo se les va en apariencia y fachada."

Los clásicos agravios a los habitantes de unas tierras castigadas por la historia que afortunadamente comenzó hace años a remontar el vuelo gracias a la agricultura y al turismo. Esto sucedió hasta tal punto que los oprimidos llegaron a convertirse en opresores, explotando a inmigrantes en situación ilegal, situación que estalló con los tristes sucesos de El Ejido sucedidos en el año 2000, asunto al que Goytisiolo ha dedicado muchas páginas, denunciando las condiciones de vida infrahumanas de estos trabajadores y el comportamiento despiadado de muchos nuevos ricos almerienses.

"Campos de Níjar" se erige como una obra fundamental para comprender la vida en los años del franquismo en la Andalucía más profunda. Al valor literario de las descripciones del paisaje desolado se une el valor antropológico y sociológico de la observación directa de las costumbres de sus habitantes, seres desesperanzados atrapados por la pobreza y la ignorancia que parecen haber perdido el gusto por vivir, vigilados por la presencia omnipresente de dos de los pilares del régimen: la iglesia y la guardia civil. El escritor, en una entrevista realizada por Elena Adrián para la página "Pensamiento crítico", define su obra en estos términos:

"La composición de Campos de Níjar cierra un capítulo de mi narrativa en relación a España.Escrito con cuidado extremo, a fin de sortear los escollos de la censura, es un libro cuya técnica, estructura y enfoque se explican ante todo en función de aquélla: empleo de elipsis, asociaciones de ideas, deducciones implícitas que si resultan oscuras a un público habituado a manifestarse libremente no lo son para quienes, sometidos largo tiempo a los grillos de una censura férrea, adquieren, como observara agudamente Blanco White, la viveza de los mudos para entenderse por señas. Alumno aventajado en el arte de dirigirme a los sin voz, conseguí la proeza de redactar una obra llena de guiños y mensajes cifrados a los lectores despiertos sin que los probos funcionarios del Ministerio de Información y Turismo –de la información al servicio de la imagen grata al turismo– pudieran agarrarse a nada concreto ni me quitaran un párrafo del que entonces me sentí orgulloso, una reflexión subsiguiente me convenció de que se trataba de un arma de doble filo, si se quiere, de una victoria pírrica". 

Hoy día ya no podrían suscribirse las palabras de Goytisolo cuando afirma que "si tuviera que caracterizar el Sur en tres palabras citaría seguramente a las barberías, junto a los niños y a las moscas". Andalucía es una región que ha sabido modernizarse y emparentarse en muchos factores con el resto de Europa. Aún así, permanecen problemas estructurales que no han podido ser erradicados como el paro o el escaso nivel cultural de muchos de sus habitantes, sobre todo de las generaciones de mayor edad, que no tuvieron posibilidad de instruirse. En cualquier caso, ahí siguen los estremecedores paisajes de Níjar y sus alrededores, para recordarnos que la tierra a veces puede ser muy ingrata con sus hijos.

CÓDIGO FUENTE (2011), DE DUNCAN JONES. ATRAPADO POR EL PASADO.


El cine no ha aprovechado suficientemente las posibilidades que ofrecen las historias de ciencia ficción inteligente. Las especulaciones científicas o sociológicas, mostradas con pasión y rigor, pueden dar origen a obras que traten con inteligencia al espectador y le hagan salir de la sala reflexionando sobre lo que ha visto, algo cada vez más infrecuente en el cine actual.

Duncan Jones puede ser una buena esperanza en este sentido. Tanto "Moon" como este "Código fuente" son dos obras todavía imperfectas, pero que van por el buen camino. En todo caso, el realizador ha acertado al no querer plasmar historias grandilocuentes, sino a seres humanos atrapados en circunstancias que les sobrepasan.

"Código fuente" recuerda a otras películas anteriores sobre viajes en el tiempo (o sobre gente que se queda atrapada en el peor día de su vida) como "Atrapado en el tiempo" o "Doce monos" y nos introduce en la piel de un soldado al que se le asigna la extraña misión de volver al mismo pasado durante cortos periodos de tiempo en los que tendrá que descubrir quien es el terrorista que ha puesto una bomba en un tren. Duncan Jones se las arregla para que las escenas no sean repetitivas y va subiendo poco a poco los grados de emoción hasta que el espectador se implica con el destino del personaje.

Si bien las explicaciones científicas que ofrece la película están cogidas con alfileres, esto no es lo importante, pues en caso contrario deberiamos entrar en especulaciones acerca de la frontera entre la vida y la muerte, e incluso en los dominios de la mente para establecer si es posible rescatar las vivencias de un individuo e invadirlas en una especie de realidad virtual. A pesar de ello, la película funciona perfectamente como un emocionante thriller en el que la ciencia ficción está bien integrada si aceptamos la lógica del relato. En cualquier caso, hay que advertir que esta es de las películas en la que la gente sale con división radical de opiniones. Yo soy de los que la defienden, ya que me ha parecido una película bastante equilibrada, entretenida y con humildad de pretensiones.

lunes, 18 de abril de 2011

EL MUNDO Y SUS DEMONIOS (1996), DE CARL SAGAN. EL ESPEJISMO DE LAS PSEUDOCIENCIAS.


Reconozco que soy bastante ignorante en cuestión de ciencias, pero estoy intentando remediarlo a través de una selección de libros divulgativos que pienso ir leyendo poco a poco. La pasión de Carl Sagan por el pensamiento racional es indudable y eso es precisamente lo que trata de transmitir al lector: que se deje de explicaciones fáciles y acuda a las mucho más complicadas pero más fundamentadas que ofrece la ciencia. Sagan arremete contra las pseudociencias de manera implacable. Lo hace con conocimiento de causa, pues ha investigado a fondo sus posibles fundamentos y ha encontrado la nada más absoluta, es decir, que sus postulados no resisten un análisis serio y concienzudo, que es de donde surgen las verdades científicas. Este es un libro que debería ser obligatorio en todas las escuelas:

Carl Sagan fue uno de los más populares divulgadores científicos del siglo XX. Su serie "Cosmos" contó con millones de seguidores en todo el mundo, al igual que su novela "Contacto", llevada al cine en 1997 por Robert Zemeckis. La obsesión de Sagan siempre fue transmitir su fascinación por lo científico de la manera más sencilla y comprensible posible, abogando siempre por un sano escepticismo frente a las pseudociencias y las explicaciones religiosas del mundo. Sagan apostó por la ciencia desde muy temprana edad:

"Yo fui niño en una época de esperanza. Quise ser científico desde mis primeros días de escuela. El momento en que cristalizó mi deseo llegó cuando capté por primera vez que las estrellas eran soles poderosos, cuando constaté lo increíblemente lejos que debían de estar para aparecer como simples puntos de luz en el cielo. No estoy seguro de que entonces supiera siquiera el significado de la palabra "ciencia", pero de alguna manera quería sumergirme en toda su grandeza. Me llamaba la atención el esplendor del universo, me fascinaba la perspectiva de comprender cómo funcionan realmente las cosas, de ayudar a descubrir misterios profundos, de explorar nuevos mundos..."

La denuncia principal de Sagan, centrándose en su país, Estados Unidos, es la gran ignorancia que existe entre la ciudadanía en estas materias. La tecnología, con sus avances continuos y vertiginosos, influye cada día más en la vida cotidiana de la gente, pero nadie parece interesarse en comprender las leyes que la hacen funcionar. Más bien, sigue argumentando el autor, la superstición y la ignorancia han adquirido un insólito prestigio, lo cual deja indefensos a los ciudadanos frente a los poderes públicos y económicos, sumidos en una oscuridad que solo la luz del conocimiento puede mitigar.

La ciencia como explicación racional del mundo

Los mayores ataques a la ciencia suelen provenir de aquellos que critican sus lagunas, sus teorías siempre sujetas a cambios, su compleja explicación del mundo, en suma, que suele refutar las concepciones tradicionales, sostenidas normalmente por las religiones y por las creencias en lo paranormal. El método científico no es perfecto: sus resultados siempre están sujetos a revisiones y modificaciones, debido a su complejidad, pero, como bien dice Carl Sagan, es lo mejor que tenemos.

Las religiones ofrecen certezas absolutas, sistemas presuntamente sólidos y sin grietas, donde todas las preguntas tienen respuestas. Claro que, exigen a sus seguidores una fe absoluta sin ofrecer prueba alguna. La ciencia no ofrece respuesta a todas las preguntas y cuando ofrece alguna, siempre puede ser objeto de revisión, pero cuando las leyes científicas quedan establecidas no lo hacen a través de meras suposiciones o especulaciones, sino gracias a pruebas rigurosas, a las que puede tener acceso cualquiera. No es tan fácil como aceptar unos dogmas de fe irracionales, pero mucho más revelador, más hermoso y más auténtico. Cuando alguien enferma gravemente tiene muchas más probabilidades de recuperarse a través de la ciencia médica que por el poder de la oración:

"La razón por la que la ciencia funciona tan bien es en parte este mecanismo incorporado de corrección de errores. En la ciencia no hay preguntas prohibidas, no hay temas demasiado sensibles o delicados para ser explorados, no hay verdades sagradas. Esta apertura a nuevas ideas, combinada con el escrutinio más riguroso y escéptico de todas las ideas, selecciona el trigo de la cizaña. No importa lo inteligente, venerable o querido que sea uno. Debe demostrar sus ideas ante la crítica decidida y experta. Se valoran la diversidad y el debate. Se alienta la formulación de opiniones en disputa, sustantivamente y en profundidad."

Los ovnis y la creencia en las abducciones

El siglo XX, el siglo de la tecnología y de la aviación, ha creado un mito propio: los ovnis y los visitantes extraterrestres, cuyos avistamientos se agudizaron con la llegada de la Guerra Fría, en la segunda mitad de los años cuarenta. Sagan hace especial referencia a la multiplicación de testimonios de personas que aseguran haber sufrido una abducción por parte de entidades alienígenas, al igual que en la Edad Media muchos decían recibir visitas nocturnas de demonios, algo ya superado hoy día, una época en la que la tecnología hace sombra a la religión:

"Así, en una época en que las religiones tradicionales se han visto sometidas al fuego abrasador de la ciencia, ¿no es natural envolver a los antiguos dioses y demonios en un atuendo científico y llamarlos extraterrestres?"

Curiosamente, el término "platillo volante" surgió de un equívoco. Fue un piloto civil, que observó algo inusual en el cielo en una de sus rutas, el que describió el movimiento de unos objetos que volaban con el mismo movimiento que un platillo cuando se lanza contra el agua. Los periódicos interpretaron mal sus palabras y publicaron que el testigo había visto unas naves con forma de platillos volantes, cuando lo que él vio fueron unos artefactos alados. La descripción hizo fortuna y a partir de entonces pareció calar en la conciencia colectiva, pues se multiplicaron los avistamientos de naves con esas características.

El mismo Carl Sagan siempre ha especulado acerca de la posibilidad del encuentro con civilizaciones extraterrestres, impulsando, entre otras cosas, el proyecto SETI, de búsqueda de señales electromagnéticas en el espacio, pero siempre lo ha hecho con una perspectiva tan apasionada como racional. Casi todos los avistamientos de ovnis, cuando no son engaños o patrañas, tienen una explicación científica (prototipos de nuevos aviones, meteoritos, globos sonda...). Si los extraterrestres nos visitaran tan habitualmente como se pretende, hace tiempo que tendríamos alguna evidencia irrefutable. Existen otras variantes, como los dibujos geométricos realizados en campos de maíz, una elaborada broma que se extendió por varios países, hasta que sus inventores originales se descubrieron.

Las curaciones milagrosas

Algunas de las más populares creencias irracionales tienen origen religioso. La gente se acerca a la talla de un Cristo o una Virgen o peregrina a algún lugar santo famoso por sus apariciones marianas, como Lourdes, esperando que se produzca el milagro de que sus peticiones sean atendidas, pero las posibilidades de curación espontánea de enfermedades en estos casos es más o menos la misma que la que se produce en condiciones normales: una entre un millón. Es normal que cuando se produce una, se atribuya a la intervención divina y no a una fortuna estadística.

La enseñanza de la ciencia

Los últimos capítulos de este libro excepcional son un llamamiento a la enseñanza de la ciencia en Estados Unidos, a combatir la ignorancia fomentada por grupos como los creacionistas, que quieren borrar de un plumazo las sólidas teorías darwinistas para imponer su doctrina religiosa y a que el ciudadano medio sea consciente que el poder que proporciona el conocimiento científico ha de estar en manos adecuadas y utilizarse de manera correcta, sobre todo en el ámbito militar.
Quien no se interesa por el conocimiento es fácilmente manipulable. La necesidad de creer en algo, de encontrar un sentido a la existencia es la madre de las explicaciones fáciles. Esto es lo que ofrecen las pseudociencias: la astrología, la parapsicología o la ufología. El escepticismo es la mejor arma contra las creencias irracionales:

"El pensamiento escéptico es simplemente el medio de construir, y de comprender, un argumento razonado y - especialmente importante - reconocer un argumento falaz o fraudulento. La cuestión no es si nos gusta la conclusión que surge de una vía de razonamiento, sino si la conclusión se deriva de la premisa o punto de partida y si esa premisa es cierta."

"El mundo y sus demonios" debería ser una lectura obligatoria en todas las escuelas, pues se trata de un catecismo laico que enseña a ejercitar el pensamiento crítico, que nos previene contra las pseudociencias y nos enseña a valorar el método científico como la mejor manera de acercarnos a la verdad, en unos tiempos especialmente necesitados de la iluminación de la diosa razón.

viernes, 15 de abril de 2011

LOS SOPRANO COFRADIEROS.


Los periódicos están últimamente repletos de noticias asquerosas. Leo que Teléfonica quiere despedir a miles de sus empleados y al día siguiente sus directivos anuncian un plan para repartirse unos cuantos millones de euros en dividendos. Ojalá se le atraganten. Pero no acaba ahí la cosa: nuevos despidos en grandes empresas, como PC City, que cierra todas sus tiendas o Panrico, que "externaliza" servicios, un eufemismo para referirse a que despide a sus repartidores y les propone que se hagan autónomos y así reducir mágicamente costes. Todo esto está muy bien: es la libertad de empresa sin regulaciones de ningún tipo. Y además, ya viene China a rescatarnos, no hay que preocuparse. Para que la gente no piense mucho en todo esto, tenemos sobredosis de Real Madrid-Barcelona en las próximas semanas.

Tampoco tenemos que pensar en lo paradójico que resulta que el malvado Gadafi ataque a sus rebeldes con bombas de racimo de fabricación española, mientras nuestros aviones patrullan sus cielos. No sé si le vendimos las armas con una claúsula que impidiera atacarnos con ellas.

Pero ¡qué importa! En Málaga estamos de suerte. Estuve el miércoles en la conferencia de Baltasar Garzón en el Ateneo. Se llenó y le aplaudimos, pero este fue un acto minúsculo comparado con el baño de masas que se dio Belén Esteban en un centro comercial cuando fue a vender unos zapatos ante el público entregado. Pero no acaban ahí los prodigios en mi ciudad. Hoy he visto un capítulo de la última temporada de Los Soprano, esa virtuosa familia que mueve todos los hilos económicos en New Jersey, en el que sacaban partido a una procesión tradicional de un santo, previa negociación de comisiones con el cura de la parroquia. En Málaga se ha tomado ejemplo y dos miembros de las dos cofradías que se disputan el barrio de Miraflores se enzarzaron en una violenta pelea que acabó con ambos en el hospital. No lo digo yo, lo dice el diario Sur: "el trasfondo del suceso es una rivalidad por el territorio". No quiero ser mal pensado, pero parece que la información esté dando a entender que las cofradías se dividen el territorio de la ciudad, como hacen las bandas mafiosas. No creo que la cosa sea tan exagerada, pero estimo que lo que ha ocurrido es un síntoma de como las cofradías parecen estar por encima del bien y del mal y son una máquina de hacer dinero, aun reconociendo que realizan una importante labor social. Si no no se explica que el nuevo manto de de la Virgen de Mena, realizado nada más y nada menos que con cuarenta kilos de oro. Sin duda esta era una necesidad prioritaria para esta ciudad, que la virgen luzca cuanto más oro mejor, mientras cada día más gente pierde su trabajo.

En fín, ya tenemos otra vez encima la Semana Santa. Las procesiones benefician a la ciudad, porque atraen turismo, pero todo depende de que el tiempo sea bueno. Creo que este año eso está prácticamente garantizado, lo que unido a los conflictos en el norte de África prevén un lleno absoluto en los hoteles, con lo cual mucha gente tendrá ocupación, aunque solo sea una semana. Ojalá tuviéramos una ciudad con más alternativas económicas. Aquí les dejo el artículo de Sur, para que vean que no me invento las cosas:

http://www.diariosur.es/v/20110414/malaga/violento-cruce-cofrade-20110414.html

lunes, 11 de abril de 2011

A SANGRE Y FUEGO (1937), DE MANUEL CHAVES NOGALES. HÉROES, BESTIAS Y MÁRTIRES DE ESPAÑA.


Manuel Chaves Nogales ha sido todo un descubrimiento para mí. A pesar de que venían recomendándolo, no esperaba que tuviera esta calidad literaria tan excepcional. Estoy deseando leer sus reportajes acerca de la vida en la Rusia soviética o en la Alemania nazi, incluso su biografía de Belmonte, a mí que nunca me han interesado los toros. Parece un cronista excepcional de una época crucial para la historia de Europa. Ilustro la entrada con esta foto, tomada en Toledo en los primeros días del asedio del Alcázar, con unos milicianos todavía confiados en la victoria. Quien visita hoy día la plaza Zocodover, donde está tomada, puede hacerse una idea de la corta distancia que existía entre asaltantes y asediados.

Aquí dejo el artículo:


La recuperación de la figura de Manuel Chaves Nogales, escritor injustamente olvidado durante décadas, durante estos últimos años, es una excelente noticia para las letras españolas. El periodista sevillano fue uno de los más destacados representantes de su oficio durante la primera mitad del pasado siglo y, en algunos aspectos, puede hablarse de él como de un pionero.

Chaves Nogales nació en Sevilla en 1897. Hijo de periodista, su tío fue el conocido José Nogales, director de "El Liberal" y cronista de los violentos sucesos de 1888 en las minas de Riotinto, así que desde pequeño Chaves Nogales aprendió a amar la profesión. Su método de trabajo era el de la evaluación de la realidad desde todos sus ángulos, así que llegó a entrevistar a una amplia gama de personajes, desde reyes y dirigentes políticos, hasta los estratos más humildes de la sociedad, pasando por artistas o toreros como su amigo Juan Belmonte, cuyas conversaciones serían el germen de uno de sus libros más populares, "Juan Belmonte matador de toros".

Como observador de los fenómenos sociales de su tiempo, la mirada de Chaves Nogales no podía ser ajena al ascenso en Europa de dos totalitarismos de distinto signo: el comunismo en la Unión Soviética y el fascismo y nazismo en Italia y Alemania respectivamente, viajando a estos países y escribiendo siempre acerca de la verdad de lo que veía, aunque resultara hiriente para los simpatizantes de uno u otro régimen. Tal y como escribe en el prólogo de "A sangre y fuego":

"Yo era eso que los sociólogos llaman un "pequeñoburgués liberal", ciudadano de una república democrática y parlamentaria. (...), ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes, biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés de los grandes temas de nuestro tiempo. Cuando iba a Moscú y al regreso contaba que los obreros rusos viven mal y soportan una dictadura que se hacen la ilusión de ejercer, mi patrón me felicitaba y me daba cariñosas palmaditas a la espalda. Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado ni un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista."

Si hubiera un solo elemento que destacar en los escritos de Chaves Nogales, obviando su evidente calidad literaria, sería el compromiso de su autor con la verdad, por encima de versiones interesadas de la historia auspiciadas por determinados partidos políticos o clases sociales. Una de sus entrevistas más conocidas es la que realizó en 1933 a Joseph Goebbels, el apóstol de la mentira. Los nazis le permitieron realizarla a condición de que el periodista no incluyera juicios de valor en su artículo y se limitara a transcribir las frases del Ministro de propaganda alemán. Aún así, el periodista no pudo evitar escribir las siguientes palabras, un testimonio elocuente de la pasión por su oficio:

"Es un tipo ridículo, grotesco; con su gabardinita y su pata torcida, se ha pasado diez años siendo el hazmerreír de los periodistas liberales. Toda Alemania está llena de anécdotas pintorescas sobre este tipo estrafalario, al que –verdad o mentira- se le ha colgado todo aquello que puede hacer polvo a un hombre. Siendo, como es, el azote de los judíos, se ha dicho incluso que era judío, aunque, según parece, la única verdad es que su suegra llevaba un apellido israelita."

"A sangre y fuego" es uno de esos libros imprescindibles y reveladores que hablan acerca de la historia (y fatalidad) de un país. No se trata en esta ocasión estrictamente de un reportaje periodístico. Son nueve relatos representativos de lo que el autor tuvo ocasión de presenciar o de escuchar acerca de la contienda, pero dotados de una autenticidad estremecedora. Quizá junto al tercer volumen de "La forja de un rebelde", de Arturo Barea, constituye uno de los más lúcidos testimonios del horror que se extendió por España con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.

El prólogo es una auténtica reivindicación de la llamada "Tercera España", es decir, de aquellos ciudadanos de la República que se vieron de pronto inmersos en una guerra entre dos radicalismos ("todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario"), en la que solo querían tomar partido por la legalidad y la democracia:

"Los caldos de cultivo de esta nueva peste, (...) nos los sirvieron los laboratorios de Moscú, Roma y Berlín, con las etiquetas de comunismo, fascismo o nacionalsocialismo, y el desapercibido hombre celtíbero los absorbió ávidamente. Después de tres siglos de barbecho, la tierra feraz de España hizo pavorosamente prolífica la semilla de la estupidez y la crueldad ancestrales."

España como preámbulo, como campo de pruebas de la próxima guerra civil europea. España como experimento en el que soltar todos los demonios de los fanatismos del siglo XX y dejarlos campar a sus anchas. Desde un primer momento se cometen absolutas barbaridades en uno y otro bando, si bien es cierto que, cuando el gobierno republicano pudo hacerse con el control de la situación, el número de crímenes bajó mucho en esta zona.

Chaves Nogales testimonia estas matanzas en sus cuentos sin escatimar crueldades: los campesinos huyendo ante el avance de las tropas de Franco, los bombardeos indiscriminados sobre Madrid y las no menos indiscriminadas represalias, el terror desencadenado contra los trabajadores que no estuvieron sindicados durante la República... Pero también el valor, la bravura y la cabezonería de unos hombres empeñados en matar y en dejarse matar por defender unas ideas, en unas batallas tan confusas como la amalgama de ideologías que en ellas se enfrentaban:

"Las batallas no se ven. Se describen luego gracias a la imaginación y deduciéndolas de su resultado. Se lucha ciegamente, obedeciendo a un impulso biológico que lleva a los hombres a matar y a un delirio de la mente que les arrastra a morir. En plena batalla, no hay cobardes ni valientes. Vencen, una vez esquivado el azar, los que saben sacar mejor provecho a su energía vital, los que están mejor armados para la lucha, los que han hecho de la guerra un ejercicio cotidiano y un medio de vida."

Si bien al comienzo de la guerra permaneció en Madrid como director del diario Ahora (controlado por un Consejo Obrero), se consideró legitimado para exiliarse cuando el gobierno, ante el peligro de que Madrid cayera en manos de los nacionales, se desplazó a Valencia. Chaves Nogales se fue aún más lejos, a Francia, asqueado de una lucha cuya victoria, venciera quien venciera, no le iba a pertenecer a él. Aún así, en los pocos años que le quedaban de vida, siempre conservó sus simpatías por el pueblo, a pesar de definirse a sí mismo como "pequeñoburgués liberal" y, sobre todo, demócrata, ese pueblo que el marqués fascista del relato "La gesta de los caballistas" describe con tanto desprecio:

"El pueblo (...) siempre es cobarde y cruel. Se le da el pie y se toma la mano. Pero se le pega fuerte y se humilla. Desde que el mundo es mundo los pueblos se han gobernado así, con el palo. De esto es de lo que no han querido enterarse esos idiotas de la República."

Después de la huida o muerte de esos idiotas de la República, a España le tocó pasar por cuarenta años de franquismo, en los que la figura del periodista sevillano fue sepultada bajo la losa del olvido que afectó a tantos intelectuales españoles. Tan solo en los últimos años (excepción hecha de su biografía de Belmonte) están haciendo fortuna sus escritos, que son pequeños (y merecidos) éxitos de ventas. Manuel Chaves Nogales murió en 1944, sin tener oportunidad de ver el fin del nazismo en Europa. El mejor homenaje que puede prestársele es dar a conocer sus escritos, los trabajos de un periodista honesto que siempre quiso contar las terribles verdades del mundo en el que le había tocado vivir.

¡INDIGNAOS! (2011), DE STEPHANE HESSEL. LA REVOLUCIÓN QUE VIENE.


Hay un aspecto de los periódicos que se publican por internet que me encanta: los comentarios que libremente los lectores podemos hacer en las diferentes noticias. Cuando se trata de noticias referentes a nuevas reformas o a las cifras de paro, que suben mes a mes, la tónica general de dichos comentarios suele ser la indignación. Lo mismo sucede con las tertulias televisivas o con los comentarios que se escuchan en cualquier conversación: parece que la gente esté a un paso de echarse a la calle, exigiendo que las cosas cambien, pero nunca sucede.

Este librito, escrito por un antiguo miembro destacado de la Resistencia francesa y además uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos está dirigido preferentemente a los jóvenes, pero no debe hacerle ascos cualquier miembro de la sociedad que se encuentre desconcertado ante la situación en la que nos encontramos, donde los muy ricos siguen ganando dinero a espuertas, el Estado financia sus pérdidas y los demás nos vamos hundiendo poco a poco. Se ríen de nosotros descaradamente. Pero nadie reacciona.

Como bien dice Hessel, si fue posible instaurar el estado del bienestar en la destrozada Europa de la postguerra ¿cómo es posible que ahora, que somos infinitamente más ricos, se tenga que desmantelar? Es la codicia infinita de unos pocos lo que está logrando esto. Casi todo el mundo es consciente ya de que los gobiernos son títeres en manos de los mercados. Miren el caso de Portugal. Salga el gobierno que salga de sus elecciones, su actuación va a ser meramente testimonial, pues será un mero ejecutor del plan de rescate que, al igual que ha sucedido con Irlanda y Grecia, endeudará durante generaciones a la población para pagar los desmanes de unos responsables a los que los ciudadanos han de sacar las castañas del fuego sin más razón que porque así lo dictan los mercados.

¿Y quienes son los mercados? Los mercados son aquellos que Tom Wolfe en su magnífica novela "La hoguera de las vanidades" definía como "amos del universo", aquellos que ganan dinero a espuertas en operaciones ficticias cuyo fundamento son meras expectativas de futuro fabricadas por auténticos arquitectos financieros que solo buscan dinero fácil y rápido. Hablar hoy día de banca pública, o de redistribución de riquezas por parte del Estado es casi como ser bolchevique. Lo más gracioso es que quienes se oponen a ello dicen hablar en nombre de la libertad (económica, se sobreentiende, que es la única que les interesa):

"Los bancos, una vez privatizados, se preocupan mucho por sus dividendos y por los altos salarios de sus dirigentes, no por el interés general. La brecha entre los más pobres y los más ricos no ha sido nunca tan grande, ni la búsqueda del dinero tan apasionada."

El mensaje de Hessel es la búsqueda de una revolución por medios pacíficos, que cambie el rumbo actual. Hemos flirteado ya con el desastre. La próxima crisis, de seguir así las cosas, podría ser verdaderamente catastrófica, con unos Estados endeudados, incapaces de hacer frente a las necesidades básicas de sus ciudadanos. "¡Indignaos!" no es un ensayo erudito, es más bien un manifiesto escrito por un autor de noventa y tres años con el fín de despertar conciencias. Que tenga que ser un hombre tan anciano el que nos inyecte vigor a los demás no deja de ser una deliciosa ironía:

"Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes, fuertes y comprometidos."

LA GATA SOBRE EL TEJADO DE ZINC (1958), DE RICHARD BROOKS. SECRETOS Y MENTIRAS.


He realizado mi particular homenaje a Elizabeth Taylor de la mejor manera posible, al menos desde mi punto de vista: no repasando su escabrosa vida sentimental, como se acostumbra hoy a hacer con los personajes de las llamadas revistas del corazón, sino visionando la que quizá es, junto con "Cleopatra", su actuación más emblemática.

Es curioso que la escena del camisón, que solo dura cinco minutos, sea la más reproducida y la más recordada. Y es que el personaje que interpreta, Maggie tiene que ofrecer al público, tal y como el nombre de la película indica, sensación de estar abrasándose, de necesitar que su marido la tumbe en la cama y la devore. Por otra parte, Paul Newman está también magnífico. Nadie ha posado más elegante en pijama en la historia del cine, salvo Cary Grant.

Lo cierto es que tengo pendiente de leer la obra original de Tenesse Williams, donde quizá se acentue aún más el erotismo. Hace ya muchos años pude ver la versión teatral protagonizada por Aitana Sánchez Gijón y Carmelo Gómez. Una pareja magnífica también.

Aparte del magnetismo de sus actores, lo que más me interesa del guión es esa hipocresía disfrazada de relaciones familiares que muestra. Ese Brick en pleno proceso de autodestrucción, por no poder afrontar el pasado y por el amor a la verdad que comparte con su padre, un hombre que ha creado un imperio de la nada para darse cuenta al final de su vida que le ha faltado lo más importante: el verdadero amor. Mención aparte merece el hermano de Brick y, sobre todo su esposa, una auténtica paridora profesional de criaturas desesperantes, que surgen en cualquier habitación en el momento más inesperado. En definitiva, una película memorable que conviene repasar con la excusa de la muerte de Liz Taylor.

viernes, 8 de abril de 2011

CLAUS Y LUCAS (1992), DE AGOTA KRISTOF. LOS NIÑOS DE LA GUERRA.


Muy curiosa la historia de esta escritora, Agota Kristof, una de esas personalidades literarias que no buscan la gloria a través de sus libros. Hace tiempo que renunció a escribir y ahora es una mujer sencilla que lee y ve la televisión en su propio apartamento. He leído por ahí que incluso ha sido candidata al Nobel en alguna ocasión. Espero que no se lo concedan. Le fastidiaría mucho dejar su vida plácida. Aquí el artículo:

En la historia de la literatura existen casos de escritores muy peculiares que parecen no buscar la gloria, ni siquiera la fama, a través de un trabajo cuyo esfuerzo se supone obtendrá recompensa a través de la mayor difusión posible. Hay escritores a los que parece que se les agota la inspiración después de haber realizado una o dos obras maestras. Arthur Rimbaud dejó de escribir a los diecinueve años, Juan Rulfo, que solo escribió dos pequeñas novelas, cuando se le preguntaba por su falta de inspiración contestaba: "Es que se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias". Famoso es también el caso del escritor J.D. Salinger, muerto el año pasado, autor de la celebérrima "El guardián entre el centeno", que se procuró una existencia lo más solitaria y anónima posible. A otros escritores, como Saramago, el éxito les llega a una edad muy madura.

En este exclusivo club de escritores, Agota Kristof, nacida en 1935, podría tener su hueco por derecho propio. Empezó a ser conocida a edad muy madura, hace tiempo que dejó de escribir y su obra es tan escasa como valorada por crítica y público. Ella misma explica sus motivos en una entrevista, bajo el contundente titular "No me interesa la literatura", publicada el 24 de febrero de 2007 en el diario El País:

"No lo necesito. Para mí la escritura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste. Y no creo que me salga ya nada mejor de lo que escribí. ¿Para qué empeñarse? Tuve tres hijos y estuve casada dos veces. Nada de eso me impidió escribir. Quizás la fábrica... Ahora tengo todo el tiempo del mundo y no lo hago".

Kristof, húngara de nacimiento, dejó su país después de la revuelta de 1956, para recalar en Suiza. Aunque ya había escrito algunos poemas en su idioma natal. Las siguientes dos décadas de su vida estuvieron dedicadas al trabajo en una fábrica y a aprender poco a poco la lengua francesa, en la que escribiría las novelas que le darían fama. Durante esa época Kristof se sintió absolutamente perdida en un país extraño, sin conocer el idioma y trabajando en una cadena de montaje al estilo de las descritas por Chaplin en"Tiempos modernos". Por las noches, Krisrof escribía los poemas que había imaginado mentalmente durante la jornada laboral, pero en húngaro. Todo esto lo cuenta la autora en su obra autobiográfica "La analfabeta".

Su primer éxito literario, escrito ya en lengua francesa, le llegó en 1986, con la publicación de "El gran cuaderno", la primera parte de la trilogía de Claus y Lucas. Gran parte de esta obra está basada en sus propias experiencias infantiles en la dura postguerra de Europa del Este, tal y como cuenta en la entrevista de El País:

"Hacía un frío terrible y no había comida. Además, llegaron los rusos y se llevaron lo poco que había. Hungría se convirtió en una colonia de la URSS. Tuvimos que aprender ruso, geografía rusa, historia rusa. ¿Que si hablo ruso? Qué va. Nadie aprendía nada. Si ni los profesores sabían. ¿Cómo va a aprender alguien que no quiere aprender de alguien que no quiere enseñar?"

Aunque publicada en España en un solo volumen, "Claus y Lucas" es una trilogía formada por "El gran cuaderno" (1986), "La prueba" (1988) y "La tercera mentira" (1992). Los gemelos Claus y Lucas son abandonados por su madre en manos de su abuela apodada "la bruja", en un país indeterminado que se encuentra en plena guerra. Aunque no lo nombra en ningún momento, el país es Hungría y la contienda es la Segunda Guerra Mundial. Desde el primer momento los hermanos habrán de buscarse la vida, ya que su abuela apenas atiende sus necesidades más básicas. Se procuran ellos mismos una educación y aprenden a dominar su propio cuerpo y sus pasiones, hasta transformarse en dos seres temibles, dotados de su propia moral implacable.
No hay que olvidar que Claus y Lucas son dos niños que crecen sin apenas autoridad. Más bien el ejemplo que extraen de sus mayores es el de la guerra y la violencia, por lo que pueden fabricarse una ética propia, basada en un concepto muy peculiar de la justicia. A veces sus actos son honrados, a veces crueles. La única patria que conocen es ellos mismos, y actuan en consecuencia, siempre inquietantes, como si fueran un solo ser.

Pero ¿son realmente un solo ser? Los otros dos libros de la trilogía ponen en cuestión lo narrado en "El gran cuaderno". ¿Es la realidad? ¿Es la narración de uno de los hermanos recogida en un cuaderno? Kristof logra confundir al lector a la vez que lo fascina con su complejo juego literario, en el que puede elegir que es lo real y que es lo inventado por alguno de los personajes. En cualquier caso, la situación de la Hungría del siglo pasado (aliada de Alemania, al perder esta la guerra pasó a formar parte de la órbita comunista), se refleja en el caracter de los protagonistas y del resto de secundiarios. Un hermoso país castigado por la historia que no acaba de encontrar su camino, como les sucede a los personajes.

INVASIÓN A LA TIERRA (2011), DE JONATHAN LIBESMAN. LA BATALLA DE LOS MUNDOS.


Desde el 11 de septiembre de 2001, del que se cumple este año la primera década, occidente ha adquirido una cultura del miedo comparable a la de los peores momentos de la Guerra Fría. La crisis económica y las noticias de continuos desastres, como los terremotos de Chile y Japón, no hacen sino avivar este miedo.

El cine debe competir fieramente con los telediarios para mostrar desastres aún más devastadores. Una invasión sorpresiva de extraterrestres es un buen recurso en este sentido. De todas maneras hay que dejar bien claro que aquí no nos encontramos ante una película de ciencia ficción, sino más bien ante un film bélico, cuyo referente más obvio se encuentra en "Black Hawk derribado" (2001, Ridley Scott). El esquema viene a ser el mismo: tras una breve presentación de los soldados, se les lanza a una batalla urbana contra un enemigo prácticamente invisible de la manera más realista posible. Pero hay grandes diferencias, y si la película de Scott servía para advertir que el infierno está cargado de buenas intenciones, la de Libesman es un mero desagravio para un cuerpo de Marines en sus horas más bajas.

Si algo tiene de bueno "Invasión a la Tierra", es que no engaña al espectador en ningún momento: ofrece lo que se espera de ella: una breve presentación de los personajes para lanzarlos a continuación a la vorágine de una guerra de guerrillas frente a un enemigo tecnológicamente muy superior. Es de agradecer que un buen actor como Aaron Eckhart esté al frente del reparto. Ojalá se pudiera decir lo mismo del elenco que le acompaña. Las escenas de violencia oscilan entre el hiperrealismo y la estupidez. Si bien al principio los extraterrestres son implacables y masacran con facilidad a los humanos, poco a poco las tornas van cambiando y parece que su puntería y sus habilidades guerreras van mermando en favor de las de los soldados estadounidense. Es que, y este es el mensaje principal del film, estamos hablando de marines. Pobres extraterrestres, ingenuos ellos. En la vida real, los marines llevan años tratando de imponerse en Irak y Afganistan, pero en la película aterrorizan a los invasores, que ingenuamente quieren colonizar los Estados Unidos, en dos días.

Y es que los extraterrestres que nos invaden deberían tener la lección bien aprendida: en cuestión de guerras y violencia, el ser humano lleva una ventaja de siglos, por muy sofisticada que sea la tecnología alienígena. La película, en suma, resulta entretenida a ratos, aunque en conjunto es un producto totalmente innecesario y propagandístico, hijo de su tiempo. A ver que pasa en la próxima invasión.


JORGE MUÑOZ Y SU RECITAL EN EL ATENEO. INVITACIÓN A SOÑAR.


Ahora que he podido leer tranquilamente los poemas, hago referencia, más de un mes después, a la brillante lectura poética que protagonizó mi amigo Jorge en el Ateneo malagueño. Lo primero que cabría destacar fue el ambiente íntimo (a pesar del numeroso público) conseguido, la perfecta iluminación y el acompañamiento musical de los poemas. Jorge fue en todo instante un auténtico farero, guiándonos a todos a través de su luz a hacer un paréntesis en nuestra existencia cotidiana y reflexionar acerca de los caminos emprendidos. Una invitación a soñar, en suma:

"Os propongo un viaje de sueños y a tráves de los sueños, porque quizá la vida y todo esto que vemos es solo sueño, pero soñar nos realiza y nos conmueve. Escuchemos, acojamos nuestras ideas y reforcemos lo que somos.

Os invito a soñar, escuchad, levemente, pero escuchad....."

Quizá lo importante en la vida no sea el objetivo, sino disfrutar y aprender del camino que lleva al mismo. Dejó aquí mi poema favorito, que tiene ecos de Jack Kerouac, "En el camino", quizá porque la metáfora de la carretera es la más apropiada para mí, que me encanta conducir y reflexionar mientras lo hago. El estar en marcha, en un lugar indeterminado, es quizá nuestra condición vital más natural, aunque no nos demos cuenta de ello.

Reflexionen y sueñen:

Perdidos en el desierto de los oídos callados todo carecedel sentido lógico para

que los pozos ocultos tengan amarrados

frente a las ramas que se atan nuestro pasado más certero de miedos.

Viajar hacia la nada parece concreto a nuestros destinos, aferrados

a lo insignificante de la existencia marcada, de nuestra esencia más pura.

Yo rogaría un ramo de pétalos tocados a la gracia abierta de unos labios

quizá para arrancar los odios perdidos en nuestros moribundos anhelos

de calor humano y saber a ciencia exacta si mis dedos alcanzan los brotes

de luz en la arboleda marítima que parecen tus brazos si tocan la calma,

que se atreve a aparecer asombrada de amaneceres abrazados a tu pureza.

Me acerco a la carretera que aunque vacía de lo que somos, parece dibujar

horizontes de ilusiones en la lejanía. Será entonces cuando suba a la autopista

y marchemos con destino a ninguna parte solo avisando desde mis pies a la premura

del encuentro más furtivo contigo mismo, ya no solo por verte, si no por bucear

en los fondos profundos del océano.

Allí, en ese preciso lugar, constato de donde provengo y se escriben

las crónicas rotas de los sucesos vividos, que probablemente hagan

que nuestros propósitos duren toda una vida para guardarlos

en una habitación de motel y desayunar frente a frente como cuando

duermes entrelazado a la ansiedad de recorrer el mundo que no vuelve

para ya solo quedarte con tus manchas que vuelven del sur caliente.

martes, 5 de abril de 2011

HANNAH Y SUS HERMANAS (1986), DE WOODY ALLEN. AMOR Y FRATERNIDAD.


Quizá la película que más me ha impresionado de Woody Allen ha sido "Delitos y faltas". Intenté debatir sobre ella en la biblioteca, pero los compañeros, con muy buen criterio, estimaron que sería bueno colocar una comedia entre tantos dramas (Lo que queda del día, Una jornada particular, Días de vino y rosas...) y se consesuó que esta debía ser "Hannah y sus hermanas", una de las películas más queridas del director neoyorkino.

Si realizásemos un análisis superficial de la misma podriamos concluir que la historia no es nada del otro mundo: unas hermanas en busca de sus parejas ideales, un engaño matrimonial... Pero en manos de este director y estos actores el guión se vuelve tremendamente atractivo para el espectador. Michael Caine (que ganó justamente el Oscar ese año) está perfecto como maduro seductor y aún más el propio Woody Allen, haciendo de sí mismo. Un personaje neurótico y absolutamente hipocondriaco, que protagoniza las escenas más divertidas de la película cuando explora distintas religiones en busca de respuestas a la vieja pregunta del sentido de nuestra existencia.

Precisamente nuestro debate acabó centrándose en este asunto. ¿Es inteligente la respuesta que se da a sí mismo, vivir la vida y esperar a ver que hay después, si es que hay algo? Es la respuesta que le da su propio padre en la ficción, practicante judío, pero de opiniones muy prácticas. Lo que sí es cierto es que, tal y como se dice en una escena, se han escrito millones de libros, pero ninguno da respuestas definitivas con pruebas concluyentes. Solo consolaciones. Para consolarnos nosotros, reproduzco aquí el poema de Cummings que se cita en la película, demostrándose así que la literatura también sirve para ligar:

en un lugar en el que nunca he estado, felizmente más allá

de cualquier experiencia, tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más frágil están las cosas que me cercan,
o aquellas que no puedo tocar porque están demasiado cerca

tu mirada más leve fácilmente puede descerrarme,
pese a que he cerrado mi ser como dedos,
vos me abrís siempre pétalo por pétalo, como la Primavera abre
(tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa

o, si es tu voluntad cerrarme, yo y
mi vida se cerrarán muy hermosamente, repentinamente,
como cuando el centro de esta flor imagina
la nieve descendiendo cuidadosamente en todas partes

Nada de lo que podemos percibir en este mundo se compara
con el poder de tu intensa fragilidad: cuya textura
me fuerza con el color de sus tierras,
mostrando muerte y eternidad con cada respiración

(no sé que hay en vos que se cierra
y se abre; sólo que hay algo en mí que entiende
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.

domingo, 3 de abril de 2011

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN ABRIL. ALGUNOS DE MIS LIBROS FAVORITOS.


Como todos los meses, dedico este pequeño apartado a informar acerca de la actividad de algunos de los clubes de lectura malagueños con los que tengo contacto:

En la Biblioteca Provincial, comenzamos con una de mis novelas favoritas (esta será ya mi tercera lectura), "El señor de las moscas", de William Golding.

En el club de lectura de Cincoechegaray, otra de mis preferidas, que ya tuvimos oportunidad de comentar hace unos meses en la Provincial: "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad.

En el club de lectura de la Casa del Libro, una novela ambientada en Inglaterra en la época de la Segunda Guerra Mundial: "A la caza del amor", de Nancy Mitford.

En el club de lectura de la Fnac, siguendo la estela del mes pasado, otro autor malagueño: Garriga Vela con "El anorak de Picasso".

La Asociación de Amigos de la Cultura de Vélez Málaga continua con su magnífico club de lectura, al que no puedo asistir por problemas logísticos. Este mes el libro elegido es "El grito", de Antonio Montes.

Respecto a la Biblioteca Cristóbal Cuevas, en el ciclo "cine y literatura", tendremos ocasión de debatir acerca de "Los santos inocentes" (libro de Miguel Delibes y película de Mario Camus). El club de lectura en principio se aplaza para mayo. El libro previsto es "El corazón helado", de Almudena Grandes.

Dejo aquí algunos enlaces:

Sobre "El banquero anarquista", de Fernando Pessoa, la última lectura de la Biblioteca Provincial:

http://www.suite101.net/content/el-banquero-anarquista-una-novela-de-fernando-pessoa-a33027

Sobre "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad, la lectura de este mes en Cincoechegaray:

http://www.suite101.net/content/el-corazon-de-las-tinieblas-una-novela-de-joseph-conrad-a18451

Sobre "Apocalipse Now", película de Coppola inspirada en el libro de Conrad:

http://www.suite101.net/content/apocalypse-now-una-pelicula-de-francis-ford-coppola-a18914

Y finalmente, sobre la última película de Roland Joffré, por si quieren ustedes participar en el debate acerca de si Escrivá de Balaguer era o no simpatizante del régimen de Franco (veáse comentarios en el artículo):

http://www.suite101.net/content/encontraras-dragones-una-pelicula-de-roland-joffe-a46335

Un cordial saludo a todos, y buenas lecturas, sean en el formato que sean.

LA MUERTE DE IVÁN ILICH (1886), DE LEÓN TOLSTOI. LA AGONÍA DE UN HOMBRE.

Iván Ilich somos todos nosotros. Es la perplejidad del ser humano ante la certeza, en la agonía cruel de una enfermedad, de estar viviendo los últimos instantes y que el mundo seguirá su curso cuando haya desaparecido. Tolstoi describe este proceso de manera tan creible y tan humana que da la impresión de que estuviera describiendo su propia muerte y hubiera resucitado para poder plasmarla en el papel. Aquí el enlace:

El siglo XIX es el gran siglo del realismo literario. La narrativa se lanza a la tarea de describir y analizar el mundo, desde la más sucia taberna al más reluciente palacio. El escritor es capaz incluso de penetrar en los pensamientos más íntimos de los personajes y desaparecen las censuras y autocensuras que impedían el tratamiento de asuntos tan desagradables como la miseria, la prostitución o las lamentables condiciones de trabajo de la época. Se huye de las idealizaciones, permitiendo así al lector contemplar una amplia panorámica de las miserias y grandezas del ser humano.

La literatura rusa no es una excepción a este movimiento, más bien es una de sus principales impulsoras. A escritores casi sobrenaturales en su ambición de totalidad como Tolstoi y Dostoievski se unen autores tan maravillosos como Chejov, Gogol, Turguénev, Pushkin o Goncharov, entre otros muchos, que escribieron en muchas ocasiones en circunstancias muy difíciles. Tanto, que no es una exageración decir que para ellos la literatura era una especie de religión, una obligación moral con el ser humano, que acabaría identificándose con alguno de los personajes de sus creaciones.

El caso de Leon Tolstoi es especial en este sentido. Si bien provenía de una familia aristocrática, al final ha sido considerado como uno de los padres del anarquismo, aunque él nunca se definió como tal. Pero el pensamiento de Tolstoi era mucho más complejo. Influido en principio por la lectura de Schopenhauer, sus ideas fueron derivando hacia la exaltación del ascetismo, la caridad y la pobreza, lo cual le emparenta con el cristianismo más puro, resumido en la sentencia del Evangelio de San Mateo: "Es más sencillo que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de Dios". Esto implica también una cerrada defensa del pacifismo y la no violencia como modo de vida. De hecho su correspondencia con Gandhi influyó decisivamente en las ideas del joven abogado hindú.

El gran escritor ruso consideraba que la única manera de ser feliz era ayudando a los demás. De hecho, su pensamiento radical en este sentido le hizo entrar en conflicto con su esposa Sofía Andreyevna, con la que tuvo trece hijos, al ser Tolstoi partidario de legar sus bienes al resto del mundo, privando de ellos a su familia. Tres días antes de morir, Tolstoi escapó de sus propiedades y de su familia, dejando una famosa carta a su esposa, una especie de testamento que resume algunas de sus ideas:

"Desde hace largo tiempo, amada Sofía, sufro por el desacuerdo que hay entre mi vida y mis creencias. No puedo obligaros a cambiar ni vuestra vida ni vuestras costumbres; no he podido tampoco abandonaros hasta hoy, porque pensaba que, por mi alejamiento, privaría a nuestros hijos, todavía muy jóvenes de esta pequeña influencia que podría tener sobre ellos, y porque a todos os causaría mucho dolor (...) He resuelto hacer ahora lo que quería hace tiempo: marcharme. Como los hindúes, que, cuando han llegado a los sesenta años, se van a un bosque; como cada hombre viejo y religioso que desea consagrar los últimos años de su vida a Dios y no a las bromas, a los juegos de palabras, a las habladurías y al “lawn tennis”; así también yo, que he llegado a los setenta años, deseo con todas las fuerzas de mi alma la paz, la soledad, y si no una armonía completa, por lo menos no este desacuerdo que clama entre mi vida toda y mi conciencia."

"La muerte de Iván Ilich" no es una de esas novelas de Tolstoi como "Guerra y Paz" o "Ana Karenina" donde se logra la construcción de un mundo casi tan complejo como el real. Se trata de una novela corta, pero absolutamente magistral en el tratamiento que realiza de un tema tan crucial como la muerte de un ser humano.

Iván Ilich es un servidor público ambicioso. Su vida se resume en el anhelo se subir cuantos grados sea posible en el escalafón del funcionariado zarista ya que "los deleites de su trabajo oficial eran los deleites de la ambición; los deleites de la vida social eran deleites de la vanidad". Para él su trabajo es un fín en sí mismo, el logro de un estatus social que le ayude a abandonar sus complejos e inseguridades. Si bien es valorado y respetado en su rol laboral, no sucede lo mismo en cuanto a su vida familiar, que es un pequeño infierno.

Un día, un nimio accidente, precisamente cuando ejercitaba su vanidad, decorando su hogar hasta sus más ínfimos detalles, le hará caer enfermo, comenzando así una cruel y lenta agonía, en la que Iván tendrá tiempo de plantearse si sus esfuerzos han merecido la pena, si el lugar en el mundo que ha logrado es lo que la vida le pide a un ser humano. El sufrimiento continuo le proporciona una rara sabiduría, pero a la vez una sensación de extrañeza al comprobar que realmente es él y no otro el que está experimentando esa muerte lenta:

"Iván Ilich vio que se moría y su desesperación era continua. En el fondo de su ser sabía que estaba muriendo, pero no sólo no se habituaba a esa idea, sino que sencillamente no la comprendía ni podía comprenderla."

Se ha dicho en muchas ocasiones que todo ser humano se considera a sí mismo, en el fondo, inmortal, por lo cual la muerte siempre toma de improviso a sus víctimas, de ahí la absoluta incomprensión del personaje ante lo que le está sucediendo. La idea de no poder hacer planes de futuro y de que a la vez el mundo vaya a seguir su curso sin él le resulta demasiado absurda como para ser tomada en consideración. Pero a la vez, un acontecimiento tan vulgar, que ha sucedido infinitas veces en la historia de la humanidad, se torna absolutamente trascendente cuando el afectado es él mismo, Iván Ilich (y el propio lector no puede evitar ponerse en su lugar), otorgándole una lucidez oscilante entre el horror y la esperanza:

"¿Y esto que quiere decir? ¿A qué viene todo ello? No puede ser. No puede ser que la vida sea tan absurda y mezquina. Porque si efectivamente es tan absurda y mezquina, ¿por qué habré de morir, y morir con tanto sufrimiento? Hay algo que no está bien.
Quizá haya vivido como no debía - se le ocurrió de pronto - ¿Pero, cómo es posible, cuando lo hacía todo como era menester?, se contestó a sí mismo, y al momento apartó de sí, como algo totalmente imposible, esta única explicación de todos los enigmas de la vida y la muerte."

Enigmas a los que Tolstoi no da soluciones en la novela, más allá del sinsentido de la existencia. Quizá la mejor respuesta fue su propia actitud vital en los últimos años de su vida. ¿Pensó Tolstoi en Iván Ilich en el momento de morir en el andén de una estación de ferrocarril? Quizá se le apareció su personaje en el último instante y le dijo algo así como: "No te preocupes, ahora lo comprenderás todo".

CACHÉ (2005), DE MICHAEL HANEKE. ACOSO LEGAL.


Poco a poco voy repasando la filmografía de Michael Haneke, uno de esos directores valientes que no dejan a nadie indiferente. Hay otros muchos así, estoy seguro, pero él ha conseguido hacerse más popular que la mayoría de los cineastas de los denominados "de autor", aunque sea a través de un cine provocativo, desagradable en ocasiones y nada complaciente con el espectador.

Georges es un hombre que parece disfrutar de la vida perfecta: una casa amplia y llena de libros, como corresponde al presentador de un programa literario de éxito, una bella esposa y un hijo sano e inteligente. Tan bello panorama comienza a resquebrajarse cuando comienzan a llegar a su domicilio unas absurdas cintas de vídeo en las que la fachada de su hogar es grabada durante horas, como si alguien estuviera permanentemente vigilándoles. Algo que a priori no constituye una ilegalidad, pone nervioso a cualquiera. Realmente no existe un tipo jurídico que contemple el envío de imágenes de tomadas en la calle como delito o falta. En todo caso, lo más extraño de todo es que no son capaces de dar con la persona que pasa horas frente a su casa en la monótona tarea de grabar su fachada. Georges debe hurgar un poco en su pasado más remoto para encontrar algunas respuestas...

Lo más destacable de la película es como Haneke consigue mantener la tensión en todo momento, como si una amenaza invisible acechara cerca. La casa de Georges constituye aquí una especie de refugio burgués contra los peligros del exterior, contra los desheredados que no han gozado de las mismas oportunidades que él. Pero las acciones del pasado pueden cobrarse algunas deudas. El mundo real no es el representado por el bienestar material de Georges, sino la imagen de un niño cortándole el cuello a un gallo de la manera más cruel.