Como el realismo del siglo XIX es mi gran pasión literaria y "La taberna", de Emilio Zola uno de mis libros favoritos, pretendo ir leyéndome poco a poco la apasionante saga de los Rougon-Macquart. Aquí un artículo sobre el primero de los libros:
El siglo XIX constituye una revolución para la novela. Si hasta entonces, salvo notables excepciones, la narrativa había tenido mera intención de entretener o de instruir, los novelistas decimonónicos se proponen, nada menos, que reflejar la realidad en sus creaciones, describir la realidad de su momento, las convulsiones sociales e introducirse en el interior de sus criaturas para que el lector tome conciencia directa de las contradicciones del ser humano.
Autores
como Balzac, Zola, Flaubert, Tolstoi o Pérez Galdós serán maestros en
este tipo de narrativa, que pretende empapar al lector de realidad, para
que conozca mejor el mundo en el que vive. Los historiadores cuentan en
estas novelas con una fuente fiable e inagotable para sus estudios.
Emilio Zola es el principal impulsor de la corriente del naturalismo literario, que en España contó con ilustres seguidores, como el ya nombrado Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán. El naturalismo pretende plasmar la vida con la máxima fidelidad posible en todos sus aspectos, no dejando espacio a la fantasía.
"Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres, se comporta en una sociedad desarrollándose para engendrar, diez, veinte individuos que parecen, a un primer vistazo, profundamente disímiles, pero que el análisis muestra íntimamente ligados unos con otros. La herencia tiene sus leyes, como la gravedad"
Con estas palabras comienza Zola su ciclo de los Rougon-Macquart, la historia de una familia francesa durante las dos décadas que dura el reinado de Napoleón III (1852-1871). El autor da una gran importancia a las leyes de la herencia genética entre padres e hijos, llegando a instaurar prácticamente en los actos de sus personajes un determinismo social que deja poco espacio a la libertad individual. El nacimiento y la sociedad determinan la actuación del individuo, que poco puede hacer para nadar contra la corriente de su destino. Una concepción darwinista de la existencia en la que los fuertes devoran a los débiles.
Aunque todavía no con la maestría de obras posteriores como "La taberna", el libro que nos ocupa es un dignísimo comienzo de una saga que iba a reportar a su autor fama y grandes beneficios económicos. Zola fue lo que podriamos denominar hoy como un autor de best sellers, pero de una calidad considerablemente mayor que los de hoy día.
En "La fortuna de los Rougon", se nos describe la vida de una ciudad de provincias, Plassans, descrita por Zola como un ente vivo que influye en la vida de sus ciudadanos, dependiendo del barrio en el que hayan nacido. Las barriadas definen las clases sociales y algunos habitantes de Plassans, incluido el fundador de la saga de los Rougon, gran oportunista e hipócrita, intentan adivinar por donde sopla el viento de los cambios políticos para intentar ascender socialmente.
La descripción del clima político, visto desde la periferia, resulta magistral. Los acontecimentos suceden en París y sus coletazos repercuten en Plassans, aunque las noticias verdaderas llegan con cuentagotas y hacen vivir con el corazón en un puño a quienes optan públicamente por una determinada posición: absolutismo, bonapartismo o república. Finalmente las vidas de unos personajes que nos han sido presentados por separado van a confluir en los decisivos acontecimentos que darán lugar al comienzo del Segundo Imperio: el ascenso al poder de Napoleón III.
Siendo el comienzo de un ciclo de novelas que pueden leerse de forma independiente, el autor fija magistralmente las raices familiares que van a marcar la pauta de la actuación de los descendientes que protagonizarán las narraciones posteriores. De cualquier modo, la manera más fascinante de advertir las intenciones científicas de Zola es leer el ciclo completo desde el principio. Tarea difícil en España, donde algunas de sus novelas, salvo las más célebres, son difícilmente encontrables, aunque una oportuna reedición por parte de Alianza Editorial está cubriendo poco a poco estas lagunas.
Emilio Zola es el principal impulsor de la corriente del naturalismo literario, que en España contó con ilustres seguidores, como el ya nombrado Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán. El naturalismo pretende plasmar la vida con la máxima fidelidad posible en todos sus aspectos, no dejando espacio a la fantasía.
"Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres, se comporta en una sociedad desarrollándose para engendrar, diez, veinte individuos que parecen, a un primer vistazo, profundamente disímiles, pero que el análisis muestra íntimamente ligados unos con otros. La herencia tiene sus leyes, como la gravedad"
Con estas palabras comienza Zola su ciclo de los Rougon-Macquart, la historia de una familia francesa durante las dos décadas que dura el reinado de Napoleón III (1852-1871). El autor da una gran importancia a las leyes de la herencia genética entre padres e hijos, llegando a instaurar prácticamente en los actos de sus personajes un determinismo social que deja poco espacio a la libertad individual. El nacimiento y la sociedad determinan la actuación del individuo, que poco puede hacer para nadar contra la corriente de su destino. Una concepción darwinista de la existencia en la que los fuertes devoran a los débiles.
Aunque todavía no con la maestría de obras posteriores como "La taberna", el libro que nos ocupa es un dignísimo comienzo de una saga que iba a reportar a su autor fama y grandes beneficios económicos. Zola fue lo que podriamos denominar hoy como un autor de best sellers, pero de una calidad considerablemente mayor que los de hoy día.
En "La fortuna de los Rougon", se nos describe la vida de una ciudad de provincias, Plassans, descrita por Zola como un ente vivo que influye en la vida de sus ciudadanos, dependiendo del barrio en el que hayan nacido. Las barriadas definen las clases sociales y algunos habitantes de Plassans, incluido el fundador de la saga de los Rougon, gran oportunista e hipócrita, intentan adivinar por donde sopla el viento de los cambios políticos para intentar ascender socialmente.
La descripción del clima político, visto desde la periferia, resulta magistral. Los acontecimentos suceden en París y sus coletazos repercuten en Plassans, aunque las noticias verdaderas llegan con cuentagotas y hacen vivir con el corazón en un puño a quienes optan públicamente por una determinada posición: absolutismo, bonapartismo o república. Finalmente las vidas de unos personajes que nos han sido presentados por separado van a confluir en los decisivos acontecimentos que darán lugar al comienzo del Segundo Imperio: el ascenso al poder de Napoleón III.
Siendo el comienzo de un ciclo de novelas que pueden leerse de forma independiente, el autor fija magistralmente las raices familiares que van a marcar la pauta de la actuación de los descendientes que protagonizarán las narraciones posteriores. De cualquier modo, la manera más fascinante de advertir las intenciones científicas de Zola es leer el ciclo completo desde el principio. Tarea difícil en España, donde algunas de sus novelas, salvo las más célebres, son difícilmente encontrables, aunque una oportuna reedición por parte de Alianza Editorial está cubriendo poco a poco estas lagunas.
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