Todos los que fuimos a ver "La cinta blanca" el sábado pasado salimos más o menos con la misma idea: acabábamos de visionar una gran película, pero son necesarios algunos días para asimilarla e interpretar su mensaje. Ahí van mis opiniones:
Hay películas, en la actualidad son pocas, que quedan
en la mente del espectador durante días. Hay que rumiarlas, pensarlas,
asimilarlas e incluso soñarlas. Pero aun así sus mensajes son tan
infinitos como un juego de espejos. Hasta que nos damos cuenta de que
todo está en nuestro interior. Todos hemos sido niños, algunos padres.
Todos hemos realizado crueldades y las hemos de soportar alguna vez.
Michael Haneke es el director de la crueldad, es decir, el retratista de las verdades más dolorosas de nuestra existencia, el que saca a la luz los secretos más inconfesables de las personas presuntamente decentes.
La película transcurre en un pueblo alemán a principios del siglo XX. No nos engañemos, aunque los parámetros espacio-temporales nos puedan dar pistas del significado de lo que vamos a visionar en pantalla, el autor de este artículo es de los que opinan que la historia podría suceder en cualquier lugar y en cualquier tiempo.
Bien es cierto que el inicio de la Primera Guerra Mundial está a punto de suceder y que a esta le va a seguir una segunda mucho más inhumana, si cabe, en la que se llegará a acusar a Alemania de algo inédito hasta entonces: la responsabilidad colectiva de todo un país en el establecimiento de un régimen criminal que llevó el terror a toda Europa.
En el pueblo de "La cinta blanca" priman las, así llamadas, "buenas costumbres", al menos en apariencia. Los padres educan a sus hijos con un rigor prusiano. El terrateniente ejerce un liderazgo paternalista y un pastor, que parece salido de una película de Dreyer ,intenta ser ejemplo de máxima rectitud.
El pastor no duda en aplicar castigos severísimos a sus descendientes por las faltas más nimias. El discurso a su hijo adolescente reprochándole que se masturbe es una obra maestra del horror, un horror que sigue perviviendo bajo diversas formas, el horror de la irracionalidad convertida en ley respetable.
Nos encontramos en la civilizada Europa, en el corazón de la sociedad más avanzada de su tiempo. Pero lo que vemos en sus pobladores son sentimientos atávicos apenas reprimidos que se desbocan a la menor oportunidad. Los niños asimilan su rígida educación, las ideas puras y sin mácula que se les transmiten, observan la hipocresía de sus mayores y transforman este cóctel en crueldad pura.
Así Europa entera, guiada por el pueblo alemán, se prepara para echar por la borda los ideales ilustrados que culminaron en la Revolución Francesa, representados por el profesor-narrador, quizá, junto a su prometida, el único ser inocente de los que habitan el pueblo.
Él mismo es víctima de la represión al negársele sus deseos conyugales, comprobando así que el brutal régimen patriarcal en el que vive hace que las muchachas casaderas sean propiedad de los padres, aunque, al ser un adulto de sentimientos nobles en ningún momento tomará venganza por la afrenta. Poco después, va a ser engullido por la vorágine de la guerra, lo que sin duda hará de él una persona distinta a la que se nos muestra en la película.
La fotografía, en un blanco y negro frío y siniestro, no hace sino incentivar los sentimientos de inquietud y zozobra que embargan al espectador durante todo el metraje. Una historia que, para su director, habla sobre el comportamiento humano y sus consecuencias, entre otras cosas:
"Por un lado el film te muestra como se preparó el terreno para el surgimiento del fascismo y el nazismo. Pero mi intención no fue solamente mostrar como surgió el nazismo en Alemania, sino como surgen los totalitarismos, de derecha o de izquierda, en cualquier parte del mundo. Incluso intenta denunciar el fascismo religioso. En cualquier lugar donde encuentres represión, humillación, sufrimiento y agonía está preparado el terreno para que pueda desarrollarse el radicalismo. Hubo quien tras ver "La cinta blanca" pensó que se trataba de un film en contra del protestantismo, y eso no podía haber sido más erróneo. Hay que tener una mirada más amplia al ver esta película, porque lo que dice es que si uno tiene una idea, esa idea puede ser buena o mala, pero en el momento en que se institucionaliza se vuelve peligrosa porque se convierte en una ideología". (Entrevista a Michael Haneke recogida en la revista Dirigido, nº 396)
Una película inquietante, que es capaz de explorar que hay más allá de las máscaras sociales de los que conviven en entornos civilizados, mostrarnos todo el horror oculto que contienen los seres humanos y hurgar en la herida para que el espectador no pueda sustraerse a su obligación ciudadana de pensar.
Michael Haneke es el director de la crueldad, es decir, el retratista de las verdades más dolorosas de nuestra existencia, el que saca a la luz los secretos más inconfesables de las personas presuntamente decentes.
La película transcurre en un pueblo alemán a principios del siglo XX. No nos engañemos, aunque los parámetros espacio-temporales nos puedan dar pistas del significado de lo que vamos a visionar en pantalla, el autor de este artículo es de los que opinan que la historia podría suceder en cualquier lugar y en cualquier tiempo.
Bien es cierto que el inicio de la Primera Guerra Mundial está a punto de suceder y que a esta le va a seguir una segunda mucho más inhumana, si cabe, en la que se llegará a acusar a Alemania de algo inédito hasta entonces: la responsabilidad colectiva de todo un país en el establecimiento de un régimen criminal que llevó el terror a toda Europa.
En el pueblo de "La cinta blanca" priman las, así llamadas, "buenas costumbres", al menos en apariencia. Los padres educan a sus hijos con un rigor prusiano. El terrateniente ejerce un liderazgo paternalista y un pastor, que parece salido de una película de Dreyer ,intenta ser ejemplo de máxima rectitud.
El pastor no duda en aplicar castigos severísimos a sus descendientes por las faltas más nimias. El discurso a su hijo adolescente reprochándole que se masturbe es una obra maestra del horror, un horror que sigue perviviendo bajo diversas formas, el horror de la irracionalidad convertida en ley respetable.
Nos encontramos en la civilizada Europa, en el corazón de la sociedad más avanzada de su tiempo. Pero lo que vemos en sus pobladores son sentimientos atávicos apenas reprimidos que se desbocan a la menor oportunidad. Los niños asimilan su rígida educación, las ideas puras y sin mácula que se les transmiten, observan la hipocresía de sus mayores y transforman este cóctel en crueldad pura.
Así Europa entera, guiada por el pueblo alemán, se prepara para echar por la borda los ideales ilustrados que culminaron en la Revolución Francesa, representados por el profesor-narrador, quizá, junto a su prometida, el único ser inocente de los que habitan el pueblo.
Él mismo es víctima de la represión al negársele sus deseos conyugales, comprobando así que el brutal régimen patriarcal en el que vive hace que las muchachas casaderas sean propiedad de los padres, aunque, al ser un adulto de sentimientos nobles en ningún momento tomará venganza por la afrenta. Poco después, va a ser engullido por la vorágine de la guerra, lo que sin duda hará de él una persona distinta a la que se nos muestra en la película.
La fotografía, en un blanco y negro frío y siniestro, no hace sino incentivar los sentimientos de inquietud y zozobra que embargan al espectador durante todo el metraje. Una historia que, para su director, habla sobre el comportamiento humano y sus consecuencias, entre otras cosas:
"Por un lado el film te muestra como se preparó el terreno para el surgimiento del fascismo y el nazismo. Pero mi intención no fue solamente mostrar como surgió el nazismo en Alemania, sino como surgen los totalitarismos, de derecha o de izquierda, en cualquier parte del mundo. Incluso intenta denunciar el fascismo religioso. En cualquier lugar donde encuentres represión, humillación, sufrimiento y agonía está preparado el terreno para que pueda desarrollarse el radicalismo. Hubo quien tras ver "La cinta blanca" pensó que se trataba de un film en contra del protestantismo, y eso no podía haber sido más erróneo. Hay que tener una mirada más amplia al ver esta película, porque lo que dice es que si uno tiene una idea, esa idea puede ser buena o mala, pero en el momento en que se institucionaliza se vuelve peligrosa porque se convierte en una ideología". (Entrevista a Michael Haneke recogida en la revista Dirigido, nº 396)
Una película inquietante, que es capaz de explorar que hay más allá de las máscaras sociales de los que conviven en entornos civilizados, mostrarnos todo el horror oculto que contienen los seres humanos y hurgar en la herida para que el espectador no pueda sustraerse a su obligación ciudadana de pensar.
En la película hay un interés en destacar la localización geográfica del pueblo (sobre todo por la presencia de jornaleros polacos) y el severo protestantismo hace lo demás. Estamos hablando de Prusia (Preussen) una región de Alemania que fue deliberadamente destruida por los aliados al final de la segunda guerra mundial. Churchill dejó escrito en sus Memorias que él no había querido la destrucción de Alemania, pero Prusia sí debía desaparecer, pues Prusia era el origen del militarismo alemán.
ResponderEliminarLa mayor parte del territorio prusiano fue repartido entre Rusia (Kaliningrad) y Polonia. Lo poco que quedó está en los estados del Este de Alemania, y la capital sería Berlin. Ha habido algunas tentativas recientes de que Prusia vuelva a existir con su antiguo nombre, el origen de la Gran Alemania.
Esto es de la wikipedia:
Eventual Regreso de Prusia
Tras la reunificación alemana, varios entusiastas han lanzado el proyecto para devolverle oficialmente el nombre de Prusia a la región comprendida por los estados de Berlín y Brandeburgo.
En un referendo celebrado en 1996, la mayoría de los habitantes de Brandeburgo se pronunció en contra de la fusión de los dos Estados, mientras que los de Berlín lo hicieron a favor. No obstante y a pesar del revés, la iniciativa sobre la fusión se ha mantenido, y está prevista su realización definitiva para el año 2009, tras ser nuevamente sometida a referendo. Sin embargo, no es seguro que, de ser aprobada la fusión, el nuevo Estado resultante de ella reciba el nombre de Prusia, y se baraja la posibilidad de llamarlo simplemente Berlín-Brandeburgo.
Para muchos alemanes (esto lo digo yo) la reaparición del viejo nombre en el viejo territorio despierta notables recelos.
Muchas gracias, Francisco, como siempre tus comentarios son un perfecto complemento del artículo. En cualquier caso, mejor dejar las cosas como están y no tentar la suerte con Prusia.
ResponderEliminarSaludos.