lunes, 8 de diciembre de 2025

METRONOM (2022), DE ALEXANDRU BELC.

La película comienza con las imágenes de un monumento de piedra dedicado a glosar las hazañas comunistas, una especie de metáfora de la sociedad petrificada que era la Rumanía de los años setenta. Los protagonistas de Metronom son adolescentes que quieren contar con un pequeño espacio de libertad y rebeldía en esta asfixiante realidad. Por eso se reunen de forma clandestina para hacer algo que puede ser muy inocente para un ciudadano occidental, pero resulta una actividad subversiva para el régimen comunista: escuchar Metronom, un programa consagrado a la música rock emitido por Radio Free Europe. Mientras lo escuchan y bailan al ritmo de The Doors sienten que hay mundo ahí fuera en el que cada cual puede pensar por sí mismo, un mundo más allá del miedo presente en la vida cotidiana. Tanto es su entusiasmo, que escriben una carta colectiva que intentarán hacer llegar al presentador del programa. Esta carta será un elemento incriminatorio más cuando la Securitate, la temida policía secreta de Ceauçescu, irrumpa en la reunión y detenga a todos los jóvenes para someterlos a un temible y humillante interrogatorio que incluye una obligatoria y detallada confesión completa por escrito. Todo esto lo contemplamos a través de los ojos de Ana, una adolescente en pleno despertar sexual que intenta resistirse a acusar a sus compañeros y cuya pequeña rebeldía hace que caiga sobre ella todo el brutal peso del Estado. La película de Belc consigue transmitir todo el horror de vivir en un régimen totalitario que quiere controlar las vidas y los pensamientos de sus ciudadanos y que reprime cualquier leve disidencia de la manera más contundente. Contemplando sus imágenes podemos equiparar perfectamente a un régimen comunista con uno fascista. A pesar de sus diferentes discursos, las consecuencias represivas para sus ciudanos son parecidas, por eso en ambos casos lo que más teme el Régimen es el contacto con ideas (aunque sea solo música) del exterior que hagan advertir con contraste, la podredumbre la existencia cotidiana.

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LOS HERMANOS MARX EN EL OESTE (1940), DE EDWARD BUZZELL.

Hasta ahora creía que Winston Churchill se encontraba viendo esta película la noche que le avisaron de que Rudolf Hess había aterrizado en paracaídas en suelo británico, pero ChatGPT me asegura que eso es un mito, que se encontraba trabajando con sus colaboradores. Sea o no un mito, la anécdota es una buena metáfora del servicio que podían realizar las realizaciones que protagonizaban los hermanos Marx para relajar los ánimos en tiempo de guerra. En esta ocasión se dedican a paradiar las películas del oeste y, aunque no sea una de sus mejores comedias, ésta contiene una serie de momentos que se quedan para siempre en la memoria del espectador. En mi caso, llevaba décadas sin verla, pero recordaba perfectamente todos y cada uno de los geniales gags, como el de la estafa en la Estación, o el de la pistola-cepillo, así como del memorable final en el tren, con ese grito de ánimo que ha perdurado y todavía se sigue utilizando: "¡Más madera!" El mundo de los hermanos Marx oscila entre lo absurdo y la parodia de lo real. Aunque sus argumentos generalmente tienen que ver con derrotar a unos malvados (en este caso a un sheriff y sus secuaces, que quieren estafar a un hombre honrado), lo más importante en realidad es contemplar el caos y la destrucción que van sembrando por donde pasan. Es un mundo anárquico en el que ellos se mueven como pez en el agua, pues su lógica es muy distinta a la del mundo real, así que lo que reina en el mismo es un humor tan absurdo como genial.

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sábado, 6 de diciembre de 2025

ESTO NO EXISTE (2025), DE JUAN SOTO IVARS. LAS DENUNCIAS FALSAS EN VIOLENCIA DE GÉNERO.

Hace ya más de veinte años que en nuestro país se encuentra vigente la Ley de violencia de género. Una ley que nació con el loable propósito de defender a las mujeres de lo que se define como una lacra, las agresiones y asesinatos por parte de la parte masculina de la pareja o expareja. Esto motivó que se modificase el código penal y se dispusieran penas diferentes por el mismo delito según su autor fuera hombre o mujer. Aunque ya pocos lo recuerdan, la nueva ley generó bastante polémica en su momento, polémica también protagonizada por jueces progresistas, que la estimaban inconstitucional, incompatible con el artículo 14 de nuestra Carta Magna. Además, pensaban que de algún modo infantilizaba a las mujeres y las consagraba como el sexo débil de la relación, además de no garantizar plenamente la presunción de inocencia del denunciado.

Estas voces disidentes fueron pronto silenciadas. El Tribunal Constitucional declaró su constitucionalidad y, a partir de entonces, cualquier crítica a la ley empezará a ser tildada de peligrosa para los derechos de las mujeres y de negacionista acerca de la existencia de la violencia de género. Juan Soto Ivars cuenta que, antes de emprender el proyecto de escritura de este libro, no fueron pocas las voces amigas que le advirtieron de que se iba a meter en problemas al publicar un ensayo de esta naturaleza, que cuestiona de manera muy argumentada el discurso oficial. Lo cierto es que las denuncias falsas sí que existen y no son un número irrisorio de las mismas, tal y como mantiene año tras año la Fiscalía General del Estado en las estadísticas que publica. Esto se debe es que la Fiscalía no investiga de oficio las denuncias con evidencias de falsedad, sino que absuelve al acusado y archiva los procedimientos. Entonces, la pregunta que habría que hacerse no es cuántas denuncias son falsas, sino cuántas son verdaderas. Examinando con atención esas estadísticas, muchos se llevarán una sorpresa, ya que la narrativa oficial machaca continuamente con el relato de que no existen mujeres que denuncien por intereses propios. Por ejemplo, para obtener ventajas inmediatas en un proceso de divorcio conflictivo. 

Lo único que sucede es que en un país tan políticamente polarizado como el nuestro es extremadamente difícil establecer un debate sereno y con argumentos acerca de los beneficios y los daños que han producido veinte años de aplicación de esta ley. Cualquiera que critique públicamente una sola coma de la misma será tachado de negacionista, ultraderechista y de poner en peligro la vida de las mujeres. El autor ha podido comprobar las pasiones que suscita este debate con los intentos de boicot que ha sufrido su presentación en Sevilla. Lejos de querer debatir, los defensores de que las cosas permanezcan igual insultan a cualquiera que ponga en cuestión sus postulados, aunque la violencia de género siga contando con unas cifras similares año tras año y cada vez sean mayores las cifras de hombres acusados en falso que son obligados a pasar una o más noches en el calabozo. El autor, que en ningún momento niega la existencia del fenómeno de la violencia de género, sostiene que la situación actual perjudica igualmente a las auténticas víctimas, que en muchas ocasiones no pueden acceder a los recursos que necesitan urgentemente por saturación de denuncias. Las otras perjudicadas son las parejas actuales o las madres de los hombres denunciados, que ven como empieza a pesar sobre ellos el estigma de ser maltratadores. No sería extraño que las abultadas cifras de suicidio masculino en España tengan que ver con ello, pero no existen estudios fiables que puedan certificar esta relación.

Los argumentos que expone Esto no existe se basan en numerosos testimonios bien acreditados y en el estudio de casos famosos como el de Juana Rivas. En su delirio y en su afán de rizar cada vez más el rizo, la izquierda comete excesos como considerar en algunas declaraciones que todos los hombres son potenciales violadores o promover el término violencia vicaria, por el cual, en una relación de pareja, la única parte capaz de hacer daño a los menores para hacer sufrir a la otra es el hombre. Evidentemente, el libro de Soto Ivars no es ciencia, se trata meramente de una concienzuda investigación periodística que saca una serie de conclusiones acerca de las cuales sería urgente debatir. Lo más curioso de todo esto es que, en la vorágine actual de noticias que se devoran unas a otras, estamos descubriendo que los máximos defensores de esta ley, quienes se proclaman máximos protectores de los derechos de las mujeres, tratan de dilatar, cuando no de ocultar, los casos de acoso cuando ocurren en su propia casa, tal y como sucedió con el asunto de Íñigo Errejón. Una hipocresía que está delante de los ojos de cualquier ciudadano que quiera mirar la actualidad de una manera objetiva y que debería tener consecuencias políticas para sus promotores.

domingo, 30 de noviembre de 2025

PRIMAVERA REVOLUCIONARIA (2023), DE CHRISTOPHER CLARK. LA LUCHA POR UN MUNDO NUEVO, 1848-1849.

En el último curso del Instituto se nos impartía una asignatura de Historia Contemporánea. Uno de los temas que había que estudiar era el de las Revoluciones de 1820, 1830 y 1848, como un conjunto de acontecimientos históricos con conexiones entre sí. En este monumental libro, el historiador Christopher Clark pone en su contexto la última de ellas y no lo hace como un todo, sino como una serie de revoluciones de carácter estrictamente local que involucró a un gran número de territorios de Europa, pero que no se encontraban coordinadas entre ellas, por mucho que terminaran influyendo unas en otras, dado el ambiente de ebullición que por diferentes motivos existía en los diferentes lugares donde se produjeron los levantamientos:

"Las coincidencias son llamativas. Las mismas palabras resonaron por todas partes: Constitución, libertad, libertad de prensa, asociación y reunión, guardia civil (o nacional), reforma electoral: este era el icono liberal de la Europa del siglo XIX, fruto de décadas de conversaciones internacionales. Ninguna de estas revoluciones –con la posible excepción de los levantamientos fallidos de Madrid– fue la consecuencia de planes conspiratorios. Ninguna estuvo dominada por un solo grupo. Los «revolucionarios» de 1848 no fueron ejecutores de un plan, sino improvisadores, para quienes el presente era una frontera expuesta. Tenían en común un fuerte sentido de su posición en una época concreta, la edad de la «servidumbre» –según la histriónica calificación de Paul Boerner– inaugurada por el Tratado de Viena de 1815. La rapidez de la victoria fue asombrosa y la euforia que siguió, comprensible. Pero quedaba una infinidad de problemas, quehaceres que ejercerían una presión de urgencia en los diversos teatros de la revolución. ¿Cómo llevar a cabo negociaciones con monarcas que permanecían en sus respectivos tronos y mantenían el control de las fuerzas armadas? Esta fue una cuestión especialmente apremiante en los territorios de los Habsburgo, Prusia y muchos de los estados alemanes e italianos, donde el afecto por el monarca o el respeto hacia la institución que representaba seguían muy arraigados entre la población. ¿Quién debía velar por el orden público en lugares donde las estructuras policiales habían sido desmanteladas o sustituidas por aficionados entusiastas? ¿Cómo conciliar la «revolución política», tan apreciada por los liberales urbanos, con los llamamientos a la «revolución social» que emanaban de los radicales, o de los trabajadores de los suburbios conflictivos? ¿Hasta dónde debía ampliarse el derecho al voto? ¿De dónde obtendría dinero el gobierno posrevolucionario? ¿Cómo conseguir que unas insurrecciones tan sumamente locales en sus intereses se fusionaran para sustentar esfuerzos regionales o nacionales más amplios? ¿Cuándo debería ceder la política de compromisos ante un enfrentamiento armado?"

Bien es cierto que el balance final para muchas de ellas es de fracaso, ya que la reacción de los poderes imperantes fue implacable, pero muchas de sus reivindicaciones debieron ser tenidas en cuenta a corto o medio plazo, ya que habían calado de manera irreversible en amplias capas de la sociedad, muchos de cuyos miembros se habían jugado la vida por sus ideales. Y dichas reivindicaciones no eran solo de carácter nacionalista o liberal, como comúnmente se cree, sino que Clark incorpora muchas otras dependiendo de los territorios donde se produjeran las insurrecciones: socialismo, abolicionistas de la esclavitud o defensores de la igualdad frente a los abusos al pueblo judío. Es tal la complejidad de los acontecimientos que sucedieron en aquellos dos años en Europa que ha habido que escribir un volumen tan amplio como éste para intentar dar cabida a todos. Pero Clark no se conforma con la descripción de acontecimientos históricos y luchas callejeras, sino que su mirada intenta abarcar hasta la más mínima anécdota de lo que sucedió aquellos días y describe a personajes históricos y a gente anónima, valiéndose de un impresionante conjunto de fuentes. Lo que más impresiona son los esbozos biográficos de algunos luchadores por la libertad que estuvieron presentes en varios países armados con un idealismo a prueba de balas.

Primavera revolucionaria es una muy completa crónica de unos acontecimientos casi inabarcables por su complejidad. Christopher Clark acaba reivindicando su legado: a pesar del aparente fracaso de las revoluciones, muchos territorios debieron adaptarse y modernizar sus instituciones a través de la redacción de nuevas constituciones y apertura del parlamentarismo a una representación más extensa de distintas clases sociales, algo que sucedió en lugares como Dinamarca o Países Bajos. Además, todos estos acontecimientos quedaron en la memoria colectiva como episodios heroicos de lucha por la libertad, algo que sirvió para afianzar posteriores reivindicaciones de carácter liberal.

sábado, 29 de noviembre de 2025

ANATOMÍA DE UN INSTANTE (2025), DE ALBERTO RODRÍGUEZ.

Nuestro país tiene una historia impresionante que no se ha aprovechado lo suficiente como material para realizar buenas películas y series. Uno de los hechos contemporáneos capitales es el asalto al Congreso el 23 de febrero de 1981, unos hechos que todavía suscitan controversia, sobre todo por la participación (o al menos inspiración) del Rey en los mismos. Aquí se parte de un material tan valioso como el libro de Javier Cercas para ofrecer el retrato de tres personajes que el escritor define como "héroes de la retirada": Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo, tres hombres que tuvieron que traicionar sus ideales, con lo que ello conlleva en términos de descrédito, con el fin de fomentar un bien mayor: la consolidación de la democracia en nuestro país. La perfecta elección de los actores que los interpretan y la cuidada ambientación hacen que esta serie refleje de manera perfecta no solo unos hechos, sino el ambiente de una época en la que España se asomaba al abismo de un nuevo régimen autoritario y quien sabe si a una nueva Guerra Civil. Suárez es retratado como el hombre clave de la Transición que fue desechado por el Rey una vez que había cumplido su misión. Carrillo es el viejo político que vuelve a España poniendo en peligro su vida para que su partido pueda aprovechar el momento histórico para volver a ser hegemónico en la izquierda. Gutiérrez Mellado es el militar que traiciona los principios franquistas por fidelidad a una idea de democracia y - sobre todo - a quien se está dejando el pellejo por construir la misma. Estas vidas confluyen en el momento decisivo del asalto al Congreso: ninguno de los tres se amedrentó cuando los guardias civiles empezaron a disparar al techo y permanecieron impasibles (quizá salvaguardando la dignidad de un país en sus peores horas) frente a su posible muerte. Una de las mejores series españolas de los últimos años que debería servir de guia acerca de cómo contar nuestros numerosos episodios históricos de una manera imparcial y verosímil.

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FRANKENSTEIN (2025), DE GUILLERMO DEL TORO.

El interés de Guillermo del Toro por la inmortal novela de Mary Shelley ya se atisbaba en su anterior obra, Pinocho, ya que existían referencias a la misma en la creación del muñeco de madera. Frankenstein es la grandiosa historia de cómo un creador reniega de su creación y de cómo esta criatura va pasando de una inocencia absoluta a un absoluto deseo de venganza. Del Toro ha plasmado esta narración de imágenes muy impactantes y ha desarrollado de manera muy efectiva una biografía del doctor Frankenstein, por lo que entendemos mucho mejor su personalidad y sus ambiciones a través de las difíciles relaciones con su padre (algo que anticipa las propias con su hijo). Aunque al principio sus intenciones son nobles - aunque las presente casi como un showman ante la comunidad científica - pronto tratará a su criatura más como un logro propio que cómo un ser sintiente, por lo que la rebajará a un estado cercano a la esclavitud. Uno de los puntos flacos de la película es la relación de la criatura con la esposa del hermano de Frankenstein, del todo inverosímil, ya que se intenta que ella sea el personaje humanista, que advierte de manera espontánea su verdadera naturaleza y deja atrás inmediatamente cualquier prevención al acercarse a un ser tan insólito. Sí que es muy acertado el comienzo de la película, en ese escenario hostil repleto de hielo, en el que la aparición de la criatura es verdaderamente terrorífica: así la ven las humanos después de haber pasado por varios traumas que se irán contando posteriormente. Frankenstein tiene, en suma, la acertada estructura de unas vidas paralelas - creador y criatura - que se muestran de manera muy cruda al espectador, a la vez que el director otorga a su película un tono casi onírico muy adecuado para contar esta historia.

P: 8

sábado, 22 de noviembre de 2025

SIN PERDÓN (1992), DE CLINT EASTWOOD.

Uno de los grandes prodigios del cine de los años noventa fue esta revitalización y puesta al día de un género que se creía extinto. No es que desde entonces se haya sucedido un torrente de películas del oeste, pero Sin perdón demostró que se podía dar una vuelta de tuerca a uno de los géneros más populares. Aquí no existe el heroísmo, la historia es absolutamente sórdida y por ello absolutamente realista. El protagonista no es un héroe, ni siquiera un antihéroe. Se trata de un antiguo asesino despiadado y cruel que redimió su existencia gracias al amor de una mujer que murió hace pocos años. Vive retirado en una pobre granja con sus hijos, tratando de llevarla adelante entre enfermedades de los animales y grandes cantidades de estiércol. Por eso, cuando se le ofrece la oportunidad de volver, aunque sea brevemente, a su antigua vida, la tentación será demasiado fuerte, puesto que comprende que todo era más fácil en aquellos días, pues solo se trataba de apretar el gatillo y emborracharse. En cierto modo, a William Munny se le convoca para hacer justicia, como un demonio vengador que tiene que ajustar la cuentas a quienes han marcado horriblemente el rostro de una prostituta. Todo es deshumanizador en el oeste que refleja Clint Eastwood. Las prostitutas son mera mercancía cuyo daño el consumidor debe compensar económicamente. La justicia está representada por un sheriff corrupto y violento que decide lo que es la ley con su mera voluntad, por lo que las víctimas deben recurrir a peligrosos forajidos para encontrar su anhelada venganza. Sin perdón está rodada por un Clint Eastwood en estado de gracia que retrata magistralmente a unos personajes que experimentan reacciones muy humanas frente al mundo violento en el que se ven inmersos. Una película que puede contemplarse una y otra vez sin que pierda un ápice de su fuerza y autenticidad.

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