La segunda parte de uno de los grandes proyectos cinematográficos de nuestro tiempo arranca en el mismo instante en el que finalizaba la anterior, después de la destrucción de la casa Atreides, siguiendo a los dos supervivientes, madre e hijo, que se refugian con los presuntamente primitivos Fremen. En realidad esta película no se diferencia en nada de la anterior, pudiendo visionarse ambas partes como una sola. Si acaso aquí el espectáculo se engrandece, ofreciéndonos escenas tan memorables como la doma de los enormes gusanos de arena, utilizados por los Fremen para recorrer grandes distancias. Hasta ese momento los Fremen han sido un pueblo que ha vivido de profecías y promesas de redención. La llegada de Paul Atreides, al que muchos identifican como su Mesías, empezará una ola de fanatismo religioso muy parecido en sus formas al del islam. Solo Chani, la amante del presunto mesías verá todo eso como una gran locura y se abandonará a su pueblo. Como lector de la novela - solo la primera, por el momento - me siento muy identificado con la traslación en imágenes que ha logrado Villeneuve y me alegro de que la tercera parte se encuentre ya en producción.
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