domingo, 16 de noviembre de 2014

ROMPIENDO LAS OLAS (1996), DE LARS VON TRIER. SOBRE LA RELIGIÓN NATURAL.

Aún recuerdo cómo me impactó esta película la primera vez que la vi en el cine. No estaba acostumbrado, ni mucho menos, a este tipo de cine. Fue toda una sorpresa, que me mantuvo reflexionando durante algunos días. Se podía contar una historia de otro modo, rompiendo con el clasicismo. Aunque Rompiendo las olas, está dividida en capítulos, casi como si de una novela se tratara, su narrativa es casi tan rompedora como su título. Partiendo de los postulados del movimiento Dogma 95, la película está rodada en escenarios naturales, cámara en mano. La trama tiene lugar en la isla Skye, en el norte de Escocia, en lo que parecen ser los años setenta del siglo pasado, pero lo que más importa es la relación entre sus personajes, la pasional Bess y el extranjero Jan, que deben vivir su historia de amor en un entorno hostil, dominado por una religión masculina y estricta.

Bess es un ser muy particular, incapaz de ocultar sus emociones. En un entorno tan frío como en el que se desenvuelve su existencia, su expresividad puede ser considerada un síntoma de locura, cuando no una actitud pecaminosa. Un grupo de ancianos, pertenecientes a la iglesia del lugar, parece gobernar con mano de hierro la localidad, condenando sin paliativos al infierno a quienes consideran que han fallecido sin estar en paz con su religión. Y la actitud de Bess, que no puede ocultar la felicidad de los primeros días de matrimonio y sexo, parece ser un desafío para la austera moral imperante en un lugar pequeño y aislado, propenso también al chismorreo. Pero dejamos que sea el propio director, en una entrevista concedida en el año de su estreno a la revista Sight & Sound, el que explique algunas de sus intenciones a la hora de abordar el hecho religioso en su película:

"Mi intención no ha sido la de criticar a una comunidad religiosa en concreto, como la que existe en el contexto escocés. Eso no me interesa. Es demasiado simplista y es algo con lo que no tengo demasiado que ver. Adoptar un punto de vista que es fácilmente accesible y universalmente aplicable es como pescar en aguas poco profundas. En gran medida, tengo cierta simpatía por las personas que están comprometidas espiritualmente y adoptan posturas extremas. En el fondo, se trata simplemente de que si quieres crear un melodrama, tienes que poner obstáculos por el camino, y la religión me proporcionaba un obstáculo ideal para mi historia."

La auténtica prueba moral para Bess comenzará con el accidente de su marido, que le deja tetrapléjico, del cual se va a sentir culpable, por haber deseado su regreso anticipado de la plataforma petrolífera en la que trabaja. A partir de aquí la mujer va a ser puesta a prueba. Como si se tratara de un nuevo redentor, Bess sufrirá un autoinfligido Calvario, cuando Jan, no sabemos si víctima de un delirio o lúcidamente, le pida desde el lecho del hospital que se acueste con otros hombres y después se lo cuente. Al principio ella intenta resistirse, pero después toma el encargo como una cruzada personal, humillándose y buscando sexo con desconocidos con el fin de ayudar a la recuperación de su marido a través de su sacrificio, pasando de la vergüenza al dolor, cuando unos desalmados acaben dándole una brutal paliza: todo ello en nombre de un amor puro y radical, capaz de vencer cualquier obstáculo para lograr sus objetivos, incluyendo conceptos tan contradictorios como la naturaleza racional y la religión establecida.

Rompiendo las olas no es una película fácil. A su vocación simbólica se añade la libertad radical con la que Von Trier aborda su proyecto, que en su último tramo no ahorra al espectador imágenes crudas y desagradables. Además de su director, el alma del film es una Emily Watson en estado de gracia, que se dio a conocer con este título. Watson intepreta a un personaje tan difícil como Bess, que ha de expresar emociones tan discordantes con una intensidad fuera de lo común: debe ser una muchacha de corazón puro que ha de ensuciar su dignidad hasta alcanzar la condición de mártir. Como dijo el propio Von Trier cuando conoció a Watson en las pruebas para elegir a la actriz protagonista: "En su aspecto había algo de Jesucristo que me atrajo".    

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