No suelo leer novela policíaca. No por falta de ganas, sino de tiempo. En su día leí obras magníficas (hace poco culminé las narraciones completas de Sherlock Holmes, uno de los padres del policíaco) de autores clásicos como Dashiell Hammett o Raymond Chandler, que luego dieron lugar a obras maestras del género negro. Pero apenas he pasado de ahí y, si me preguntan por los grandes escritores actuales del género, apenas sabría nombrar a un par de ellos. Sé que me estoy perdiendo buena literatura, pero por desgracia el tiempo que uno puede dedicarle a este vicio es limitado y si hablamos de géneros, siempre me he decantado más por la ciencia ficción.
Digo esto porque la interesantísima película de Scott Frank parte de un personaje bastante popular para los entendidos en estos asuntos: Matt Scudder, una especie de investigador privado sin licencia, que se gana la vida "haciendo favores a los amigos", creado por la pluma de Lawrence Brock. No sé si la serie literaria de Scudder merecerá la pena, pero su traslación cinematográfica retrata a un protagonista con una psicología muy sugestiva. En el pasado fue un policía duro, una mezcla entre Harry el sucio y Harvey Bullock, el compañero del futuro comisario Gordon en la magnífica serie Gotham. Al espectador se le permite atisbar un episodio de ese pasado turbulento: cuando era un policía alcohólico y en un tiroteo mató por error a una inocente. Nos podemos imaginar que ese instante fue catártico para Scudder: abandonó sus dos grandes amores, el alcohol y la policía y se dedicó a ir por libre, desarrollando su particular visión de la justicia.
Aun concebida como vehículo para el lucimiento de su protagonista, un Liam Neeson que realiza una interpretación muy contenida en todo momento, la mayor virtud de Caminando entre las tumbas es saber crear un clima propio, repleto de tensión en un Manhattan nocturno, lleno de fantasmas y moral ambigua. Los narcotraficantes que piden ayuda a Scudder pueden tener una digna vida familiar y ser víctimas también del mal, pero no pueden acudir a las fuerzas del orden convencionales. Scudder no es exactamente alguien a quien le guste tomarse la justicia por su mano, pero las circunstancias van a convertirlo en una especie de ángel de la venganza, a su pesar, mientras recita los mandamientos de Alcohólicos Anónimos para que sus pensamientos no le devuelvan al demonio de la botella.
Por último ¿Es significativo que la trama de la película transcurra a finales de los años noventa, cuando las torres gemelas estaban a punto de caer, desencadenando el mal y la venganza absolutos? Quizá la última imagen ofrezca alguna pista al respecto. Caminando entre las tumbas ha supuesto una agradable sorpresa, una opción muy recomendable para quien quiera pasar una tarde en el cine y le guste salir un poco turbado (en el buen sentido del término) de la sala.
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