A Michel Houllebecq se le pueden reprochar muchas cosas: que repite temas en sus novelas, que no posee un gran estilo literario o que es un escritor heterodoxo, pero lo que es indudable es que sus narraciones no dejan indiferente a nadie. Si no fuera algo tan espurio, podríamos hablar de un escritor provocador, pero me parece banal en esta época, en la que apenas quedan tabues. Disfruté muchísimo en su día con Las partículas elementales y ahora he vuelto a hacerlo con La posibilidad de una isla. A Houellebecq hay que asimilarlo sin complejos, dejando que sus originales ideas, que tienen mucho que ver con las ocurrencias de sus personajes, fluyan libremente por la mente del lector.
Que el protagonista sea un humorista de éxito, ya retirado, que no cree demasiado en el humor porque no cree en la humanidad es todo un acierto. Daniel, como cualquier ser humano, anhela sacarle jugo de la vida, experimentar el amor, la amistad, los hijos... Pero sufre plenamente el mal de los cínicos, de los que no pueden tomarse nada en serio. En eso ha basado su carrera profesional, que le ha reportado grandes dividendos, pero ¿sirve para la vida real? Al menos afrontarla con dinero es una ventaja. Daniel lo intenta, pero su deseo de sexo fácil, de placeres inmediatos, le puede. Además, no puede soportar el hecho biológico de envejecer poco a poco. Su lema vital podría ser éste:
"(...) si agredes al mundo con suficiente violencia, él te acabará escupiendo su cochina pasta; pero nunca, nunca te devuelve la alegría."
Como novela que puede inscribirse en la ciencia ficción, La posibilidad de una isla, funciona a dos niveles. Por un lado conocemos las circunstancias vitales más íntimas de Daniel y por otro se insertan relatos de sus sucesores a modo de clones, mediante los cuales podemos conocer el mundo que han heredado y sus extrañas costumbres. Porque la esencia de la narración es la ascensión de una secta, a cuyos eventos Daniel comienza a asistir, inspirada en las doctrinas de los raelianos y la cienciología. En esencia, su mensaje contiene una extraña mezcla de ciencia, religión y parapsicología. Se pretende llegar a la inmortalidad mediante la clonación humana, por lo que sus miembros han de dejar muestras de su ADN a sus científicos. Un engaño bien orquestado, como suele ser frecuente en las religiones, populariza esta fe y hace que acabe triunfando sobre las creencias tradicionales. Aunar ciencia y fe quizá sea la fórmula del futuro en el mercado de las religiones.
Sea como fuere, al final la secta logra cumplir sus promesas y dejar descendencia clónica sobre el mundo. Muchos siglos después de la existencia del primer Daniel, estos nuevos hombres son una versión mejorada de los anteriores. Viven solos (una especie de catástrofe nuclear o ecológica que ha asolado el mundo tiene mucho que ver) en cumplimiento de las enseñanzas de una líder a quien denominan Hermana Suprema:
"La inteligencia permite el dominio del mundo; solo podía aparecer en una especie social y por mediación del lenguaje. Esa misma sociabilidad que había permitido la aparición de inteligencia iba más tarde a estorbar su desarrollo, una vez que se perfeccionaron las tecnologías de transmisión artificial. La desaparición de la vida social era el camino, enseña la Hermana Suprema."
Es curioso que estos nuevos hombres, aislados y autosufientes, acaben cayendo en los vicios de sus antepasados: la necesidad de afecto, la curiosidad por saber que hay más allá del propio horizonte... Al final resulta que la esencia de la humanidad, por mucho que nos modifiquen los genes, acaba surgiendo.
A todo esto, la lectura de La posibilidad de una isla posee un particular interés para nosotros los españoles. La mayor parte de su acción transcurre en nuestro país y Houellebecq no ahorra estocadas a nuestras costumbres y forma de ser. España aparece como un país que avanza rápidamente hacia la modernidad, pero que no es capaz de abandonar en el camino ciertos usos ancestrales (machismo, incultura, brutalidad) que nos han acompañado en nuestra historia. El urbanismo salvaje, las infraestructuras desmesuradas, los gustos musicales infames y nuestra vida noctámbula aparecen sin ningún rubor. Pero el mayor puyazo aparece en esta frase, que dejo aquí como materia de reflexión:
"(...) a los españoles no les gustan nada los programas culturales ni la cultura en general, es terreno que les parece profundamente hostil, a veces tienes la impresión, cuando hablas de cultura, de que se lo toman como una especie de ofensa personal."
Una buena crítica. El libro me gustó, me pareció profundo por encima de la aparentemente simplicidad de la historia.Una visión dura y cáustica, pero muy real de la vida actual tanto social como personal.
ResponderEliminarUn abrazo
Victoria
No creo que se pueda decir que la religión "inventada" de los elohimitas de la novela tenga que ver con la "parapsicología", aunque sí con el decorado "new age" al que ya estamos bastante acostumbrados, pero que sigue dando ciertos réditos de imagen. Creo que es un acierto mostrar cómo una innovación social supuestamente positiva parte de un fraude a cargo de unos sinvergüenzas sin escrúpulos. Al fin y al cabo, mucho de lo positivo de nuestra forma de vida tiene su origen en el afán de lucro e iniciativas violentas. Si bien, dentro de la historia sorprende que el triunvirato de líderes coexista felizmente una vez alcanzado el éxito. Lo lógico es que hubieran empezado a matarse unos a otros...
ResponderEliminarYendo a lo más importante de la novela, uno de los problemas de Houellebecq es que muestra la frustración de los deseos primarios como un conflicto insoluble. Del budismo para acá, todos sabemos que la represión de los deseos primarios (sexo y estatus) es el mayor problema humano, junto con el de la agresividad. Houellebecq siempre nos presenta personajes que están incapacitados para resignarse o para encontrar compensaciones. Nos muestra que ni la resignación ni los consuelos son otra cosa que engaños. Vivir tiene que significar quererlo todo. E incluso los casi apáticos clones del futuro acaban también frustrándose y prefiriendo la extinción a vivir reducidos a un aislamiento más o menos búdico, de renuncia al deseo.
Alguien dirá que Houellebecq es un pedante por preocuparse tanto por satisfacer imposibles cuando tanta gente en el mundo carece aún de lo más imprescindible.
Pero también se puede decir que se equivoca con respecto a la naturaleza humana. En la novela, se da por supuesto que el amor es inviable, excepto en los perros, naturalmente, porque éstos están genéticamente programados para amar a sus amos. Quizá no se han explorado suficientemente aún las posibilidades de la psicología humana a ese respecto.
Muchas gracias, Victoria, estoy de acuerdo con tu visión del libro. Respecto a la referencia parapsicológica, la establezco por el ingrediente extraterrestre que da un sabor exótico a los postulados de la secta. Por lo demás, me sumo a tu interpretación de la novela, que resume un poco el rico debate que mantuvimos el viernes pasado. La renuncia total al deseo "inhumaniza" al ser humano, que justamente por eso nunca podrá llegar a la perfección.
ResponderEliminarUn abrazo a los dos.