miércoles, 12 de febrero de 2014

OPINIONES DE UN PAYASO (1963), DE HEINRICH BÖLL. LA ALEMANIA MILAGROSA.

A Heinrich Böll no se le puede entender sin conocer un poco de su biografía: peleó en la Segunda Guerra Mundial como soldado de la Wehrmacht, muy a su pesar, puesto que él era un joven católico verdaderamente creyente y ayudar a conquistar paises en nombre de una raza superior era poco compatible con lo que él entendía por cristianismo. Tampoco con la paz se sosegó su espíritu. Más bien se convirtió en la conciencia de la nueva Alemania (la del Oeste), cuya rápida prosperidad llegó después de una dura postguerra. Para él el "milagro económico" se asentaba sobre unos cimientos podridos. No pocos fueron los criminales de guerra que se acomodaron en posiciones importantes en el nuevo Estado, mientras maquillaban sus biografías y organizaban hipócritas ceremonias de reconciliación racial. Como todos habían sido culpables de un modo u otro en el desencadenamiento de la locura nazi, todos podían olvidar el pasado y mirar hacia delante, sobre todo cuando el enemigo comunista acechaba al otro lado del telón de acero. Böll tampoco simpatizó demasiado con la otra Alemania y fue uno de los intelectuales que denunció el Gulag y las violaciones de derechos humanos en el mundo comunista.

La Alemania de Opiniones de un payaso, la de principios de los años sesenta, parece haber conjurado sus fantasmas a través del bienestar económico. Para esa época el país empezaba a ser la locomotora de Europa (condición que sigue manteniendo hoy, a gran distancia del resto de países, quizá con la excepción de Reino Unido) y la Segunda Guerra Mundial era algo en lo que no había que profundizar en exceso. Muchos de sus actores seguían vivos y en activo y tenían mucho que ocultar. El protagonista de la novela, Hans Schnier, es hijo de una familia adinerada de industriales alemanes, que durante la guerra apoyó al régimen nazi, hasta el punto de inmolar a una de sus hijas a la bestia hitleriana en la defensa del país frente a los judíos americanos. La llegada de la paz no les ha supuesto ningún problema, pues son gentes acostumbradas a adaptarse a la marea y pronto aprovechan la prosperidad del nuevo Estado para enriquecerse como nunca. Hans se ha rebelado contra esta hipocresía desde muy temprana edad, sobre todo por la obsesión que siente por el inútil sacrificio de su hermana, algo que no parece haber afectado demasiado a sus padres, al menos en apariencia. A la menor oportunidad, se ha marchado de casa y ha iniciado una carrera como payaso, con la que ha llegado a gozar de las mieles del éxito, después de superar mil dificultades. Pero actualmente se encuentra en franca decadencia.

Cuando el lector conoce a Hans se encuentra viviendo, a sus veintiocho años, el peor momento de su existencia. A las malas críticas a sus últimas actuaciones profesionales, se suman el hecho de que su pareja, Marie, le ha abandonado para casarse con otro, su falta de dinero y una lesión en la rodilla que le impedirá actuar en los próximos meses. Opiniones de un payaso es un largo monólogo de su protagonista, que da la impresión de ser alguien de mucha más edad, por lo amargo de su discurso. Refugiado en su pequeña casa de Bonn, llama a sus conocidos - casi todos católicos practicantes - y a su familia para que se hagan cargo de su situación y le presten alguna ayuda económica. Para el círculo de amistades de su ex-pareja, que es fundamentalmente a quienes acude, él es un bicho raro, un agnóstico que vive a su aire y que ha corrompido a un ser puro como Marie para convivir en el pecado nefando del concubinato. Ahora ellos se alegran de que Marie haya vuelto al buen camino casándose por la Iglesia con un católico practicante. Para Hans la realidad es muy distinta: está obsesionado con Marie y considera que él es su verdadero esposo y que el concubinato lo está viviendo con su nueva pareja. Desde luego su forma de pensar en consecuente con sus acciones, a diferencia de esos católicos que solo practican aquellas partes de la doctrina que les intersa, obviando otras más incómodas. Como bien expresa Mario Vargas Llosa en su ensayo La verdad en las mentiras, en el capítulo dedicado a la novela de Böll:  

 "En verdad, lo que el infortunado payaso descubre es mucho más grave: la hipocresía de aquellos creyentes y de la Iglesia a la que pertenecen, y, en última instancia, de la sociedad en la que vive. Todos ellos, de manera consciente o inconsciente y con distintos grados de oportunismo, hacen trampas: son fariseos que se rasgan las vestiduras ante las faltas ajenas y ello les da una cómoda buena conciencia para cometer las propias. La religión y la política son herramientas que les permiten adquirir poder y prestigio, además de proporcionarles unas coartadas universalmente respetadas en su sociedad para prosperar en la vida sin sentirse lo que en verdad son: egoístas, ávidos y cínicos." 

Opiniones de un payaso cumple sobradamente con su función de novela incómoda en la que Hans Schnier es una especie de Diógenes que busca, sin muchas esperanzas de hallarlo, a un cristiano verdadero. Böll deja claro que no se puede prosperar en sociedad sin renunciar en mayor o menor grado a los principios sagrados que se dice defender y que dicha prosperidad en directamente proporcional a esas renuncias, que se esconden detrás de los más imaginativos eufemismos. Realizando una especie de función arqueológica en Más Libros Libres, he descubierto que el autor alemán fue bastante popular en nuestro país allá por los años setenta. Hoy día sigue editándose y reeditándose, pero estoy seguro de que es mucho menos leído que entonces y es una pena, puesto que es uno de esos autores que, como Camus, supieron casi siempre estar en el lado moralmente correcto en el laberinto de las ideologías del siglo XX.

No hay comentarios:

Publicar un comentario