viernes, 4 de enero de 2013

¡ROMPE RALPH! (2012), DE RICH MOORE. HABITANTES DEL MUNDO VIRTUAL.


Ralph es un currante con puesto fijo que acumula trienios en la misma empresa. A pesar de ello, no se siente reconocido por su trabajo: es menospreciado por sus compañeros y vive en un montón de escombros. Pero es que el trabajo de Ralph es especial: es un malo de videojuego, por lo que su fama le precede y solo cae bien a los de su misma calaña, a pesar de esforzarse en ser amable con los demás. Ralph es el protagonista de un juego que lleva muchísimos años triunfando en los salones recreativos, uno de esos juegos tradicionales e inocentes, en comparación con la sofisticación de los actuales. Su único anhelo, como el de muchos de nosotros, es el reconocimiento social, que en su mundo se premia con una medalla, así que Ralph emigrará a otro juego (uno de disparos en primera persona, ultraviolento), para demostrar a sus compañeros de lo que es capaz. 

A partir de este planteamiento Disney ofrece una historia muy adictiva, que no está ni mucho menos dirigida solo a los más pequeños, sino que contiene infinidad de guiños dedicados a los que hemos pasado parte de nuestra infancia en los salones recreativos (yo no llegué nunca a enviciarme del todo con ningún juego, seguramente por falta de medios económicos para ello), aprovechando para ello los cameos de conocidos personajes de estos mundos virtuales. La de Ralph es la típica historia de superación personal, pero los guionistas han tenido la inteligencia de que no haya ninguno de los personajes sea verdaderamente malo (y el que al final se desvela como tal da más lástima que otra cosa).

¡Rompe Ralph! tiene algunos puntos en común con la saga de Toy Story: en ambas los personajes cumplen su función de divertir a los jóvenes, pero gozan de una vida propia más allá de sus relaciones con los seres humanos. En este caso los protagonistas viven en un mundo virtual que puede ser desconectado en cualquier momento y ser sustituidos por un juego más moderno, con personajes con texturas digitales más sofisticadas (es uno de los grandes aciertos de la película, mezclar personajes con píxeles de diferentes épocas). Es una espada de Damocles siempre presente y uno de los grandes temas de la película: el miedo a volverse prescindible, a no ser reconocido en el trabajo o que este no sea útil de un día para otro. No se pierdan (da igual si llevan o no a niños) uno de los espectáculos más imaginativos de la temporada.

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