viernes, 25 de enero de 2013

CUANDO EL HOMBRE ENCONTRÓ AL PERRO (1983), DE KONRAD LORENZ. UNA AMISTAD ANTIGUA Y ETERNA.


Es preciso imaginarse una escena de hace miles de años: nuestros antepasados, los nómadas primitivos, desplazándose contínuamente seguidos por lobos (Lorenz habla erróneamente de chacales) que poco a poco se van acercando a los seres humanos. Al principio sólo actúan como útiles centinelas nocturnos a cambio de alimentarse de algunas sobras, pero poco a poco se va estableciendo una relación de confianza. El ser humano va advirtiendo que aquel animal es diferente a los demás. El animal se va volviendo manso con el paso de los años y sus ojos destilan fidelidad y nobleza. Poco a poco van tomando confianza con el hombre y le acompañan cuando van a cazar, siguiendo rastros y acosando a las fieras. Es el principio de una historia mutua de amor que llega hasta nuestros días. 

No es preciso decírselo a quienes conviven con un perro: es un animal que nunca decepciona, cuya compañía siempre proporciona alegrías. La mascota lleva en sus genes la fidelidad a un amo, que es para él una especie de dios por el que daría la vida si fuera preciso sin dudarlo. Freud dejó escrito que la relación entre un perro y su dueño es semejante a la de un padre con su hijo, con una diferencia: no hay ambivalencia ni elementos de hostilidad. Solo amor incondicional, un auténtico regalo de la naturaleza al hombre, cuya vida sería mucho más gris de no contar con este fiel compañero. 

El libro de Konrad Lorenz, además de ser el de un científico, es el de un hombre apasionado por el comportamiento animal, que es capaz, a través de la observación, de entrar en la mente de estos animales y conocer las motivaciones de sus actos. En realidad el perro, al igual que el hombre, es un animal domesticado, aunque mucho menos racional, por lo que sigue conservando muchos comportamientos instintivos que el animal humano ha desterrado como antisociales, por lo que si bien a veces podemos señalar en ellos ciertos rasgos humanos (muchas veces aprendidos en la convivencia en un hogar), existen importantes barreras en la relación con ellos:

"Muchos y muy diversos son los motivos que pueden mover a los seres humanos a adquirir y mantener a un animal; pero no todos los animales son adecuados. De manera especial, entre los amigos de los perros, hay quienes buscan refugio en un animal tan solo a causa de amargas experiencias personales. Siempre me produce pesar escuchar aquella frase maligna de: "Los animales son mejores que los seres humanos." La verdad es que no lo son, aunque hay que admitir que la fidelidad de un perro no encuentra con facilidad su equivalente en las virtudes sociales del hombre. En contrapartida, el perro no conoce el complejo de obligaciones morales, a menudo conflictivas, propio y exclusivo del hombre, como tampoco conoce, o sólo en un grado mínimo, la diferencia entre la inclinación natural y el deber; en una palabra, todo eso crea la culpa en nosotros, pobres seres humanos. Hasta el perro más fiel es amoral desde el punto de vista humano de la responsabilidad."

En cualquier caso, es prodigioso el grado de comprensión por parte del perro de los más variados sentimientos humanos. Saben cuando estamos tristes, cuando preocupados o contentos y actúan en consecuencia: este proceso de identificación es fruto de una convivencia de milenios. Lorenz habla sobre todo desde su experiencia, aunque sin obviar el método científico. Hay algo conmovedor en sus palabras cuando habla de la muerte del animal y de su sustitución por otro. Aunque siempre queda el recuerdo del perro desaparecido, pronto el sustituto sabe llenar su lugar: en lo esencial, los cánidos son animales de comportamiento muy similar, a diferencia de los hombres.

No puedo dejar de recoger, como punto final, estas palabras del autor, llenas de la sabiduría de quien conoce la importancia de la relación humano-perro:

"La fidelidad de un perro es un don precioso que impone obligaciones morales no menos imperativas que la amistad con un ser humano. La vinculación afectiva con un perro fiel es tan "eterna" como puede serlo cualquier otra entre seres vivos de esta tierra. Esta es una consideración que debería tener en cuenta todo aquel que se dispone a adquirir un perro."

3 comentarios:

  1. Una cosa que podemos aprender de las relaciones entre los hombres y los perros, es la relativa simplicidad de las relaciones afectivas, que es lo que explica el apego que se tiene a las relaciones con estos fieles animales.

    Podemos observar que existen también pautas sociales humanas que son bastante simples y generalizadas, como el proceso de aprendizaje organizado, el flirteo sexual, la idea de hogar o el valor de cambio de los productos del trabajo. Todos estos comportamientos se dan por supuestos.

    Sin embargo, las pautas afectivas que tanto nos atraen de los perros porque nos permiten confiar en ellos, no son generalizadas y no se dan por supuestos. A nadie le extraña que su perro lo ame y le sea fiel, de la misma forma que nadie se extraña de que uno tenga que cortejar a su pareja antes de tener relaciones sexuales o que haya que trabajar primero para tener después derecho a prestaciones económicas de otros.

    Sin embargo, un comportamiento "perruno", en lo que supone de confianza y fidelidad nos parece excepcional. ¿En realidad es tan difícil de conseguir? Más bien se diría que no forma parte de nuestras pautas culturales, que no hemos sido educados para ello.

    Por fortuna, el perro se comporta de esta forma de manera instintiva, no necesita de una cultura que lo condicione para ello.

    Por cierto, como muchos amantes de los animales de su época, Konrad Lorenz estuvo afiliado al partido nazi y durante esa época escribió algunas teorías alabando las bondades de la agresividad en el ser humano. Esto lo he sacado de aquí:

    http://www.alcoberro.info/planes/lorenz3.html

    "En la medida en que los humanos se han ‘autodomesticado’, es decir, en la medida en que su supervivencia ya no depende de la selección natural (ni de un entorno salvaje), sino de la cultura y el artificio, caen en una degeneración genética y se vuelven ‘lúdicos’, es decir, se infantilizan. De hecho, Lorenz proponía una selección basada en ‘criterios de tenacidad, de heroísmo, de utilidad social’ (sic) y llevada a cabo por ‘alguna institución humana, si no se quiere que la humanidad, faltada de factores de selección sea aniquilada por una degeneración producida por la domesticación’ (sic). La propuesta no deja de ser bastante brutal aunque la teoría, muy al gusto del siglo XIX, está tomada de Galton y se resuelve en planteamientos un poco tópicos: la oposición entre el hombre de campo y el hombre urbano, entre el instinto y la razón o el individuo y el pueblo, etc."
    (...)



    "La capacidad agresiva es buena en tanto que permite asegurar la reproducción de los individuos temporalmente más vigorosos, de manera que refuerza la especie y, además, la agresividad permite dar seguridad a la prole que no es atacada cuando los posibles predadores, sospechan que pueden recibir un castigo importante en caso de intentarlo.


    Lorenz demostró que la parada nupcial en los animales es una variante de la conducta agresiva que, en el último momento, es reorientada hacia una conducta agresiva contra un tercero (chivo expiatorio); de manera que sin agresividad tampoco existiría la sociabilidad.


    Aplicado a los humanos eso significa que el amor no es posible sin que la pareja haga las mismas cosas juntos y se revuelva contra un tercero. La violencia recíproca podría destruirnos (por venganzas y contravenganzas) y el chivo expiatorio es un ‘tercero’ que sirve para calmar tensiones. Los mecanismos compartidos de construcción de ese chivo expiatorio (para entendernos: hablar mal de la suegra, de la cuñada, de las vecinas…) crean sociabilidad. De la misma manera, todo grupo social ‘necesita’ un enemigo común, (nación contra nación, o equipo de futbol contra equipo de futbol)."



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  2. Como siempre, tus palabras muy sabias, Francisco, casi otro artículo completo. Es verdad que a veces se nos olvida que también nosotros somos animales y nunca podemos sustraernos del todo de nuestros instintos. Lo del nazismo temprano de Lorenz, he preferido dejarlo para cuando comente una biografía suya que tengo por leer...

    Saludos.

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  3. ¿Dónde lo puedo descargar? Saludos.

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