Después de leer una obra maestra de la envergadura de Muerte de un viajante, la sensación principal que queda es el deseo de verla representada en teatro al menos una vez. La historia de Willy Loman es una poderosa representación de los dramas de nuestro tiempo, en el que una vida mediocre se considera socialmente un fracaso. Uno de los momentos que más llaman la atención de la obra se produce cuando Willy visita a su jefe y este está entretenido con el i-pad de la época: una grabadora, a la que dedica un desmesurado entusiasmo, hasta el punto de asegurar que grabar su voz y la de su familia se va a convertir en su nuevo hobby. Qué poco hemos cambiado... Aquí el artículo:
Nacido en
una familia de inmigrantes judíos del Este de Europa, a cuyos negocios afectó
seriamente la depresión de 1929, los primeros años de Arthur Miller
(1915-2005), que fue un estudiante mediocre, no presagiaban que llegara a ser
uno de los grandes dramaturgos de la historia. Después de haber trabajado
durante algunos años en todo tipo de empleos para ayudar a la familia
(experiencia que sería decisiva para su obra posterior), fue en la Universidad,
donde se licenció en Literatura inglesa, donde estalló su vocación creativa.
Arthur Miller, un intelectual icónico americano
A pesar de
que sus primeras obras teatrales pasaron sin pena ni gloria, el estreno de La
muerte de un viajante (1949) y su enome e inmediato éxito de crítica y
público le otorgó un prestigio que ya nunca le abandonaría. La figura de Arthur
Miller, alto,
delgado y con gruesas gafas, se convertiría en sinónimo de intelectual. El
escritor no sólo fue famoso por su obra, sino que se hizo enormemente popular a
raiz de su idilio con la actriz Marilyn
Monroe, uno de
los más famosos del siglo XX.
También es recordado su paso por la Comisión
de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy, donde se negó a dar nombres de
supuestos compañeros con simpatías comunistas. Su vinculación a nuestra país,
que visitaba asiduamente, se consolidó con la concesión del Premio Príncipe de
Asturias en 2002.
Willy Loman, sueño y angustia en la tierra de las
oportunidades
A la hora de
acercarse a La muerte de un viajante, es conveniente situarla en su
contexto histórico. A mediados del siglo XX, superadas las pruebas de la Gran
Depresión y la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se había consolidado como
una gran potencia económica. Se fomentaba la idea del país como la tierra de la
oportunidades y de los hombres hechos a sí mismos, ideas que obsesionarán a Willy
Loman, el
protagonista de la obra. Willy es un hombre que está entrando en la vejez. Toda
su vida ha trabajado como viajante de comercio. Ha vendido lo suficiente para
vivir, pero nunca ha destacado en su trabajo. Últimamente parece atacado por
una crisis vital a la que no sabe como enfrentarse: a la vez que desciende su
capacidad de vender, intuye que no ha conseguido cumplir sus grandes sueños.
Todo ello le produce una angustia (algo muy habitual en la labor del comercial)
que le está destruyendo por dentro:
"A
veces me siento muy solo, sobre todo cuando las ventas no han ido bien y no
tengo con quien hablar. Es como si nunca más fuera a vender nada., como si ya
no fuera a ser capaz de mantener a mi familia, como si ese negocio con el que
sueño para que mis hijos lo hereden jamás fuera a hacerse realidad. (...) Hay
tantas cosas que quiero conseguir..." (Arthur Miller, La muerte de un viajante.
Editorial Cátedra, pag. 212).
La decepción de los hijos, Biff y Happy
Ya la puesta
en escena que acota Miller respecto al hogar de los Loman es muy significativa:
se trata de una casa tradicional rodeada de amenazantes rascacielos; como si
los Loman se hubieran quedado atrás en la evolución natural de la economía capitalista. En realidad el protagonista se
presenta muy pronto al espectador como todo un experto en engañarse a sí mismo
e intentar hacerlo con los que le rodean. A pesar de no tener suficiente dinero
para pagar las facturas, intenta ofrecer una imagen optimista de sí mismo para
borrar la realidad de su fracaso. Además, sus hijos Biff y Happy, en los que
tenía depositadas desmesuradas expectativas, siendo ya unos treintañeros, no
han conseguido nada demasiado relevante en la vida, lo cual no quiere decir que
no puedan trabajar y vivir dignamente.
Precisamente,
ya que él no lo ha conseguido, Willy sigue esperando que sus hijos consigan
hacer realidad el sueño americano, ese tan escurridizo, del que él conoce toda
la teoría, pero no la práctica. En realidad, la educación que les ha ofrecido
era totalmente errada para esos objetivos: ha inculcado a Biff y a Happy que lo
más importante en los negocios es el aspecto físico y la simpatía personal,
dejando el esfuerzo y los estudios en un segundo plano. Los ha ensalzado tanto
que lo único que ha conseguido es que carezcan de la más mínima disciplina
laboral, porque no están dispuestos a recibir órdenes. Aún así sigue
fantaseando con que su hijo Biff va a conseguir un crédito de un antiguo jefe,
que precisamente lo despidió por robar, y va a montar una empresa de material
deportivo que se va a convertir, como por arte de magia, en líder en su sector.
"No
tiene un centavo que lo avale, pero hay tres universidades importantes
peleándose por él, y de ahí al cielo, porque no es lo que hagas, sino a quien
conozcas, es saber sonreír cuando hay que hacerlo. Contactos, Ben, contactos.
Toda la riqueza de Alaska se puede estar dirimiendo en un restaurante del hotel
Commodore, y eso es lo maravilloso, eso es lo maravilloso de este país, que un
hombre pueda termirar cubierto de diamantes solo porque ha conseguido caer
bien. (...) Cuando entre en una empresa su nombre va a resonar con fuerza y se
le van a abrir todas las puertas. He visto cómo ocurría. Lo he visto miles de
veces. Sí, no es madera que puedas tocar con las manos pero está ahí". (Arthur Miller, o.p, pag. 264).
Una obra innovadora y que pretende transformar al espectador
La
muerte de un viajante, es una obra muy innovadora en recursos escénicos. Entre los más
destacados están las llamadas escenas subjetivas, en las que los
delirios del protagonista interactúan con la realidad, algo imprescindible para
entender la complejidad de los pensamientos de Willy. A pesar de que la obra no
es el desmesurado ataque al capitalismo que muchos ven ella (es más bien una llamada
de atención sobre sus perdedores), el autor de Las
brujas de Salem quiso que su
teatro fuera un instrumento de denuncia y transformación social:
"(...)
existe en la forma dramática la posibilidad última de elevar el grado de
compromiso con la verdad del ser humano hasta el punto de poder transformar la
vida de quienes contemplan la obra." (Arthur
Miller citado en The Theater Essays of Arthur Miller, Ed. Robert A. Martin. Viking. Pag. 84).
Al final el
drama de Willy Loman es el drama del hombre que se resiste a ser mediocre, a
ser uno más, cuyos desmedidos planes de futuro acaban aplastándolo. Su hijo
Biff tomará buena nota: su misión en la vida, una vez libre de la sombra de su
padre, va a ser encontrarse a sí mismo: su gran triunfo va a ser saber quien es
realmente y actuar en consecuencia.
cuál es tú apellido para citar tu trabajo
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