domingo, 4 de noviembre de 2012
A ROMA CON AMOR (2012), DE WOODY ALLEN. LA VIDA ES BELLA.
Woody Allen es uno de los pocos creadores optimistas que nos quedan. Tras el paréntesis londinense, donde contó historias más sombrías, el cineasta ha vuelto a sus temas de siempre: el amor y sus múltiples variantes, las relaciones de pareja y los eternos conflictos que conlleva. De hecho esta película tiene algunos preocupantes paralelismos con dos obras muy recientes: Vicky Cristina Barcelona y Midnight in Paris: las tres son obras optimistas, cuyos protagonistas llevan una vida sin problemas económicos y cuya temática gira en torno a la insatisfacción vital desde el punto de vista sentimental. Además, las tres aprovechan para mostrar imágenes de postal de las respectivas ciudades que retratan: imágenes coloridas y que invitan al goce de la vida. Al menos de quien pueda gozarla.
A Roma con amor está dividida en varios episodios que se narran de forma paralela, cuyo único nexo de unión es que transcurren en la ciudad eterna. Contra todo pronóstico, el que más me ha interesado es el protagonizado por Roberto Benigni, que trata un asunto al que Woody Allen dedicó una extraordinaria película: Celibrity. Y es que el personaje de Benigni es un ciudadano normal y corriente que un día, sin comerlo ni beberlo, amanece siendo una de las personalidades más famosas de Italia. La que en principio parece ser una situación muy cómoda, deviene en seguida en una especie de purgatorio en el que no existe la vida privada, donde la existencia del famoso está dominada por la continua banalidad de actos sociales que sólo sirven para hacer brillar a unas estrellas cuya popularidad tiene en ocasiones orígenes oscuros (en el sentido de que nadie sabe muy bien a qué se debe su fama). Esta es una situación que en este país nos desborda y que debería corregirse de algún modo, en pos de la salud mental de sus ciudadanos. En el caso del propio Allen, que conoce bien los efectos de la fama, es evidente que su celebridad viene de la maestría de su trabajo, y aún siendo su caso excepcional, él no puede evadirse de los absurdos de ser un rostro conocido que sólo puede ejercitar su privacidad dentro de los muros de su casa. De puertas afuera, como tantos otros, está sujeto a un continuo e injustificado escrutinio público.
El resto de las historias son mucho más convencionales. Tiene interés la protagonizada por Alec Baldwin (un arquitecto de éxito), Jesse Eisenberg (un estudiante de arquitectura) y Ellen Page (una joven aspirante a actriz), por actuar el primero como una especie de voz de la conciencia del segundo, ya que en su juventud (o quizá son sus recuerdos de juventud lo que estamos viendo) pasó por una experiencia similar a del joven estudiante de arquitectura. En suma, A Roma con amor es una película de visión muy agradable, pero que no deja demasiados recuerdos perdurables en el espectador.
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Roberto Benigni como Leopoldo me encantó, se volvio mi personaje favorito, su historia es muy divertida
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