miércoles, 24 de octubre de 2012
APOLO XIII (1995), DE RON HOWARD. UNA ODISEA DEL ESPACIO.
A finales de los sesenta y principios de los setenta, Estados Unidos asombraba al mundo con sus contradicciones. Por un lado mantenía una guerra salvaje en Vietnam, con un impresionante desgaste de su ejército y de su imagen ante la opinión pública. Por otro, gastaba ingentes cantidades de recursos en un programa espacial que le llevó a hacer realidad un muy antiguo anhelo humano: caminar sobre la Luna.
Sin duda la más popular de las misiones fue el Apolo XI, que consiguió el primer paseo por nuestro satélite. El Apolo XIII iba a ser la tercer viaje de humanos a la Luna, por lo que el interés del público había descendido muchísimo, pues los alunizajes se consideraban ya casi un ejercicio rutinario, cuando la realidad (como hemos comprobado tristemente en nuestra época con el transbordador espacial) es que volar al espacio es una aventura peligrosísima, porque son demasiados los elementos que pueden fallar en una misión tan compleja, como se comprobó con el Apolo XIII, que a punto estuvo de convertirse en el sarcófago espacial de sus tres tripulantes.
Como filmar una película sobre el primer alunizaje, el de Neil Amstrong, hubiera sido muy aburrido, puesto que todo salió según lo previsto, Howard se decidió por el vuelo más trágico y también, por qué no decirlo, por la historia donde podía mostrar mejor el espíritu americano de adaptación, de superación de las adversidades. Más heroico aún que los astronautas aparece un Ed Harris, como jefe de control de la misión decidido a devolverlos a casa a cualquier precio. Lo que no funciona en la película es precisamente lo que mejor debería funcionar: el drama. El espectador no puede empatizar con unos personajes demasiado fríos (como son en realidad los astronautas, todo hay que decirlo) y con las explicaciones científicas de los problemas a los que están sometidos, complicados de seguir para el profano.
No obstante, considero que el conjunto es positivo, porque muestra con bastante detalle lo que significaba embarcarse en una misión pionera (como dice acertadamente el personaje de Tom Hawks, ir a la Luna no es ningún paseo), equiparable a la era de los descubrimientos del siglo XVI). Además, también tiene una vertiente sociológica: el público sólo comenzó a interesarse por la misión Apolo XIII cuando estaban a punto de palmarla. Así somos, lo que verdaderamente nos interesa son las novedades y el morbo.
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