Cuando Pizarro se encontró con el rey de los incas en Cajamarca logró tomarlo prisionero y derrotar a sus numerosas tropas con unos pocos hombres. Un imperio que había ido consolidándose en varios siglos caía en pocos meses en manos de un aventurero enviado por la corona española. ¿Cómo era posible esto? ¿Qué factores hicieron que un pueblo estuviera varios siglos más avanzado que el otro? Estas son las preguntas que responde este fascinante libro, lectura obligada para cualquiera que quiera saber algo acerca de quienes somos los seres humanos y cuales son nuestros orígenes. Aquí el artículo:
Existen
libros, como el que nos ocupa, cuya lectura resulta poco menos que
imprescindible, dado que es uno de esos volúmenes que nos abren los ojos acerca
de quienes somos realmente los seres humanos y cómo se ha llegado a conformar
el mundo actual. Jared
Diamond no sólo es
un erudito versado en historia, biología o antropología, sino que sabe aunar
todas estas disciplinas en un único discurso cuyo mayor mérito es el de
resultar tan cristalino como riguroso para el lector.
Investigando los orígenes de la desigualdad humana
El mecanismo
que impulsa la investigación de Diamond es la pregunta que le formula Yali, un
nativo de Nueva Guinea, al que le inquieta el hecho de por qué los colonizadores
que llegaron a su territorio dos siglos antes poseían una tecnología muy
superior a los indígenas. Partiendo de la base de que, biológicamente, no
existen diferencias entre las razas humanas, pues todas tienen características
físicas y de inteligencia similares, los orígenes de estas desigualdades deben
tener su explicación miles de años atrás. Esta es la apasionante tarea que
emprende Diamond, que va a dar fruto a teorías tan interesantes como
esclarecedoras.
El eje este-oeste euroasiático favorece el desarrollo
humano
Partiendo
desde África, origen de la humanidad, los seres humanos se fueron
distribuyendo, a través de los siglos, por diferentes continentes. En unos
lugares encontraron mejores condiciones para prosperar que en otros. Los que llegaron
a Nueva Guinea, por ejemplo, se dedicaron a exterminar a todo animal comestible
en un territorio relativamente pequeño, hasta que terminaron extinguiéndose.
Esto les dejó sin la posibilidad posterior de la domesticación, que tanto haría
por la evolución humana. Sin embargo, para los pobladores del continente
asiatico-europeo, no existía ese problema. Es más, al encontrarse en un eje
este-oeste, las condiciones climáticas y de accesibilidad entre unos
territorios y otros eran idóneas, por lo que podían prosperar con mayor
rapidez, crear sociedades de mayor población y dedicar recursos al desarrollo
de la tecnología y, sobre todo a expandir la agricultura y la domesticación de
especies, elementos principales para que el hombre se asiente en un territorio
y abandone el nomadismo.
En otros
lugares, como América, estas conquistas fueron parciales, pues no disponían de
la variedad de cultivos y de especies animales de Europa y Asia. Así pues, no
hay diferencias esenciales entre las distintas razas y pueblos de la Tierra,
sino distintas circunstancias materiales, geográficas y climáticas que han sido
decisivas a la hora de tener acceso a la tecnología y, por lo tanto, a una
evolución mucho más rápida. Todavía en el siglo XXI existen pueblos de
cazadores-recolectores, aunque ya no están aislados del resto de la humanidad.
Resulta fascinante constatar que hay grupos humanos que mantienen la misma
forma de vida desde hace milenios.
La evolución de las formas de organización comunitaria
Respecto a
la evolución
social, el
investigador estadounidense realiza una clasificación de las formas de
organización comunitaria que han existido a lo largo de la historia. Al principio,
cuando todavía las densidades de población eran muy bajas, los seres humanos se
organizaban en hordas de cazadores-recolectores. Si entraban en conflicto con
otras hordas, solo tenían que desplazarse a otro territorio. Con el inevitable
aumento de la población, las hordas se transforman en tribus, que practican el
sedentarismo y tienden a controlar la mayor cantidad de territorio posible en
relación con el número de sus miembros, además de nombrarse un jefe (con lo
cual la tribu pasa a ser denominada jefatura), que suele tener el monopolio de
la fuerza, con lo cual se acaba con el igualitarismo de la tribu. Cuando un
grupo humano numeroso, bajo un liderazgo centralizado, comienza a controlar a
otros y los utiliza como esclavos o les obliga a pagar tributos y conquista
gran cantidad de territorio, organizándolo burocráticamente se puede hablar de
los primeros Estados e Imperios: reflejo de la voluntad humana de prosperar a
través del dominio por la fuerza.
Los orígenes de la religión como instrumento de
dominio
También
ofrece Diamond un texto muy esclarecedor acerca del origen de la religión, refiriéndose a los primeros
detentadores del poder como cleptócratas, es decir, ladrones de la voluntad
popular y los bienes comunitarios:
"La
última fórmula de los tecnócratas para conseguir el apoyo público consiste en
construir una ideología o religión que justifique la cleptocracia. Las hordas y
las tribus tenían ya creencias sobrenaturales, del mismo modo que las
religiones establecidas modernas. Pero las creencias sobrenaturales de las
hordas y las tribus no servían para justificar la transferencia de la riqueza
ni mantener la paz entre individuos no relacionados. Cuando las creencias
sobrenaturales obtuvieron esas funciones y se institucionalizaron, se
transformaron en lo que llamamos una religión. (...) El jefe afirmaba servir al
pueblo intercediendo por él ante los dioses y recitando las fórmulas rituales
necesarias para conseguir lluvia, buenas cosechas y éxito en la pesca." (Armas,
gérmenes y acero, editorial Debolsillo, pag. 319).
La conquista del reino inca por Pizarro
Así pues,
unos territorios prosperaron a mayor velocidad que otros, dadas las condiciones
que el azar dispuso para que así sucediera. Diamond dedica muchas páginas a
explicar el encuentro entre dos culturas que aconteció en Cajamarca, en el
actual Perú, cuando Pizarro, con unos cientos de hombres, logró doblegar a
miles de incas, simplemente porque contaba con una
tecnología muy superior: armas de fuego, corazas y, sobre todo, la gran ventaja
de la caballería. Además, los pueblos americanos no pudieron defenderse de un
enemigo invisible, pero aún más letal: los gérmenes que traían los españoles,
para los que su organismo no estaba inmunizado. Gracias a estos factores, la
conquista de América del Sur fue una misión relativamente sencilla (teniendo en
cuenta las dificultades de dominar un territorio de miles de kilómetros cuadrados)
para un pequeño número de occidentales.
El predominio de occidente es fruto de factores
accidentales
Armas
gérmenes y acero, ganador del
premio Pulitzer, ayuda a descartar teorías racistas en la exégesis de la
desigual evolución humana: simplemente fueron factores climáticos y geográficos
los que consiguieron que unas sociedades prosperaran y lograran usar tecnología
y otras, mucho más aisladas, se quedaran en la edad de piedra prácticamente
hasta nuestros días. Esto nos hace ver que el azar, y no ninguna clase de
predestinación o superioridad biológica hizo que occidente tomara ventaja sobre otras partes
del mundo.
Gracias José María, le echamos un vistazo.
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