domingo, 22 de abril de 2012
TITANIC (1997), DE JAMES CAMERON. EL GRAN NAUFRAGIO DEL SIGLO XX.
No he tenido reparos en volver a gastar dinero en ver una película que hace quince años me produjo bastante fascinación. Vista hoy día "Titanic" sigue siendo un buen espectáculo, pero ya no es tan sorprendente. En su idea, la idea de filmar de nuevo la catástrofe del gran transatlántico se presentaba como una apuesta muy arriesgada, sobre todo por los costes que el perfeccionista James Cameron iba a exigir en la producción.
Al final, la maniobra le salió redonda: Cameron firmó una película que realmente satisfacía a todo tipo de públicos: desde el cinéfilo hasta la adolescente cuyo principal interés era ver a Leonardo Dicrapio en todo su esplendor. A mí particularmente lo que más me motivaba era el contexto histórico de la película: los principios de un siglo XX que se prometía redentor para el ser humano y terminó siendo una pesadilla en la que la tan anhelada tecnología se llegó a usar para perfeccionar técnicas de exterminio que provocaron una cantidad obscena de muertes en las dos guerras mundiales.
Pero en 1912, el año en el que se produjo la primera y única singladura del Titanic nadie podía imaginarse que tan sólo veinticuatro meses después Europa estaría sumida en una guerra absurda por motivos espurios. El viaje inaugural del enorme buque suponía una especie de remate al siglo XIX, tan fascinado por los avances científicos y tecnológicos que ayudarían al progreso humano. Todo esto lo cuenta de manera magistral Stefan Zweig en sus memorias. El Titanic fue como una especie de advertencia en el sentido de que la soberbia humana lo podía echar todo a perder. En este sentido, la película funciona perfectamente, dosificando con sabiduría las escenas de la relación de la pareja protagonista con las más espectaculares, donde se muestra al buque en todo su trágico esplendor. Es de agradecer que, junto a los avatares públicos e íntimos de los pasajeros, el espectador pueda asistir a una muy entretenida clase de historia.
Vista en 3D, "Titanic" no gana ni pierde nada. Es decir, que su adaptación a esta nueva tecnología nada aporta y el reestreno se podría haber realizado dejando la película como estaba. Resulta curioso que hoy día podamos establecer otra metáfora, muy relacionada con nuestra realidad actual. Cuando el Estado-Titanic se hunde lentamente, nuestros dirigentes tienen preparados botes salvavidas sólo para las clases dominantes. Al resto, se le dejará flotar lentamente en las frías aguas de la crisis. Cuando se intente rescatarlos, será demasiado tarde.
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Se me ocurre el comentario de que uno de los mejores pasajes del best-seller "Mil soles espléndidos" de Khaled Hosseini, ambientada en el Kabul de los talibanes, es el que se refiere a la fascinación que esta película despertó entre sus desdichados habitantes, que tenían que verla de contrabando: era el gran espectáculo del desastre, el lujo de la catástrofe, el glamour del naufragio.
ResponderEliminarDe hecho, ya lo comentabas en el artículo que le dedicaste al libro en el blog de la biblioteca. Está muy bien traído ese detalle, Francisco. Desde luego, para los pueblos del tercer mundo, los muertos del Titanic fallecieron con mucho glamour.
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