miércoles, 19 de mayo de 2010

LA MARSELLESA (1938), DE JEAN RENOIR. LIBERTAD, IGUALDAD Y, SOBRE TODO, FRATERNIDAD.


Lo primero que hay que hacer para efectuar una valoración de esta película es situarla en su contexto histórico: el final de la década de los treinta era un periodo muy convulso para Francia. En la vecina España se libraba una cruenta Guerra Civil que estaba ganando Franco, ayudado por nazis e italianos. Francia comenzaba a sentirse rodeada por enemigos y acosada por una Alemania cada vez más agresiva. Quizá esta película sirviera de estímulo apelando a una época de gloria para el país: la de la Revolución.

"La Marsellesa" cuenta algunos episodios revolucionarios desde la óptica de los más humildes, de un grupo de personajes extramadamente idealistas que pretende cambiar radicalmente el status quo, unos personajes que hacen de la fraternidad su modo de vida. Demasiado bondadosos. Unos estereotipos demasiado obvios, que quieren resaltar el poder del pueblo en su lucha contra unos opresores retratados también de forma caricaturesca: desde el rey hasta los nobles exiliados.

Lo cierto es que como película histórica nos vale bien poco. Las acciones de los personajes son demasiado teatrales y poco realistas, salvo en el asalto final a las Tullerías, filmado con pulso por Renoir. El resto queda como un simulacro bien narrado, pero sin alma. Se obvia demasiado en la película la parte más terrorífica de la Revolución que, si bien nos dejó abundantes beneficios que podemos seguir disfrutando hoy día, el camino hacia tales resultados no fue tan cándido como nos quieren mostrar aquí, sino que estuvo sazonado con abundantes dosis de sangre y terror.

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