miércoles, 12 de mayo de 2010
EL HUNDIMIENTO.
Se le veía preocupado a Zapatero cuando subía a la tribuna del Congreso esta mañana, como si hubiera dormido mal. No era para menos, iba a anunciar que dejaba de ser el presidente que quería pasar a la historia de España como el más social para transformarse de la noche a la mañana en todo lo contrario.
¿Cómo hemos llegado a esto? Lo cierto es que, sin tener que echarle toda la culpa al gobierno, ya que la crisis es internacional, aunque aquí se ve agravada por una serie de factores, la cadena de malas decisiones dura ya demasiado. Primero se negó la crisis, luego se reconoció, pero desde entonces no ha habido mes en el que algún miembro del ejecutivo o su mismo presidente saliera a la palestra para asegurarnos que habiamos tocado fondo y que la recuperación era inminente. El mismo Zapatero en su discurso de hoy ha reconocido que es difícil que los ciudadanos entiendan estas medidas cuando el país está saliendo ya de la crisis. Da la impresión de que no sabe muy bien de lo que está hablando.
Hace un año, la simpática Leire Pajín, declaró, con toda la solemnidad del mundo, que en el primer semestre de este año, al coincidir la presidencia europea por parte de Zapatero con la estadounidense por parte de Obama, se iba a producir un acontecimiento a escala planetaria. No iba muy desencaminada, pero se le olvidó aclarar que en realidad el planeta era Obama y Zapatero un mero satélite presto a cumplir sus órdenes. Si hasta ahora nuestro presidente ha negado por activa y por pasiva que se fueran a producir recortes en los derechos sociales, ha bastado una misteriosa llamada de teléfono del presidente estadounidense para que los acontecimientos se precipiten. Seguramente los recortes estaban ya decididos cuando se produjo la conversación telefónica, pero es posible que ésta los haya profundizado.
Lo cierto es que con todo esto, si a los funcionarios les queda un cinco por ciento menos de salario, al resto de ciudadanos nos queda una sensación de desazón difícilmente superable. Da la impresión de que el país se tambalea peligrosamente del lado de Grecia. Si no se hubieran tomado tantas medidas a lo loco, si no se hubiera cogido dinero de donde no lo había para el desastroso e improvisado Plan E, que llenó nuestas calles de zanjas por enésima vez, si se hubiera sido un poco más coherente con el cheque bebé y haberse ofrecido solo a familias con poco nivel adquisitivo, si no se hubiera tomado esa absurda medida de no retener 400 euros a todas las rentas, altas o bajas, para ahora tener que subir el IVA, si no se hubiera suprimido el impuesto sobre patrimonio, que gravaba a las rentas más altas... Todo esto sin tener en cuenta los múltiples casos de corrupción que dan a los ciudadanos una imagen espantosa de los políticos. Muchos errores y terribles consecuencias.
A ver qué nos deparan los próximos meses...
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Miguel, supongo que todo problema tiene solución.
ResponderEliminarNo sé cuando ni cómo cambiará todo. Pero espero que no tarde y que sea para mejor.
B7s
L;)
Bastante claros tus argumentos del último párrafo, pero, aunque nada más leerlo esté de acuerdo contigo (yo, funcionaria jubilada, jeje), me viene a la mente algo un tanto repetitivo en mí: que por una parte está la opinión mitad racional, mitad sentimental que nos sale de pronto y por otra está la consciencia de la falta de conocimientos en materia de economía que tenemos una gran mayoría de opinantes sobre estos temas. Cada vez que leo algún artículo de economía, por ejemplo, en Le Monde Diplomatique, por poner un ejemplo no muy sospechoso, me viene una buena dosis de humildad ante las dificultades que proporciona el sistema en el que nos movemos para solucionar o paliar, en este caso, la dichosa crisis.
ResponderEliminarBesos
Bajada de sueldo de los funcionarios. Que yo sepa, eso no se había dado nunca, ¿o sí?
ResponderEliminarY si los funcionarios tienen menos dinero, ¿no se bajará el consumo, la inversión, el empleo y todo todo?
Lo que yo tengo cada vez más claro es que los gobiernos de los distintos paises pintan cada vez menos a la hora de tomar decisiones económicas. Es el mercado, al que paulitanamente se le ha ido concediendo cada vez más poder, el que verdaderamente decide sobre la dirección económica. La "mano invisible" de Adam Smith nos está abofeteando cada vez más fuerte.
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