viernes, 17 de julio de 2009

EL MÁGICO APRENDIZ (1999), DE LUIS LANDERO. EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO.


Leí "Juegos de la edad tardía" al poco de publicarse y me pareció una gran primera novela, pero poco podría decir ahora de ella, debido al tiempo transcurrido. Algún día la revisaré.

"El mágico aprendiz" cuenta la historia de Matías Moro, un apóstol de la comodidad y de la falta de ambición. Vive la más rutinaria de las vidas posibles: por la mañana trabaja en una gestoría y las tardes suele pasarlas en casa, dedicado a pequeños placeres, como mirar la vida a través de la ventana o ver documentales de animales en la televisión. Por azares del destino conoce a una muchacha mucho menor que él, de la que se enamora paulatinamente. Eso le hará convertirse en un emprendedor de la noche a la mañana, impulsado vagamente por la ilusión de deslumbrar a Martina. Sus modestos planes iniciales se le van a ir de las manos cuando solicite la colaboración de sus compañeros de oficina...

Precisamente el personaje de uno de esos compañeros, Pacheco, resulta ser lo mejor de la novela. Es un hombre absolutamente contagiado por todo tipo de teorías absurdas acerca del marketing. Ha leído cientos de manuales de como triunfar en los negocios, ha hecho algún master... Y se siente preparado para aplicar todos esos "conocimientos" en la empresa de su compañero, provocando situaciones realmente disparatadas, siempre con la vista puesta en un futuro espléndido. Está convencido de que va a c0nvertir una birriosa nave de cartonaje en un polígono perdido de la periferia madrileña en una multinacional. Y todo ello en pocos meses, con ayuda de una fe casi religiosa. Solo como ejemplo , me quedo con la hilarante arenga que les lanza a los comerciales que ha contratado, antes de que salgan a la calle a captar clientes.

El primer tercio de la novela no funciona muy bien. A pesar de la brillantez de la prosa de Landero, se hace pesado y reiterativo. Hay que señalar que buena parte de la trama se basa en las dudas continuas de Matías, que pasa constantemente de los más negros presagios al optimismo más desatado acerca de sus posibilidades de triunfo, tanto en el amor como en los negocios. En este sentido me recuerda al personaje galdosiano de Villaamil, pues (se dice él, hablando consigo mismo), nada ambiciona en realidad y nada espera, pero en el fondo tiene una absurda fe en sus posibilidades, que pronto se da de bruces con la realidad... Y así podríamos seguir. Como he dicho, solo la entrada en escena de los compañeros de oficina, especialmente Pacheco, son los que levantan el vuelo de la novela y la hacen interesante como parodia del desarrollo de una empresa capitalista, bajo la inspiración y ejemplo de aquellos héroes que empezaron de la nada y terminaron nadando en la abudancia. Se obvia decir que estos son la excepción a la regla...

Una novela que se lee con agrado, bien escrita, aunque me dicen los compañeros que sus argumentos suelen ser un poco similares respecto al resto de su producción. De todas maneras, no desecharé la lectura de otras obras de Landero.

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