El descenso a los infiernos de la droga de una adolescente es una historia que ya se ha contado en otras ocasiones, pero en pocas con la convicción y el realismo de esta producción islandesa. Magnea es una joven quinceañera que va poco a poco despegándose de la vida de buena estudiante que ha llevado hasta ese momento después de conocer a su amiga Stella. Stella le va dando a conocer el mundo de la noche, toda una revelación para una adolescente que rápidamente se siente cómoda en esa existencia de transgresión frente a la existencia convencional. Todo parece más maravilloso aún cuando empieza a tomar drogas y se enamora de ellas casi tanto como de Stella. Mientras tanto, su padre no reacciona adecuadamente al desafío de Magnea, quizá por una mala aplicación de su ideología progresista, que dicta que es normal que los jóvenes quieran experimentar nuevas sensaciones. Cuando se da cuenta de la verdadera naturaleza de los problemas de su hija, ya es demasiado tarde y además ésta sigue toreándolo como quiere. Déjame caer se beneficia de su estructura narrativa no-lineal en las que vamos conociendo las distintas fases del descenso a os infiernos de Magnea, con puntuales paradas en momentos paradisiacos (artificiales). La película de Zophoniasson no ahorra escenas sórdidas y perturbadoras al espectador, pero todo está al servicio de una historia muy sólida que desemboca en un final verdaderamente terrible, en el que podemos atisbar el verdadero significado de la pérdida de una vida joven cuya búsqueda desesperada de placer inmediato no fue frenada a tiempo. Todo un descubrimiento esta pequeña joya del cine islandés.
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