Titane comienza de manera incómoda para el espectador: un vehículo circulando con un padre y una hija - aunque en realidad luego sabremos que es niña, porque en ese momento es difícil determinar su sexo - que va a sufrir un aparatoso accidente. El accidente ha sido provocado de manera indirecta por la niña que iba en el asiento de atrás dando molestas patadas al agobiado padre, que parece no sentir mucha estima por su hija. En cualquier caso este es el origen del personaje de Alexia: veremos a la niña martirizada como una santa cristiana después de que le hayan colocado una prótesis de titanio en su cráneo. Luego la veremos ya como una joven mujer teniendo relaciones sexuales muy placenteras con un vehículo, del cual queda embarazada. Porque el gran tema de Titane es el cuerpo, el cuerpo castigado de Alexia, que parece querer vengarse del resto de la humanidad y el castigo corporal autoinfligido por el maduro jefe de bomberos que va a acoger a la protagonista como si fuera su propio hijo perdido hace años. Porque Alexia ha aprovechado el conocimiento de esta desaparición para - en una de las escenas más desagradables de la película - partirse la nariz y recortar su pelo para engañar a Vincent, como medio de burlar a la policía, que la busca como sospechosa de ser una asesina en serie. Vincent es un hombre atormentado, no solo por la pérdida que sufrió, sino porque no acepta volverse viejo y se pincha continuamente esteroides. Se encuentra tan necesitado de afecto que acepta la llegada de Alexia, a sabiendas de que le están engañando de manera bastante burda. Aunque es una película muy bien dirigida y con una fotografía muy llamativa, Titane se ve lastrada por su continuo deseo de provocar al espectador, algo muy de nuestro tiempo, abundando las escenas de violencia o castigos corporales no aptas para ojos sensibles. Por lo tanto, por mucho que algunos la hayan saludado como una obra maestra del cine, mi opinión es que se trata de un artefacto narrativo que no llega nunca a encontrar su camino y se queda en tierra de nadie. Si de lo que trata el film de Docournau es de la búsqueda de identidad y de la ambigua relación con nuestros cuerpos, su discurso se descompone ante tanta violencia y radicalismo mal entendido.
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