La última película de Almodóvar quiere abarcar demasiados asuntos para al final no profundizar nada en ninguno de ellos: la maternidad, la identidad sexual, las fosas del franquismo, una víctima de violación en manada, las masculinidades tóxicas, la memoria histórica... Todo es mencionado en forma de discurso por los personajes, pero de manera poco natural, afectando de manera grave a la credibilidad de la historia. Tampoco ayudan unas actuaciones muy poco inspiradas, muy poco naturales, más al servicio de la difusión de una cierta ideología - que puede gustar más o menos al espectador - que al supuesto drama que deberíamos estar contemplando en la pantalla. Por supuesto que cualquier película puede estar al servicio de un determinado mensaje, pero se agradece que dicha difusión se trabaje de una manera más sutil en el guion de la misma. Almodóvar es un director de mucho talento, pero en los últimos tiempos parece tener puesto el piloto automático para crear obras de calidad muy inferior que puede dar de sí.
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