viernes, 18 de mayo de 2018

SOLDADOS DE SALAMINA (2001), DE JAVIER CERCAS Y DE DAVID TRUEBA (2002). LOS AMIGOS DEL BOSQUE.

Las guerras están repletas de historias individuales de gente que mata, que muere o es mutilada de maneras horribles. También están - estos son los menos - los que sobreviven de manera inverosímil a situaciones límite. Paradójicamente - y esto es lo que quiere contar Cercas en su relato - uno de estos últimos fue uno de los fundadores del fascismo español. Rafael Sánchez Mazas, aunque acabó triunfando y formando parte del siniestro Régimen que siguió a nuestra Guerra Civil, fue también una víctima más del conflicto, un hombre perseguido y fusilado, que solo pudo sobrevivir con una combinación de suerte y sentido de la oportunidad. Mazas, un hombre de letras, amante de la conversación y la tertulia, sufrió en sus propias carnes el toque de la bestia que tanto había ayudado a hacer surgir.

La narración de Javier Cercas, en este libro que lo consolidó como uno de los autores más populares de nuestro pais, oscila entre la narración periodística, autobiográfica, histórica y literaria. Quizá lo mejor de Soldados de Salamina sea la excelente combinación entre todos estos estilos y la frescura de su estilo literario. No solo es capaz de describirnos los hechos que le interesan - la biografía de Sánchez Mazas y la de su probable salvador - sino que el proceso de investigación y las anécdotas que se desarrollan durante el mismo están al mismo nivel que la verdad histórica, que en este caso tiene mucho que ver con la intimidad de sus personajes, que se quiere fijar. Pero es el mismo autor el que mejor puede hablarnos de las intenciones con las que fue escrita la obra:

"La novela, básicamente, habla de los héroes, de la posibilidad del heroísmo; habla de los muertos, y del hecho de que los muertos no están muertos del todo mientras haya alguien que los recuerde; habla de la búsqueda del padre, de Telémaco buscando a Ulises; habla de la inutilidad de la virtud y de la literatura como única forma de salvación personal..."

Un año después de su publicación, el cineasta David Trueba rodaba una versión cinematográfica que realmente no hace justicia a la obra, no solo porque está afectada por un ritmo un tanto cansino, sino también por la elección de la protagonista, una inexpresiva Ariadna Gil que no consigue otorgar credibilidad a su papel. Aun así, la película cuenta con una escena inolvidable: el breve baile del soldado republicano bajo la lluvia que se despide, quizá para siempre, de su país mientras canta la canción más melancólica del mundo en esas circunstancias.

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