jueves, 31 de agosto de 2017

SATIRICÓN (s. I), DE PETRONIO Y DE FEDERICO FELLINI (1969). ROMA FESTIVA.

Obviando los ya clásicos debates sobre autoría y fechas de composición, el Satiricón, una de las primeras obras narrativas en forma de novela que se conocen, resulta ser una fuente inagotable de conocimientos acerca de la vida cotidiana en la antigua Roma. Pero no es solo eso. La obra de Petronio pretende ser una especie de novela picaresca en la que los protagonistas, más que fortuna, buscan vivir experiencias (sexuales, gastronómicas), que hagan de cada instante algo único. Bien es cierto que, según estudios, lo que nos ha llegado es más o menos una décima parte de la novela, por lo que en muchos fragmentos es difícil seguir la acción. 

No obstante, uno de los capítulos más completos es el de la comida en casa del rico Trimalción, un esclavo liberto que prosperó gracias al comercio. Tanto la vivienda como la comida que ofrece Trimalción son descritas con todo lujo de detalles. La desmesura de de todo lo que rodea al rico liberto - expuesta en tono claramente paródico - es propia de un nuevo rico, de un ser al que la fortuna favoreció y practica el carpe diem, no sabiendo lo que deparará el mañana. Es obvio, que un ser así vive rodeado de parásitos, que alaban continuamente su presunto bien gusto y sus agudezas a cambio de participar en los banquetes y la posibilidad de obtener algún regalo del rico propietario. Trimalción se las da también de poeta y es capaz de servir platos como éste:

"Tras ellos llegó un bandejón en el que se había colocado un jabalí de excepcional tamaño y, por cierto, con gorro, de cuyos dientes colgaban dos pequeñas espuertas, entretejidas de palma, llena la una de dátiles de Caria, la otra de dátiles egipcios. Además, a su alrededor, unos lechones fabricados de pasta dulce, como si estuvieran agarrados a las ubres, daban a entender que nos habían servido una marrana de vientre. Dichos lechones, por cierto, fueron objeto de regalos. (...) y echando mano al cuchillo de caza golpeó con coraje el flanco del jabalí, por cuya herida salieron volando unos tordos. Había pajareros preparados con sus cañas, y en un instante los trincaron mientras revoloteaban por el comedor"

Las aventuras de Encolpio (el narrador) y Ascilto les van a llevar por diversos escenarios, a pasar por situaciones comprometidas e insólitas (la idea de buena y mala fortuna siempre está presente). Lo erótico e incluso lo pornográfico, están siempre presentes entre las páginas del Satiricón, provocando una sensación de cierto asombro en el lector. Lo que sería inconcebible pocos siglos más tarde, parece moneda de cambio corriente en el esplendor del Imperio Romano (aunque aquí se describa como una sociedad decadente): las escenas de sexo explícito, descritas con todo detalle, son abundantes. Lo más curioso es que, leyendo con atención, también podemos advertir algunos fragmentos que contienen reflexiones de carácter humanista y filosófico:

"Amigos, los esclavos son personas también y han bebido la misma leche igualmente, si bien un destino aciago los ha hundido en la miseria. Pero, por mi salud, que pronto beberán el agua de la libertad."

"Sin lugar a dudas es así: si alguien, enemigo de todos los vicios, pretende seguir el camino recto de la vida, en primer lugar, obtiene el odio, debido a la diferencia de costumbres. Pues, ¿quién puede aprobar lo opuesto a él? En segundo lugar, quienes solo se preocupan de amasar riquezas, no quieren que nada tenga mejor consideración entre los hombres que lo que ellos mismos poseen. En consecuencia, persiguen por todos los medios a su alcance a quienes aman las letras, a fin de que éstos parezcan también estar situados bajo el poder del dinero."

La versión cinematográfica de Federico Fellini no está interesada en ofrecer una versión fidedigna de la Roma antigua, sino basarse en la novela para ofrecer una de las fantasías barrocas tan características del autor de La dolce vita. Fellini incide en la sensualidad de la historia y destaca sobre todo la esplendorosa puesta en escena que, basándose en la arquitectura y el arte de la Roma antigua (interpretados de manera muy libre) nos traslada a una especie de mundo paralelo en el que la existencia adquiere casi un aspecto teatral. Fellini-Satyricon resulta una película extraordinariamente entretenida, que siempre guarda nuevas sorpresas para el espectador y que sabe manejar muy bien las frecuentes lagunas del relato original y añadirles una arquitectura y una música sorprendentes. Es casi como si Petronio hubiera escrito su libro pensando en una futura adaptación del director italiano.

2 comentarios:

  1. Leer obras literarias de la Antigüedad no tiene desperdicio. A veces exige esfuerzo para seguir la prosa del traductor y "dar el salto" a hace dos mil años, pero es asombroso darse cuenta de lo que nos une a personas que vivieron hace tanto tiempo y en circunstancias tan diferentes. Ahí encontramos el "universal" humano.

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  2. Sí, en ciertas cosas hemos cambiado poco. Uno se da cuenta leyendo este tipo de obras tan remotas y a la vez tan cercanas.

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