Detrás de las fachadas de los edificios que contemplamos cuando paseamos por la calle, se desarrollan vidas familiares o individuales ocultas. Los matrimonios se inician con preciosas ceremonias ensayadas, en las que debe imperar la alegría, pero después la pareja se encierra entre cuatro paredes y debe gestionar su relación de la mejor manera posible, estableciendo sus propios acuerdos y procurando mantener a buen recaudo su privacidad. Si estas cuatro paredes se desmoronaran de pronto y quedaran al descubierto las bondades y miserias de ambos, lo más seguro es que la relación no pudiera resistir a esta exposición pública y se desmoronara como un castillo de naipes.
Esto es lo que le sucede al matrimonio formado por Nick y Amy Dunne, cuando ella desaparece en extrañas circunstancias. De pronto todos los focos mediáticos, policiales y vecinales iluminan poderosamente las estancias en las que han desarrollado su vida matrimonial y es Nick el que tiene que soportar la presión de tener que explicar todos los detalles de su relación, sobre todo los que los demás pueden considerar extraños, mientras la sombra de la sospecha se va cerniendo sobre él. Porque las estadísticas dicen que en la mayoría de los casos de desapariciones el marido es el culpable (y asesino). Además, los reality shows televisivos están haciendo su agosto con un caso que se antoja perfecto para mantener a grandes audiencias cautivas frente al televisor, porque lo tiene todo: amor, traición, misterio, sordidez... Como se suele decir "el público quiere saber" y hay que ofrecerle algo, no importa que sea verdad o mentira. Algo que escandalice y a la vez fascine. La verdadera historia de Nick y Amy, cuya fachada de matrimonio perfecto se hace trizas a la vez que se convierten en seres mediáticos.
Así lo explica el propio David Fincher en una entrevista concedida a la revista Dirigido:
"Me parece que es la vivisección de un matrimonio. Hay un incidente que se produce en la relación que lleva a un montón de gente a prestar atención a qué es lo que puede haber ocurrido detrás de las puertas del dormitorio de esta pareja. Y como ha caído dentro del círculo de las noticias que generan las primeras planas, es analizada de una manera como ninguna relación entre dos personas podría sobrevivir. De pronto, cada sentimiento y cada actitud es puesta bajo la lupa y sometida a una mirada llena de odio y de indignación, y en cierta forma, descuartizada. De todos modos, diría que es una película de suspense a la vez que es el examen de un matrimonio, y también una sátira sobre la vampirización de una tragedia. Al menos, espero que sea todas esas cosas. Esa ha sido mi intención."
Perdida es una nueva muestra del fascinante arte cinematográfico de un David Fincher que, partiendo de una novela de éxito, ha creado una equilibrada mezcla de géneros que, entre otras cosas, habla sobre el concepto de Amor líquido que popularizó el filósofo Zygmunt Bauman, esas relaciones capaces de adaptarse a las circunstancias hasta el punto de, si hay interés en ello, cambiar a su vez la filosofía de los miembros de la pareja, no solo para que dicha relación funcione, sino también - y esto es más importante - para que tenga cabida en la sociedad. Relaciones con picos de intenso compromiso emocional y periodos de encefalograma plano. En realidad, todo la vida ha sido así, pero nunca hemos estado tan expuestos al juicio de los demás. La situación retratada, la del matrimonio Dunne, no es más que una metáfora de lo que nos puede suceder a cualquiera de nosotros si un desafortunado día se dan las circunstancias idóneas.
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