"Por alguna razón, hoy toda pequeñez parece tener una importancia incalculable, y cuando de alguna cosa se dice que no tiene importancia suena a blasfemia. Nunca se sabe —¿cómo lo diría yo?— cuál de nuestros actos, cuál de nuestras omisiones tendrá alguna importancia."
E. M. Forster, Donde los ángeles no se aventuran.
Nunca me ha hecho demasiada gracia el arte de contar chistes. Me parece una forma de humor muy encorsetada, una historia que se aprende y se recita, esperando provocar carcajadas en el improvisado auditorio. El problema es que siempre suelen estar fuera de contexto. Considero que es mucho más divertido el humor improvisado, el que se adapta a una determinada situación y en el que pueden participar todos los interlocutores. Pero peor todavía que un chiste recitado es un chiste escrito. ¿Hay que leerlo imaginando a Arévalo detrás de un micrófono? Más horrible aún es que la agudeza tenga tintes racistas, xenófobos o se ría de los más desamparados. Existen muchos debates acerca de los límites del humor y hay bastante consenso en estimar que lo mejor es que la referencia temporal y espacial se encuentren cuanto más distanciadas mejor. No es lo mismo bromear acerca de las víctimas del Titanic que las del 11-M.
Dicho esto, lo que más me interesa del caso del concejal madrileño Guillermo Zapata es la repercusión que tienen unos tuits escritos por él - y seguramente olvidados - hace cuatro años. Puede que sean de muy mal gusto o puede que estén en las fronteras de lo que es razonable, pero el caso es típico de un momento histórico en el que la privacidad ha pasado a mejor vida para buena parte de la población y somos prisioneros de cualquier cosa que escribimos en internet, que puede volverse contra nosotros años después. Lo paradójico es que mucha gente escribe en Twitter o en Facebook esperando repercusión, sintiéndose importantes o muy originales, pero muy pocos son los elegidos que verdaderamente se hacen famosos gracias a ellos. Y para algunos de éstos, esta efímera fama resulta la peor de las pesadillas.
Solo hay que ver lo inquisitorial que se vuelven muchos usuarios de las redes sociales ante una frase de mal gusto que, por lo que sea, se vuelve trending topic. Nos gusta cebarnos con quien ha caído en desgracia por haber cometido un error en una tarde tonta o por haberse malinterpretado sus palabras, por haberse sacado de contexto o porque pertenecen al pasado y la persona ya no es la misma. Antes, cuando uno decía una barbaridad, quedaba entre unos pocos amigos y al poco se olvidaba o quedaba como anécdota privada de unos pocos. Ahora cualquiera es cautivo de sus propias palabras o puede ser grabado sin que lo advierta mientras está borracho o haciendo cualquier barbaridad. Somos cotillas, chivatos e inquisidores y podemos serlo a nivel mundial, desde al anonimato (relativo) que proporciona un alias en internet. Sienta bien que exista gente peor que uno mismo o que no sea capaz de esconder sus pequeñas suciedades debajo de la alfombra.
Está bien que Zapata haya dimitido, que al menos existan grupos políticos con ese nivel de ética. Produce vergüenza ajena escuchar vociferar por unos chistes desafortunados a algunos políticos que miran para otro lado respecto a gravísimos casos de corrupción en sus propias filas, pero qué le vamos a hacer, es el signo de nuestro tiempo. A mí no me gustan los chistes prefabricados en general y menos aún los que se refieren al Holocausto judío o a las víctimas del terrorismo. Creo que son asuntos respecto a los que solo corresponde bromear a las propias víctimas. Pero creo que forman parte de nuestra libertad de expresión, siempre que no ofendan a personas concretas (además observo con asombro cómo algunos se rasgan las vestiduras ante lo de Zapata y defendían hace unos meses con denuedo a Charlie Hebdo). Tampoco creo que el tal Zapata sea racista ni apoye a ETA, como otros aseguran. Son cosas de nuestro tiempo, en el que los que arrastran enormes vigas pueden denunciar pequeñas motas detectadas en el ojo digital de los demás.
"Somos cotillas, chivatos e inquisidores y podemos serlo a nivel mundial, desde al anonimato (relativo) que proporciona un alias en internet."
ResponderEliminarEl chisme parece ser una necesidad humana para el desarrollo social. Si nuestros antepasados cazadores-recolectores no hubieran sido chismosos, nunca se hubiera podido desarrollar una moralidad, con sus sentidos de vergüenza y de culpa. El resultado positivo de los chismes es que cada individuo desarrolla su propia conciencia con el fin de labrarse una buena reputación.
Sobre el asunto del concejal de Madrid, yo todavía no me he enterado del "contexto" en el que escribió sus burradas. El chiste antisemita, por ejemplo. En España no hay mucha tradición antisemita (muy distinto habría sido hacer ese chiste en Polonia o Argentina). A mí, en todo caso, me estremece un poco que una persona con tan mal gusto, experto en redes sociales y guionista de televisión, fuera a ser el concejal de Cultura de la ciudad del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional y la Real Academia de la Lengua...
Están saliendo más cosas sobre esa alegre pandilla que los está mostrando como una especie de gamberros (la kale borroka madrileña, más o menos). ¿Es que no hay nada más que se interesa por la política hoy en día, en este país?
Bueno, también es verdad que a ellos se les está examinando con especial celo. Hay muchos dirigentes populares (sin nombrar la corrupción) que han escrito burradas similares o peores en su twitter y nadie se ha escandalizado. Si que es verdad que a responsable cultural hay que exigirle un poco de decoro, cuanto menos.
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ResponderEliminar"Hay muchos dirigentes populares (sin nombrar la corrupción) que han escrito burradas similares o peores en su twitter y nadie se ha escandalizado. "
Me extraña que la propaganda de uno u otro partido no apoye cualquier pretexto para atacar a los otros. Recuerdo que si algún pequeño dirigente del PP ha dicho algo más o menos paliativo sobre el franquismo, también se les han tirado encima.
Si la concejala de Podemos está imputada por gamberrismo (otra), Esperanza Aguirre también tiene lo de su bronca con los agentes municipales. No me parece que a estos se les critique más que a los otros. Arrogantes y maleducados lo son todos por igual, cada uno a su estilo...
Si, es verdad, con la diferencia de que éste hombre ha asumido sus responsabilidades, aunque porque no tenía más remedio que hacerlo. No convenía comenzar una legislatura tan complicada con esa patata caliente entre las manos. Lo que me hace gracia es que quienes están dando lecciones de ética lleven años haciéndonos pasar vergüenza ajena.
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