martes, 22 de marzo de 2011
CISNE NEGRO (2010), DE DARREN ARONOFSKY. LA DANZA DE LA MUERTE.
Muy inquietante la última película de Aronofsky, una de las más estimulantes de esta temporada, sin duda. A veces pienso que ir al cine se ha devaluado un poco, ya que los nuevos medios audiovisuales de andar por casa (televisión de alta definición, dvd con hdmi, blue ray) cada vez son más sofisticados. Pero uno ve películas como "Cisne negro" y se da cuenta de que solo puede ser disfrutada plenamente en la gran pantalla. Esas escenas de baile, tan bien rodadas y ese sonido portentoso no serían lo mismo vistos en un televisor.
Nina Sayers es una muchacha infeliz. Sus días están dedicados enteramente al ballet, una de las disciplinas más exigentes, mucho más que la mayoría de los deportes, pues exige horas y horas de prácticas de las más complicadas coreografías y un maltrato permanente del propio cuerpo en pos de la perfección exigida. Ante la retirada de la bailarina estrella de la compañía, el director la elige como nueva protagonista de "El lago de los cisnes". Nina es perfecta para el papel de cisne blanco, para representar la pureza y la inocencia, pero cuando se enfrenta a su opuesto, el cisne negro, no consigue transmitir ni un ápice de la iniquidad que requiere el papel, a pesar de la perfección de su danza.
La película muestra el proceso de caída en la enajenación de la bailarina, presionada por su director, por su posesiva madre, que apenas le deja espacios de intimidad y por otra bailarina, Lily, que parece ser su opuesto en todo, tanto es así que sería perfecta para el papel de cisne negro... A partir de ahí Aronofsky incide en uno de los temas más universales de la literatura: la persona y su doble, la manifestación de la mitad oscura de cada cual, acontecimiento que puede suceder en las más insospechadas circunstancias. La película recuerda al argumento de "El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde", pero aplicado a un ser angélico que, antes que ser capaz de hacer daño a los demás, se lo hace a sí misma.
Las motivaciones del director las extraemos de una entrevista publicada en el "Dirigido por" de enero de este año:
"Siempre quise hacer una película sobre el ballet "El lago de los cisnes". Y en este sentido, creo que la película bien se podría haber titulado "Lago negro". Mi idea original siempre fue usar el ballet para crear una película. Por lo tanto, todos los personajes (...) son metáforas de algunos de los personajes que aparecen en el ballet. (...)Y de golpe se me ocurrió que ella era una mujer cisne, algo equivalente a un hombre lobo. Es decir, una criatura extraña. Por eso, en realidad, todo esto surgió como una forma de darle un giro inusual a las historias sobre hombres lobo. (...) Creo que esa idea se sintetiza en el plano en el que ella se convierte en el cisne negro y saca esas alas, que, dicho sea de paso, fue una escena muy complicada de realizar. Nos llevó todo un año de trabajo que finalmente quedara bien."
Una escena impresionante, ciertamente: la perfección del arte llevada hasta el extremo de la autodestrucción personal, que ha estado produciéndose poco a poco durante toda la película. No hay más que recordar los desagradables crujidos de los huesos de Nina cuando se prepara para ensayar: el arte implica sacrificio. La perfección en el arte implica la inmolación suprema ante un público entregado.
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El mundo de la danza no parece conceder libertad a quienes lo ejercen.Cientos de miles de niñas, sea por vocación natural o por imposición familiar,dedican años al estudio del ballet.Con suerte - con mucha suerte - dos o tres centenares de ellas son aceptadas a estudiar en el máximo organismo de su país.De esas 300 bailarinas, apenas dos o tres lograrán formar parte del Ballet Nacional. ¡Qué hacemos con las otras 297? Tenemos 297 jóvenes frustradas,muy pocas de las cuales lograrán integrarse en otras entidades paralelas.Y no vamos a comentar de las que han sufrido accidentes que aunque se recuperaron muy bien, las invalidaron para continuar con la danza. Arte difícil y caprichoso.
ResponderEliminarCierto Beatriz. Aunque la película lleva la idea de sacrificio al extremo, la realidad no se queda corta. Estoy seguro de que hay muchas jóvenes presionadas por sus familias para que ofrezcan su juventud a la danza.
ResponderEliminarSaludos.
para poder ser una buena bailarína, se debe empezar desde muy pequeña, hoy día se puede determinar si la altura el tamaño de sus pies etc, serán los correctos para que logre bailar en coro, pero en realidad lo que se hace, obligando a una disciplina tan tenaz es realizar el propio sueño materno o paterno, la niña no puede saber a los diez o doce años qué quiere hacer y lo que eso le costará.
ResponderEliminaresta pelicula nuestra en cierta forma esta realidad, y su desenlace puede que sirva a muchos padres e incluso chicas a desistir, si la vocación y la perfección cuesta tanto.
"Diccionario de nombres propios" de Amelie Nothomp es una novela reciente en la que también se aborda la dramática presión que sufren las frágiles bailarinas. Espectáculo de feminidad exquisita sometido a todas las exigencias competitivas del deporte de élite donde hay muchos turbios intereses personales ajenos en juego (como en "Black Swan": directores sádicos y mamás insoportables)nada puede ser más dañino para unas pobres niñas.
ResponderEliminarPara colmo, en esta película, en la que sobran bastantes trucos efectistas, se enlaza con el mito fáustico de bajada a los infiernos para alcanzar la excelencia y el siniestro mito masculino de que sólo la degradación convierte a la niña en mujer y, por tanto, en persona madura (una madurez relativa y siempre subordinada al mundo masculino, el de las cosas serias).
A mí la peli, en general, me gustó bastante, y Natalie Portman destaca visualmente en todas las escenas.
Me apunto el libro de Amelie Nothomb, que creo que lo tengo por aquí. Pobres bailarinas, si es cierto que tanto sacrificio es para satisfacer la vanidad de los padres...
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