domingo, 31 de octubre de 2010
LA VUELTA AL MUNDO EN OCHENTA DÍAS (1956), DE MICHAEL ANDERSON. APOLOGÍA DEL PERFECTO CABALLERO.
No es que sea particularmente mi caso actualmente, pero si usted se siente mal un día cualquiera el mejor remedio que puedo recetarle es que vea "Cantando bajo la lluvia", "El mago de Oz" o esta película.
Siempre digo que Julio Verne es uno de los autores más importantes de la historia de la literatura, no tanto por razones estrictamente literarias (que también) sino porque suele ser un escritor que se lee a edades más tempranas, el que contagia el virus de la literatura que ya no le suelta a uno durante toda su vida.
La adaptación de "La vuelta al mundo en ochenta días" es un prodigio. Son casi tres horas y multitud de paises que pasan en un suspiro. Si había algún actor que había nacido para interpretar a Philleas Fogg, este es David Niven, absolutamente perfecto como caballero británico, frío, cortés, diplomático, que se mueve por el mundo con el halo de superioridad que le otorga su pertenencia al imperio. Para interpretar a Picaporte se eligió nada menos que a Cantiflas que, contra todo pronóstico, logra una química estupenda con Niven. El viaje a España al principio y la corrida de toros consiguiente, es un homenaje a uno de los mejores cómicos de la historia del cine que con esta película demostró que su humor podía ser internacional.
La peculiaridad de esta película es que aborda varios géneros a la vez y logra un cóctel perfecto con todos ellos: aventuras, comedia, western y una concepción casi musical de muchas escenas. Siempre pensé que Philleas Fogg es el arquetipo del viajero que viaja sin ver, aquel para el que el viaje es un fín en sí mismo, no una oportunidad para impregnarse de nuevas culturas, pero sí que obtiene la recompensa de todo viaje, que es un profundo cambio interior, una apertura de miras que en su caso le viene dada a través de su enamoramiento. Sería bueno que pudieramos asomarnos a la vida del Fogg casado, para ver si realmente se materializa la humanización del frío caballero británico que las últimas escenas dejan entrever. En todo caso, ahí estará siempre Picaporte-Cantiflas para recordarle que la vida merece ser vivida lo más intensamente posible.
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