Hacía tiempo que tenía ganas de ver esta película. Lo hubiera hecho antes si hubiera intuido que es tan interesante. Aunque adolece de una cierta falta de profundidad en sus personajes, lo compensa ampliamente con su acertada reflexión de lo que significó la Primera Guerra del Golfo para los victoriosos soldados de a pie estadounidenses. No hay que olvidar que tan fácil victoria allanó el terreno para la invasión de Irak, producida doce años después y que tantos desastres ha provocado. Aquí el artículo:
Este año, sin muchas celebraciones, se ha cumplido el vigésimo aniversario de la invasión de Kuwait por parte de Irak, hecho que desencadenaría la llamada "Primera Guerra del Golfo". La ocupación de este pequeño emirato, rico en petróleo, supuso el principio del fín para Saddam Hussein. Errando sus cálculos, estimó que la comunidad internacional negociaría con él ante el hecho consumado. Lo único que consiguió fue que una poderosa coalición, bajo el amparo de la ONU y liderada por Estados Unidos, desencadenase una victoriosa contraofensiva que acabó liberando Kuwait casi sin resistencia.
La
Guerra del Golfo está llena de paradojas. A pesar de tratarse de una de
las contiendas más televisadas de la historia, sus imágenes estuvieron
sometidas a censura desde el principio. Los asesores de imagen
norteamericanos no querían repetir los errores de Vietnam. Con un
internet todavía inexistente, esta guerra fue la edad de oro de la
censura militar. Además, supuso una guerra altamente tecnificada, donde
la precisión de los bombardeos aéreos fue decisiva. Las tropas
terrestres solo tenían que ocupar, sin apenas lucha, los terrenos
previamente atacados desde el aire, encontrando una espantosa estela de
destrucción, en la que no faltaban muchísimas víctimas inocentes.
El liderazgo de la operación recayó en el presidente estadounidense de aquel momento: George Bush padre. Haciendo gala de una prudencia que se antojó excesiva a muchos analistas, se conformó con liberar Kuwait sin penetrar en Irak. Doce años después, su hijo se encargó de completar el "trabajo" invadiendo Irak con ambiguos argumentos que resultaron ser inciertos y sin el aval de Naciones Unidas. La ocupación del país ha resultado un desastre, entre continuos atentados y conatos de guerra civil. A día de hoy, Irak sigue siendo un país inestable y peligroso.
A la hora de abordar el espinoso tema de la Primera Guerra del Golfo, el prestigioso director Sam Mendes contaba con la perspectiva de los dos conflictos, pues la película se rodó un año después de la invasión de George Bush hijo. Mendes opta en todo momento por un discurso crítico, que no deja en buen lugar al estamento militar estadounidense. No se detiene a debatir las razones de la guerra o su justicia, pues adopta el enfoque de un simple soldado que es destinado al Golfo Pérsico sin saber muy bien lo que va a encontrar allí.
El primer tramo de la película funciona como un homenaje a "La chaqueta metálica", de Stanley Kubrick, narrando el entrenamiento de Swofford (Jake Gyllenhaal) a su llegada al cuerpo de marines. Su sargento tiene muchas similutes con el Hartman de aquella cinta. Los reclutas van y vienen, pero los sargentos instructores permanecen.
En este sentido, es interesante constatar el análisis que Mendes realiza acerca de la influencia que el cine ejerce sobre los reclutas. En una visión conjunta de "Apocalypse Now", la obra maestra de Coppola, los soldados acceden a un estado cercano al éxtasis con la contemplación de la famosa escena del ataque de los helicópteros al poblado vietnamita. Lo que el director pretende mostrar como un episodio horrible de muertes sin sentido se transforma, a los ojos extasiados de los reclutas, en una hazaña protagonizada por sus hermanos, los marines que combatieron en Vietnam. El entrenamiento, que pretende convertirlos en insensibles máquinas de matar, ha calado hondo en ellos.
La misión que se les encarga a los marines que llegan a Arabia Saudí es contraria a su espíritu combativo: esperar acontecimientos. Como en "El desierto de los tártaros" de Dino Buzzati, los soldados han de otear el horizonte esperando un ataque del enemigo que nunca llega. Mientras tanto, los mandos se dedican a fomentar el odio al adversario y a atemorizar a las tropas con la posibilidad de un ataque químico. En realidad, el mayor peligro para los marines en toda la guerra va a ser, como después se sabrá, la medicación preventiva que les obligan a tomar y que para muchos de ellos va a derivar años después en la enfermedad conocida como "síndrome del Golfo".
Como es lógico, los meses de inactividad en aquella tierra de nadie son desesperantes para los soldados americanos, que acentuarán más si cabe sus comportamientos tribales y los ritos de iniciación de los nuevos reclutas. Entrar en el ejército supone hacerlo en un mundo aparte. En el frente de batalla las relaciones familiares y amorosas se difuminan hasta convertirse en casi un mito en la mente del soldado. En este contexto, una simple ruptura amorosa se convierte en un drama que deja al combatiente en una posición de desamparo. En estas escenas de la película, el espectador solo echa en falta una mayor profundización en los personajes, que aparecen como demasiado elementales y planos, aunque en todo caso hacen honor al título de la cinta: son unos "cabezabotes".
Finalmente, llega el día de la batalla. Las tropas ven llegado el momento de saciar su sed de sangre y se lanzan ansiosas a la lucha, solo para encontrar que su trabajo ya ha sido realizado desde al aire. La infantería se limita a tomar territorios asaltados por un previo apocalipsis venido del cielo. Los soldados se deprimen: van a la guerra y no tienen la oportunidad de matar a nadie. La contienda solo les sirve para contemplar el incendio de los pozos petrolíferos kuwaitíes: una imagen llena de terrible belleza.
Sam Mendes ha firmado una película que resume muy bien lo que significó la Guerra del Golfo para los soldados de infantería que lucharon en ella: una espera llena de tensión y un posterior paseo militar que frusta a los reclutas por la ausencia de combates. Ya se encargaría posteriormente Bush hijo de dar ocasiones de combatir a los marines.
El liderazgo de la operación recayó en el presidente estadounidense de aquel momento: George Bush padre. Haciendo gala de una prudencia que se antojó excesiva a muchos analistas, se conformó con liberar Kuwait sin penetrar en Irak. Doce años después, su hijo se encargó de completar el "trabajo" invadiendo Irak con ambiguos argumentos que resultaron ser inciertos y sin el aval de Naciones Unidas. La ocupación del país ha resultado un desastre, entre continuos atentados y conatos de guerra civil. A día de hoy, Irak sigue siendo un país inestable y peligroso.
A la hora de abordar el espinoso tema de la Primera Guerra del Golfo, el prestigioso director Sam Mendes contaba con la perspectiva de los dos conflictos, pues la película se rodó un año después de la invasión de George Bush hijo. Mendes opta en todo momento por un discurso crítico, que no deja en buen lugar al estamento militar estadounidense. No se detiene a debatir las razones de la guerra o su justicia, pues adopta el enfoque de un simple soldado que es destinado al Golfo Pérsico sin saber muy bien lo que va a encontrar allí.
El primer tramo de la película funciona como un homenaje a "La chaqueta metálica", de Stanley Kubrick, narrando el entrenamiento de Swofford (Jake Gyllenhaal) a su llegada al cuerpo de marines. Su sargento tiene muchas similutes con el Hartman de aquella cinta. Los reclutas van y vienen, pero los sargentos instructores permanecen.
En este sentido, es interesante constatar el análisis que Mendes realiza acerca de la influencia que el cine ejerce sobre los reclutas. En una visión conjunta de "Apocalypse Now", la obra maestra de Coppola, los soldados acceden a un estado cercano al éxtasis con la contemplación de la famosa escena del ataque de los helicópteros al poblado vietnamita. Lo que el director pretende mostrar como un episodio horrible de muertes sin sentido se transforma, a los ojos extasiados de los reclutas, en una hazaña protagonizada por sus hermanos, los marines que combatieron en Vietnam. El entrenamiento, que pretende convertirlos en insensibles máquinas de matar, ha calado hondo en ellos.
La misión que se les encarga a los marines que llegan a Arabia Saudí es contraria a su espíritu combativo: esperar acontecimientos. Como en "El desierto de los tártaros" de Dino Buzzati, los soldados han de otear el horizonte esperando un ataque del enemigo que nunca llega. Mientras tanto, los mandos se dedican a fomentar el odio al adversario y a atemorizar a las tropas con la posibilidad de un ataque químico. En realidad, el mayor peligro para los marines en toda la guerra va a ser, como después se sabrá, la medicación preventiva que les obligan a tomar y que para muchos de ellos va a derivar años después en la enfermedad conocida como "síndrome del Golfo".
Como es lógico, los meses de inactividad en aquella tierra de nadie son desesperantes para los soldados americanos, que acentuarán más si cabe sus comportamientos tribales y los ritos de iniciación de los nuevos reclutas. Entrar en el ejército supone hacerlo en un mundo aparte. En el frente de batalla las relaciones familiares y amorosas se difuminan hasta convertirse en casi un mito en la mente del soldado. En este contexto, una simple ruptura amorosa se convierte en un drama que deja al combatiente en una posición de desamparo. En estas escenas de la película, el espectador solo echa en falta una mayor profundización en los personajes, que aparecen como demasiado elementales y planos, aunque en todo caso hacen honor al título de la cinta: son unos "cabezabotes".
Finalmente, llega el día de la batalla. Las tropas ven llegado el momento de saciar su sed de sangre y se lanzan ansiosas a la lucha, solo para encontrar que su trabajo ya ha sido realizado desde al aire. La infantería se limita a tomar territorios asaltados por un previo apocalipsis venido del cielo. Los soldados se deprimen: van a la guerra y no tienen la oportunidad de matar a nadie. La contienda solo les sirve para contemplar el incendio de los pozos petrolíferos kuwaitíes: una imagen llena de terrible belleza.
Sam Mendes ha firmado una película que resume muy bien lo que significó la Guerra del Golfo para los soldados de infantería que lucharon en ella: una espera llena de tensión y un posterior paseo militar que frusta a los reclutas por la ausencia de combates. Ya se encargaría posteriormente Bush hijo de dar ocasiones de combatir a los marines.
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