lunes, 2 de febrero de 2009

HIJOS DE LOS HOMBRES, DE ALFONSO CUARÓN. UN MUNDO INFELIZ.


Esta magnífica realización de Alfonso Cuarón transcurre en un futuro muy próximo: dentro de veinte años tan solo. En la estremecedora sociedad que se nos describe han dejado de nacer niños desde hace tiempo y no porque Zapatero haya retirado el cheque-bebé, que también podría ser, sino seguramente a consecuencia de algún virus, aunque no se está seguro. Nadie tiene solución a este problema de infertilidad que entre otras víctimas seguramente ha arruinado a los fabricantes de cunas y a la industria del preservativo.

La Inglaterra en la que habita Theo, el protagonista, es un estado policial al borde del precipicio. Un telediario visto en un autobús nos informa de que otros países ya han caído en el caos (terrible la imagen de un hongo nuclear sobre Nueva York, que nos remite al 11-S) e Inglaterra se ha replegado sobre sí misma en un intento de sobrevivir. Eso quiere decir redadas continuas de inmigrantes (con los que no hay reparos para enjaularlos como animales antes de su deportación), escasez de alimentos, amenaza terrorista continua y depresión generalizada entre los británicos que combaten con pastillas o directamente con suicidios. La sensación de falta de futuro, de falta de continuidad en la humanidad por la ausencia de niños jugando en los parques resulta demoledora. En medio de este caos, surge una pequeña esperanza. No voy a contar en qué consiste, para respetar a quien no la haya visto.

Lo mejor de la película es la ambientación hiperrealista que consigue Alfonso Cuarón, secundado por una buena actuación de Clive Owen, un hombre realmente hundido, de vuelta de todo, un ejemplo de la humanidad de aquella época. Muy interesante la visita que hace a su hermano, que se dedica en un Ministerio a salvaguardar obras de arte rescatadas de otros países, con una deprimente referencia al Museo del Prado. Cuando Theo le dice que su labor es absurda, porque dentro de cien años no habrá nadie para ver las obras, su hermano le responde: "Mi secreto es que no pienso en ello". Todos estos detalles añaden credibilidad a una historia en la que todos las que pudimos disfrutarla el sábado coincidimos en ver reflejados muchos aspectos de lo que va a ser nuestro querido mundo dentro de poco. En eso la película convence. Y es que la crisis económica nos ha vuelto a todos un poco más pesimistas, si cabe.

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