martes, 17 de septiembre de 2013

FRAUDES PARANORMALES (1982), DE JAMES RANDI. CONTRA EL PENSAMIENTO MÁGICO.

La escena es inolvidable: Uri Geller, el famoso psíquico, entra en un plató de televisión exhibiendo una amplia sonrisa. Lo ha hecho decenas de veces en los últimos años. Se encuentra en la cúspide su fama y es solicitado por los medios de todo el mundo. Geller saluda al presentador, toma asiento y, de repente, su rostro se ensombrece. Sobre la mesa del plató hay cucharillas, relojes y otros objetos. El presentador le informa de que han preparado todo ese material para que muestre sus poderes, como hace habitualmente. Sin embargo, el hombre que dice poseer poderes sobrenaturales empieza a contestar con evasivas: casualmente ese día no se siente con fuerzas para mostrar sus habilidades.

¿Qué ha sucedido aquí? Algo muy simple. Cuando el interlocutor de la persona que asegura tener poderes es alguien escéptico y quiere tener un cierto control sobre su actuación, el presunto hombre-milagro se echa atrás. El presentador del programa, que había sido mago en su juventud, era amigo de James Randi y le pidió consejo para desenmascarar a Geller. Éste simplemente le recomendó que los objetos que hubiera de utilizar no hubieran sido previamente manipulados por éste. Así, los presuntos poderes paranormales del invitado se desvanecieron estrepitosamente. No obstante, este episodio tan penoso no significó el fin de la carrera de Geller. Mucha gente siguió creyendo en él. Y es que es muy difícil luchar contra el deseo de la gente de creer en lo sobrenatural, aunque una simple mirada crítica y objetiva revele que los presuntos dones inexplicables por la ciencia no son más que vulgares trucos de magia.

Ante lo que él consideraba una estafa monumental, James Randi, un antiguo mago, decidió dedicar su vida a desenmascarar a quienes aseguraban poseer poderes sobrenaturales. A este efecto, declaró públicamente que pagaría diez mil dólares a quien pudiera probarle, bajo condiciones de laboratorio, que tales poderes eran ciertos. Desde entonces cientos de candidatos han intentado hacerse con el dinero y la fama que implicaría superar el reto. Después de muchos años (en 1996 subió la apuesta a un millón de dólares), Randi ha declarado que su dinero nunca ha estado más seguro: los poderes no salen a luz cuando hay un ojo crítico auscultando. Y es que una cosa es engañar a quien está predispuesto a ser engañado y otra muy distinta hacerlo con alguien como James Randi, que conoce todos los trucos (y que además sabe que siempre suelen ser los mismos). Pero lo más preocupante es que hay personas brillantes, incluso científicos que se empecinan en seguir avalando los fenómenos paranormales, como si ante ciertos hechos se evaporara su espíritu crítico:

"Una vez que un individuo, especialmente una persona brillante, se encierra en un sistema de fe que ofrece comodidad y respuestas universales, entonces la naturaleza le proporciona innumerables mecanismos para evitar enfrentarse a los desafíos incómodos para dicha creencia."

Por supuesto, entre estas creencias está la fe religiosa, un fenómeno absolutamente respetable cuando se trata de una fe tolerante, pero que se basa sobre todo en la esperanza del hombre de encontrar un sentido sobrenatural a la existencia, algo imposible de probar científicamente. Algo que se asemeja bastante a esta fe religiosa es la ufología, la creencia de que somos visitados por seres de otros mundos. El propio Randi realizó un curioso experimento al efecto: un día siendo entrevistado por la radio, declaró haber sido testigo aquella misma noche de un avistamiento ovni: describió las naves y sus movimientos tratando de hacer creible el relato. Al instante empezaron a recibirse numerosas llamadas telefónicas de personas que aseguraban haber visto lo mismo esa noche. La gente quiere creer.

Fraudes paranormales es un libro imprescindible para cualquiera que quiera conocer un poco mejor los mecanismos que conforman la naturaleza humana. El tono de Randi es directo y combativo, como corresponde a quien está emprendiendo una batalla contra la superstición y las supercherías que a la gente le da por creer. A veces resulta hasta humorístico. Otra anécdota: en una clase de instituto, Randi repartió entre los alumnos cartas astrales basadas en sus fechas de nacimiento. Preguntados posteriormente, casi todos aseguraron que lo escrito coincidía casi por completo con las circunstancias de su vida. Después Randi les sugirió que intercambiaran su propia carta astral con la del compañero. Resultó que todas eran iguales. 

Aquí les dejo un interesantísimo documental sobre su figura. Y les prevengo, para los que asisten habitualmente y para quienes se quieran acercar, que la próxima sesión de Literatura y cine tendrá mucho que ver con James Randi:

http://www.youtube.com/watch?v=UEFojGEkMpg

5 comentarios:

  1. Es una vergüenza que no haya pronunciamientos oficiales sobre este tipo de cosas. Se permiten negocios de cartomancia o astrología e incluso que coticen a la seguridad social. Eso es legitimar la estafa. Hay gente que deja de atender tratamientos médicos por dejarse embaucar por curanderos y más y más.

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  2. Y, por cierto, recordar, como soy muy puntilloso en esto, que "religión" no equivale a "fe en lo sobrenatural". Hay religiones no sobrenaturalistas -ateas- como el budismo...

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  3. En todo caso, si esto que propones se aplicara estrictamente, también habría que prohibir las religiones, por prometer algo que no pueden probar. Lo mejor es actuar a través de la educación de las personas. Pero que digo... la educación es algo que está en retroceso en este país...

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  4. Sobre prohibir las religiones teístas (con dioses, espíritus y milagros) se supone que el estado laico no tiene que apoyarlas, pero desde luego sería lógico que se prohibiera que se le calentara la cabeza a los niños con esas cosas. Y en los colegios se les debía enseñar a pensar racionalmente.

    No vendría mal un poco de sano jacobinismo.

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  5. En eso sí que estoy de acuerdo contigo: ni un euro para la enseñanza religiosa y que las distintas iglesias paguen sus impuestos como todo hijo de vecino. Al final todo deriva en lo mismo: una enseñanza laica y con énfasis en el pensamiento racional. Y el jacobinismo, del que predicaba Antonio Machado.

    Saludos.

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